Este artículo se publicó hace 15 años.
Una victoria contra el olvido
Ni siquiera después de la dictadura, Herta Müller consiguió escapar en Rumanía de una imagen de antipatía más o menos visible. La antigua Securitate (la policía política comunista) y sus colaboradores, la vieja nomenklatura del Partido Comunista, que no han perdido sus privilegios ni su influencia, aún trabajan en difundir esta imagen.
Ni siquiera la mayoría de los escritores y críticos literarios, que construyeron sus carreras profesionales durante el antiguo régimen y bajo la relativa protección de la autonomía de la estética y de la resistencia por la cultura, miran con buenos ojos a esta escritora extraña, con una actitud moral excéntrica.
Además, el empeño de Müller en no cicatrizar sus heridas del pasado, en no olvidar nada y en luchar por una democratización profunda y real en Rumanía no ayudó a que ganara amigos. Entre muchas sospechas y un silencio educado, Müller no es una estrella en Rumanía. O, al menos, no lo era hasta hace dos días.
Conocida en círculos intelectualesMüller era más conocida en círculos intelectuales que por el gran público, y sus libros, publicados por la gran editorial Polirom, recibieron críticas muy neutras, o a veces con cierto entusiasmo por los jóvenes más rebeldes. Tras la caída de la dictadura se intentó recuperar los valores literarios olvidados de Rumanía, pero escritores como Müller han sido apartados.
Hasta hace dos días, Müller no era bien considerada en Rumanía
En Estocolmo, Müller consiguió una gran victoria contra la Securitate, contra la nomenklatura y contra el olvido. Pero no hay que olvidar ni un segundo que esta victoria se alcanzó con una sola arma : la literatura, una literatura inteligente y valiente. Desde que ganó el Premio Nobel, se habla de la "escritora rumana", aunque, que ella lo sea o no, lo importante es la victoria de una literatura auténtica contra las inercias de un sistema.
Admiradores rumanosEs entre la nueva generación de escritores e intelectuales rumanos que se encuentran los grandes admiradores de Müller. Es entre ellos que oí a menudo conversaciones animadas y comentarios entusiastas.
Cuando leí El animal del corazón, padecí uno de los más bellos choques de cualquier lector. La manera con la que la imaginación surrealista y la imprevisibilidad vanguardista tratan un tema tan concreto y grave como la raíz de una dictadura, en un texto en el que la estética y la moral están en equilibrio perfecto, es fabulosa.
A pesar de que en Rumanía las cosas no van lo mejor del mundo entiendo la reticencia de la escritora respecto al ritmo de las transformaciones en mi país, estoy convencido de que, afortunadamente, Herta Müller tiene más admiradores de los que ella cree. Son admiradores de su obra y de su actitud moral.
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