Sobrevive tres días atrapado en un barco en el fondo del océano
Harrison Odjegba, único superviviente del naufragio en el Atlántico de un remolcador en el que trabajaba como cocinero, permaneció refugiado en una bolsa de aire
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Un hombre de nacionalidad nigeriana ha sobrevivido tres días refugiado en la cámara de aire que se formó en un barco hundido en el fondo del océano Atlántico, informó hoy el diario local "The Nation".
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Harrison Odjegba Okene, cocinero de un remolcador al servicio de la petrolera norteamericana Chevron en el delta del Níger, fue el único superviviente de una tripulación integrada por doce personas, todas nigerianas excepto el capitán, procedente de Ucrania. La nave se hundió frente a las costas de Nigeria el pasado 26 de mayo, aunque la historia de Okene fue conocida solo hoy.
A las 05.00 hora local de aquel día (04.00 GMT) el remolcador "Jascon 4" maniobraba junto a un buque cisterna en una terminal de carga de crudo de Chevron cuando, tras un giro súbito y violento, se hundió en el Atlántico, llevándose consigo a los doce hombres que se encontraban a bordo.
Aquel fue el comienzo de la odisea de Okene, quien se encontraba en el baño en el momento del naufragio y llegó a enfrentarse a los tiburones que intentaron penetrar en el barco volcado atraídos por los cadáveres de sus compañeros.
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Hundido el barco en el océano, del revés, el cocinero se desplazó por su interior tratando de encontrar el lugar más seguro para esperar un rescate, con solo sus calzoncillos puestos.
"Estaba aturdido y en todas partes estaba oscuro. Fui zarandeado y logré salir del aseo a tientas hasta un lugar que me pareció la sala de descanso de los oficiales. De ahí fui al despacho de los ingenieros, sin ver nada", relató.
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Okene llegó a enfrentarse a los tiburones que acudieron atraídos por los cadáveres de sus compañeros
Okene encontró un chaleco ligero con dos luces, que le ayudaron a avanzar hasta la parte del buque donde se sentía más seguro, y comenzó una larga espera de 72 horas hasta ser rescatado. Mientras tanto, pudo percibir cómo tiburones y barracudas inspeccionaban los espacios colindantes en busca de comida. "Recé cientos de veces, empecé a invocar una intervención divina", recordó.
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Al tercer día de espera, el náufrago oyó el motor de un barco y se dio cuenta de que los equipos de rescate le estaban buscando. Para atraer su atención, utilizó un martillo para golpear la pared del barco, que puso sobre aviso a una embarcación. Salió entonces de la cámara de aire que le había permitido sobrevivir hasta ese momento y se lanzó al agua helada para pedir auxilio.
"Mis manos y pies estaban pálidos. Cuando lo encontré, fui yo quien tocó al buceador, le toque la cabeza y se asustó", dijo del hombre sudafricano que logró encontrarle. A pesar de su buena fortuna, Okene aseguró sentirse triste por la muerte de sus compañeros, que le demostró que no todo el mundo tiene una segunda oportunidad.