Este artículo se publicó hace 15 años.
Unos veinte de penitentes fueron crucificados el Viernes Santo filipino
Cerca de veinte penitentes, entre ellos un australiano, fueron crucificados y otros cientos se flagelaron hoy la espalda en los espectáculos que cada año se celebran en varios pueblos del norte de Filipinas para rememorar la pasión y muerte de Jesucristo.
Como ocurre cada Viernes Santo, varios miles de filipinos y turistas acudieron a las localidades de San Pedro Cutut, Santa Lucía, San Juan, de la provincia de Pampanga, y en Paompong,un pequeño pueblo de la vecina provincia de Bulacan, para presenciar las crucifixiones voluntarias llevadas al máximo extremo.
En San Pedro de Cutut, pueblo situado a unos 80 kilómetros al norte de Manila y que pasa por ser el más popular de los Golgotas de Filipinas, al menos once penitentes cumplieron con el rito de la crucifixión.
Después de caminar descalzos un trecho de un kilómetro en torno al pequeño pueblo arrastrando sus respectivas cruces de hasta 50 kilos de peso mientras recibían en la espalda los latigazos de quienes les seguían, los once hombres fueron crucificados de manos y pies con clavos de acero de cuatro pulgadas, en lo alto de la colina levantada para la ocasión con maquinaria pesada, picos, y palas.
"No hago esto por dinero o para ser famoso en mi pueblo", dijo Ruben Enaje, de 48 años y uno de los más veteranos "kristos" de Filipinas, el único país del sudeste de Asia de mayoría cristiana.
Otro penitente, Rolando Bautista, de 38 años, padre de cinco hijos y albañil de profesión en paro desde que la crisis le dejó sin el trabajo que tenía en un país de Oriente Medio, fue uno de los crucificados en la aldea de San Juan.
"Esto lo hago por toda mi familia, para pedir a Dios que ninguno enferme y superemos los males que puedan surgir, porque los tiempos actuales son muy difíciles y espero que mi sacrificio sirva para que pase esta crisis", apuntó Bautista, quien hace cinco años fue clavado a la cruz por primera vez.
El rito anual de la flagelación y crucifixión, con el que los penitentes argumentan que desaparecen sus pecados y ganan el favor de Dios, se ha extendido por el país pese a la desaprobación de la Iglesia Católica.
El arzobispo Paciano Aniceto, como reitera casi todos los años la jerarquía eclesiástica de Filipinas, recomendó que se ponga fin a ese rito de la crucifixión y flagelación, para de esta forma evitar que la Semana Santa "se convierta en un circo".
En Paombong, un australiano fue crucificado junto a otros cuatro penitentes filipinos, incluida una mujer, según el presidente del comité organizador, Reinaldo Sulit, a su vez alcalde de este pueblo que compite con otros de la zona para atraer al público.
Sulit aseguró que era la primera vez que se crucificaba a un extranjero desde que en 1997 las autoridades de la vecina provincia de Pampanga lo prohibieran, a raíz de que se descubriera que un supuesto actor japonés había sido clavado a la cruz con fines comerciales.
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