Este artículo se publicó hace 15 años.
El sadomasoquismo de Bacon subyace en sus mejores obras, según un experto
El sadomasoquismo que mostró el pintor Francis Bacon (1909-1992) en sus tormentosas relaciones con sus amantes homosexuales subyace en sus mejores obras, según el historiador del arte John Richardson.
Según explica Richardson, autor de una monumental biografía de Pablo Picasso, en la próxima edición de The New York Review of Books, el comportamiento del artista británico tuvo consecuencias terribles para su amante Goerge Dyer, que terminó suicidándose.
Richardson, cuyo artículo en la revista estadounidense adelanta hoy el diario "The Guardian", conoció a Bacon a partir de los años cuarenta y atribuye sus aficiones masoquistas a la paliza que le propinó un día su padre cuando descubrió que se había puesto la rompa interior de su madre.
El historiador británico se refiere también a las aventuras de Bacon como joven prostituto y sus robos en tiendas con la complicidad de su vieja y ya ciega nodriza Jessie Lightfoot.
Según Richardson, Bacon dio rienda suelta a su masoquismo en su relación con uno de sus amantes más conocidos, el sádico Peter Lacy.
En cierta ocasión, "en un estado de demencia provocada por el alcohol", Lacy pegó a Bacon con tal fuerza que le hizo atravesar el cristal de una ventana.
El resultado fue que hubo que darle unos puntos al ojo derecho del pintor, quien, en lugar de odiar a Lacy por lo que le había hecho, le amó aún más intensamente, según Richardson.
Durante semanas Bacon no pudo perdonar el que su colega, el también pintor Lucian Freud, abroncara al agresor, que se fue a vivir a Tánger.
Lacy era un apuesto joven de treinta y tantos años que tenía un chalet en el valle del Támesis donde Bacon pasaba mucho tiempo "en situación de cautiverio", según explicó el propio artista.
"Desgraciadamente, cuenta Richardson, la bebida estimuló el lado sádico de Lacy hasta extremos propios de un psicópata".
No contento con vengarse en la persona de Bacon también la emprendió con sus cuadros, explica el historiador, quien agrega que su sádico amante inspiró también, justo es reconocerlo, algunos de los mejores cuadros del artista, entre ellos la serie titulada "Hombre de azul".
El más conocido de los amantes de Bacon es George Dyer, sobre todo porque el artista inmortalizó en algunos cuadros su suicidio en 1971 en el cuarto de baño de un hotel parisino, la víspera de la inauguración de la gran retrospectiva del pintor en el Grand Palais.
Con Dyer, era Bacon quien daba rienda suelta a su sadismo, la otra faceta de su personalidad, cuenta Richardson, según el cual el artista agredía psíquicamente a su amante hasta que éste terminaba derrumbándose.
Luego, en la madrugada, que eran sus horas preferidas para pintar, Bacon trataba de "conjurar su sentimiento de culpabilidad, su rabia y su remordimiento en imágenes de Dyer que apuntan directamente al sistema nervioso", imágenes que Richardson considera algunas de sus mejores obras.
Richardson considera que el arte de Bacon perdió calidad tras la muerte de Dyer y a raíz de su nueva relación con el deportista John Edwards, que, a diferencia de las dos anteriores, no tenía ribetes sadomasoquistas.
El historiador británico considera, por otro lado, que, a diferencia de Picasso, Bacon no sabía dibujar y su "incapacidad de articular una figura o su espacio" estropeaba sus pinturas.
Refiriéndose a su famosa serie de los papas, inspirada en el retrato de Inocencio X, de Velázquez, Richardson escribe que Bacon sabía muy bien pintar el grito del pontífice, pero no sus manos, "por eso, las amputa, las oculta o, en caso contrario, lo fastidia".
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