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Un viaje amargo al corazón del racismo

Dos exposiciones dedicadas a David Goldblatt muestran la memoria fotográfica de los peores años de Suráfrica

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David Goldblatt tiene una relación tan profunda con Suráfrica que nunca ha podido fotografiar otra cosa. "En 1968, me mandaron a Londres para hacer un reportaje sobre la City", contaba hace unos días, "y estuve dando vueltas durante tres semanas sin tomar una sola foto. Me di cuenta de que sólo podía dedicarme a entender mi país".

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En los últimos 50 años, Gold-blatt ha sido la memoria de Suráfrica. Tomadas en todos los rincones de una nación en lucha, sus instantáneas cuentan la historia oculta del racismo diario, los dramas personales que se convierten en tragedias nacionales. Estos días, su trabajo forma parte de la exposición Años 70. Fotografía y vida cotidiana en el Festival PHotoEspaña y ayer inauguró en el New Museum de Nueva York una de sus más amplias retrospectivas.

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"Estoy obsesionado por los valores que mueven a la gente. Tengo una opinión sobre estos valores, pero intento que mi fotografía no los juzgue", asegura a Público.

La muestra Intersections, Intersected es un cruce entre la mirada del pasado y la visión del presente, entre el blanco y negro y el color al que se ha dedicado recientemente. Él asegura que lo suyo no son los acontecimientos: "Lo que me interesa es lo que hay detrás de los acontecimientos, lo que lleva a esas situaciones".

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Goldblatt empezó la fotografía con una misión: "Contar todas las cosas horribles que estaban pasando en Suráfrica".

Goldblatt es meticuloso hasta la obsesión. No sólo retrata situaciones, las detalla en textos precisos que cuentan la historia tras la instantánea. Se acuerda perfectamente de la foto que tomó en mayo de 1969, en el bantustán de Qwa Qwa, de una cometa volando en perfecta curva con un tendido de servilletas blancas secando al sol delante de una casucha. Y sabe que el marido de la mujer que las tendía con cuidado era un antiguo agricultor reconvertido a la fuerza en obrero, que acababa de quedarse en paro.

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Se acuerda también de los Docras, en el suburbio de Pageview, una familia de origen indio que tuvo que dejar su casa en 1976 tras una lucha de 20 años cuando las autoridades decretaron que el barrio era "sólo para blancos". Goldblatt retrató lo único que quedó de la construcción: el baño.

Al fotografiar a las familias de Soweto o a los trabajadores obligados a viajar hasta cuatro horas en autobús, desde sus bantustanes hasta las ciudades que los empleaban, el fotógrafo era a menudo el único blanco. Paradójicamente, los privilegios que se dedicaba a denunciar le ayudaron en su trabajo.

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"En esos días, era mucho más fácil que ahora. En aquella época, los negros aceptaban que los blancos hicieran esas cosas raras; eran privilegiados", recuerda Goldblatt. "De todas formas, no expresaban su opinión, mientras que ahora no tendrían reparos en decirme que no les gusta. Yo hacía lo posible por explicarles lo que estaba haciendo y creo que entendían que mis intenciones eran buenas. Ahora no puedo ir a ciertos sitios sin protección y eso cambia la relación con lo que fotografías".

Como él mismo confiesa, suele ser muy crítico con Suráfrica, aunque lo hace por amor. "Siempre he sido optimista, incluso en los peores años del apartheid. Es increíble la buena voluntad que hay en Suráfrica. La gente se reconoce, se saluda. Viví seis meses en Cambridge, tomé el mismo autobús y nadie nunca me miró a los ojos. Y esa es la gran diferencia", dice Goldblatt.

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"Las cosas han funcionado mucho mejor de lo que esperaba. Va a haber mucha mierda hasta llegar a un sitio satisfactorio; al menos pasarán dos generaciones, la mía y otra. Y antes habrá muchos problemas que podrían hacernos volver atrás, a una república bananera o una situación inestable, pero me sigue pareciendo increíble que Suráfrica haya pasado por estos cambios sin una revolución, en gran parte gracias a los líderes que tuvimos".

Aun así, prefiere ser cauto con los cambios que han ocurrido. Dice que son importantes, pero no está tan seguro de que los valores sociales hayan cambiado de verdad. "Hay más aceptación hacia una sociedad no racial pero es difícil juzgar hasta qué punto esto es profundo", asegura el fotógrafo. Es duro, es exigente y espera un camino largo antes de decir que "nuestros valores son compatibles con la democracia que queremos crear".

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