Este artículo se publicó hace 15 años.
El tercero de Contador
En París se corona con disgusto hace muchos años. Desde que Indurain aprendió cuatro cositas en francés para poder caer simpático, no ha habido ciclista del agrado del Tour. Armstrong llegó a hacer sombra a la propia carrera y todavía no se lo perdonan. De Riis, Ullrich, Pantani, Pereiro y Sastre, no quieren ni acordarse. Trataron de hacer lo mismo con Contador y le birlaron un Tour, que hoy sería su tercera victoria en la ronda.
Pero crearon un monstruo, porque si algo necesita este chico no son favores y ayudas, sino enemigos. Ahora correrá contra la carrera que le llevará a la gloria. Ha luchado contra una enfermedad cerebral hereditaria, contra la imagen de un equipo que pasará a la historia por estar forrado de positivos, por ser insolvente y por tratar de eliminar al líder del Tour, a pesar de formar parte del equipo. Nunca ha tenido problemas en carrera, siempre fuera. Dicen que le van a montar un grupo a pedir de boca y uno no sabe qué va a ser de él.
Hasta que eso llegue, qué sabemos de Contador. Uno, tiene flow: dispara como un rapero desatado, se mueve sobre la bici como si estuviera encima de un escenario (ropa holgada y no ajustada), resuelve con descaro, improvisa con el mejor verbo. Contador es un gallito al que le pierde la táctica. Dos, es un caradura, no un estratega. Tres, no tiene rival y esto puede ser fatal para su mayor defecto, el aburrimiento. Alberto vive de la impaciencia y de momento no ha jugado en su contra (sí en la de algún compañero como Kloden). Cuatro, necesita pelear en el barro para vibrar.
Indurain corría con la calculadora, pasaba de entrar al trapo. Contador corre con el estómago y tiene más rabia que ácido láctico. Indurain es Leonard Cohen; primero Manhattan y luego Berlín. Contador es Toteking: si puede conquistar Manhattan, Berlín y París en la misma tarde, para qué esperar. Indurain tenía, como el señor Cohen, algo paquidérmico; Contador, algo barriobajero.
Como diría Miguel Alba en sus crónicas, Contador es el tercer Schleck. Los hermanos son los corredores con más dignidad del pelotón. El pasado año, les creció un enano en el equipo y en este aprendieron que el podio se decide antes de los Alpes. Animaron la carrera y, sin sus ataques, Contador lo habría tenido más difícil para mandar al ranchero con el Twitter al geriátrico. Por todo, este segundo sabe a tercero y a los que vengan.
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