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Los socialdemócratas giran a la izquierda en toda la Unión Europea

Los progresistas tratan de recuperar su identidad después de pasar años más próximos al neoliberalismo

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Ha tenido que cubrirse prácticamente toda la UE del manto azul conservador para que la izquierda mayoritaria, de tradición socialdemócrata y laborista, empiece a reaccionar. Cuando muchos la situaban ya en el lecho de muerte desalojada del poder en 22 de los 27 países y contra las cuerdas en los pocos feudos que conserva, a la vuelta del verano la paciente ha dado señales de que aún respira: acaba de recuperar el Gobierno de Dinamarca después de una década en la oposición, ha logrado la mayoría en el Senado francés por primera vez en la historia de la V República y su líder en Valonia, Elio de Rupo, parece el único con posibilidades de deshacer el nudo belga y formar gobierno.

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La cadena de éxitos recientes tiene ciertamente truco: los socialdemócratas recuperan el poder en Dinamarca tras cosechar su peor resultado desde 1903; el Senado francés se elige en realidad a través de un sistema indirecto a partir de los municipios y, aunque De Rupo aspira a primer ministro, su partido cosechó apenas el 13% de los votos.

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Eurobonos, impuesto a los ricos o apuesta por lo público son las nuevas iniciativas

Y, sin embargo, la sensación de cambio de tendencia al ciclo conservador que paradójicamente se aceleró en 2007 tras el estallido de la crisis económica viene alimentada también por los sondeos en los motores de la UE la izquierda ganaría hoy en Alemania, Francia, Reino Unido e Italia. Y acompañada por un fenómeno paralelo: en toda la UE, los socialdemócratas están virando hacia la izquierda y tratan de recuperar su identidad, muy difuminada tras años de hegemonía de la Tercera Vía, la versión progresista más próxima al neoliberalismo.

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"La socialdemocracia está entrando claramente en una nueva fase, que supone recuperar algunos objetivos aparcados, como la redistribución", sostiene el politólogo de la Universidad Complutense Ignacio Urquizu. "Vuelve a centrarse en las políticas sociales, en el objetivo de control de los mercados... El viraje es claro. Parece que la socialdemocracia se ha caído del caballo y quiere reaccionar."

El británico Miliband y el sueco Juholt exhiben discursos muy a la izquierda

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Casi todos los últimos cambios de liderazgo en la familia socialdemócrata en la UE han virado a la izquierda: en Suecia, Reino Unido, Alemania, Portugal... El reciente discurso del líder laborista británico, Ed Miliband, en la conferencia anual del partido ha sido considerado el más a la izquierda en 25 años.

Y cuando Hakan Juholt conquistó el liderazgo de los socialdemócratas suecos, el pasado marzo, el diario francés Le Monde sentenció lo mismo: habría que retroceder 25 años para encontrar un discurso tan a la izquierda en el partido.

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España no ha sido una excepción, aunque con la particularidad de que sigue desde el Gobierno sometido al consenso impuesto en la UE por una abrumadora mayoría conservadora. Mientras el Ejecutivo se ha mantenido en el terreno de juego del ajuste exigido por la UE incluso promoviendo la reforma para limitar el déficit en la Constitución, el nuevo candidato del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, interpreta ya esa nueva partitura común de los socialdemócratas europeos, ahora refrendada por la conferencia política que concluye hoy en Madrid.

Ignacio Urquizu:«La socialdemocracia se ha caído del caballo y ha reaccionado»

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Este giro simultáneo de la socialdemocracia hacia sus posiciones clásicas está esbozando por vez primera en años algo parecido a un programa común: acelerar la emisión de eurobonos, ampliar el papel del Banco Central Europeo para implicarle en el objetivo del crecimiento y no sólo en el control de la inflación, mayor control de las agencias de rating,impuesto a los ricos y a la banca vía tasa Tobin o instrumentos análogos, apuesta inequívoca por los servicios públicos sobre todo en sanidad, educación y sistema de reparto en las pensiones, etcétera.

El programa está cambiando en parte, señalan expertos como Urquizu, porque también lo ha hecho el marco en el que luego se redactan las propuestas concretas. Y, aunque los contornos exactos del nuevo marco están aún por definir, ya no son los de la Tercera Vía.

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El clímax de la Tercera Vía término acuñado por Anthony Giddens, sociólogo de cabecera de Tony Blair fue en la década de 1990, con Bill Clinton gobernando EEUU, Blair, Reino Unido y Gerhard Schröder, Alemania: nunca la izquierda había abrazado con tanto entusiasmo las fórmulas económicas neoclásicas que hasta entonces habían sido bandera de los liberales, incluyendo la desregulación de los mercados financieros .

Rasmussen propone «un programa basado en las convicciones»

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Este pensamiento se instaló en toda la izquierda mayoritaria, pero el crash iniciado en 2007 se ha llevado por delante, sobre todo, a los gobiernos progresistas de la UE. Y, con ellos, al consenso "modernizador" de Clinton, Blair y Schröder.

Uno de los primeros documentos significativos que contribuyó desde dentro a horadar este consenso lo impulsó el think-tank británico Compass con el título Construyendo la buena sociedad y la firma de Jon Cruddas, peso pesado del laborismo, y Andrea Nahles, número dos de los socialdemócratas alemanes. El texto, redactado explícitamente como "proyecto alternativo" a la Tercera Vía, se gestó en 2009, pero la bola de adhesiones ha ido in crescendo y ha ganado en los últimos meses mucha influencia como semilla de la nueva etapa.

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El modelo de la Tercera Vía abrazó el nuevo capitalismo de forma acrítica

"El modelo socialdemócrata de la Tercera Vía abrazó de forma acrítica el nuevo capitalismo globalizado", lamentan en el texto. Y añaden: "Ante la globalización liderada por los mercados, el boom económico creó niveles de riqueza sin precedentes, pero las políticas de la Tercera Vía no fueron capaces de evitar la división social".

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El éxito del documento es que ha impregnado tanto a los partidos centrales de la izquierda que el mea culpa ha acabado llegando incluso desde uno de los principales ideólogos de la Tercera Vía, Peter Mandelson: el potente think-tank que lidera, Policy Network, ha publicado recientemente Prioridades para una nueva política económica, que incluye la siguiente conclusión: "Los gobiernos de centro-izquierda asumieron un maridaje benigno entre la eficiencia económica y la justicia social (...). Lo que siguió fue una desigualdad de riqueza desbocada que una posterior redistribución es incapaz de contener".

La puntilla la ha dado el mismo presidente del Partido Socialista Europeo, que los agrupa a todos, Poul Nyrup Rasmussen, en su artículo-manifiesto 10 Tesis sobre el futuro de la socialdemocracia en Europa, donde lamenta la "obcecación" de los progresistas por conquistar el centro, que, a su juicio, les ha ido empujando cada vez más hacia la derecha y les ha desconectado de sus electores. "Esas políticas reactivas nunca acaban bien", concluye Rasmussen,para quien es fundamental "un programa basado en las convicciones" para recuperar la credibilidad.

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Para el politólogo Sami Naïr, de la Universidad de París, los pasos son, sin embargo, "muy insuficientes", porque, en su opinión, se trata sólo de un "programa de reformas del modelo liberal". Además, agrega Naïr en conversación telefónica, casi todos los partidos que han virado a la izquierda están ahora en la oposición, lo que podría restar credibilidad a sus nuevas propuestas.

Pero esta es precisamente una de las virtudes que encuentra Ignacio Urquizu: "Desde el poder, la rectificación sería más matizada. Ahora la respuesta será más rompedora".

A medio camino, pero más escorado hacia el pesimismo, se sitúa el catedrático de la Universitat Pompeu Fabra, Vicenç Navarro: "Es probable que lleguen al Gobierno nuevos gobiernos socialdemócratas, pero no se debe tanto al atractivo de su oferta, sino al enorme desprestigio de las opciones conservadoras. No ha habido suficiente cambio en los equipos de dirección y la memoria de la gente se mantiene viva", concluye.

Después de muchos años, las opciones progresistas mayoritarias vuelven a mirar hacia la izquierda y en toda la Unión Europea. La gran duda que surge ahora es si aún mantiene la credibilidad para recuperar a la legión de desertores.

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