La tenista rusa Dinara Safina se vio obligada nuevamente a defender su número uno mundial tras vencer el jueves con dificultades a la desconocida Kristina Barrois en el Abierto de Estados Unidos, su segunda victoria trabajada contra una rival que no era cabeza de serie.
"Nadie me lo va a quitar", dijo en rueda de prensa la fulminante rusa de 23 años, que no ha ganado un grand slam.
Safina cometió 15 dobles faltas y 38 errores no forzados durante un partido que se prolongó dos horas y 13 minutos contra Barrois. Sin embargo, las bolas importantes las jugó bien, al menos lo suficientemente bien, y acabó con una victoria por 6-7, 6-2 y 6-3.
"Hay tantos tenistas que han ganado un grand slam y ¿dónde están ahora?", preguntó Safina. "En ningún sitio. Algunos de los tenistas ni siquiera sabrías que ganaron un grand slam. Les ves y dices, 'Madre mía, ¿ganó?'.
"Pero el número uno siempre se quedará ahí. La gente te recordará por el número uno, no por ganar un grand slam".
A Safina le encantaría acallar a sus críticos con un triunfo en Flushing Meadows, pero hasta que lo logre, tendrá que seguir soportando preguntas sobre su valía como número uno del mundo.
Contra Barrois, se gritó a sí misma, golpeó la raqueta contra la pista y dejó claro su descontento con su juego. Pero a pesar de que en el último set tenía un 'break' en contra, logró la victoria. Eso, por lo menos para Barrois, supone que Safina tiene el valor para ser la tenista mejor clasificada del mundo.
"Al final, tenía mucha presión y estaba sirviendo bien", dijo la alemana, número 67 del mundo. "Hizo dos o tres 'aces' en un juego. Así es como debería jugar la número uno".
"No es fácil para ella porque todos le preguntan cuándo va a ganar un grand slam. Quizá lo logrará aquí", agregó.
Safina, que en primera ronda necesitó tres sets para derrotar a la australiana Olivia Rogowska, que jugaba por invitación, hizo una leve muestra de agradecimiento al público en el estadio Louis Armstrong por animarla.
Medio saludó con la mano a la legión que la adora, pero no esbozó ni media sonrisa. Quizá ya estaba pensando en su rival de tercera ronda, la checa Petra Kvitova. Al principio de la rueda de prensa, miró a los periodistas y suspiró.
"Otro día duro en la oficina", dijo.
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