Este artículo se publicó hace 16 años.
A Rojo sí le quieren los nacionalistas
El presidente del Senado recibe la mayoría absoluta // Fija como prioritaria la reforma de la Cámara
El Senado no fue la casa de los sustos. El guión se cumplió casi al milímetro. Tres votaciones y punto. Sin segundas vueltas. A las 13.10 horas ya estaba totalmente constituida la Cámara alta de la IX Legislatura, casi 60 minutos antes que el Congreso.
La diferencia la puso la persona. Javier Rojo. Un presidente del Senado reelegido por cuatro años más sin generar sarpullido entre los grupos amigos (CiU, PNV, Entesa Catalana y Mixto). Y sin levantar la oposición del PP. Un panorama contrario al que José Bono tragó en la Cámara baja.
La disparidad del ambiente se sintió pronto. A las 11.10, Rojo, el senador socialista alavés de talante tranquilo, menos folclórico que Bono y más político que Manuel Marín, obtuvo su segunda investidura. Con 134 apoyos (seis menos que en 2004), 113 papeletas en blanco y dos votos nulos. Le respaldaron sus 99 compañeros del PSOE –el número 100, Carlos Chivite, falleció el lunes en Pamplona–. Y también los 7 senadores de CiU, los 4 del PNV, los 8 del Mixto y los 16 de la Entesa, la alianza que conjuga al PSC, Esquerra, Iniciativa per Catalunya (ICV) y Esquerra Unida i Alternativa (EUiA), la marca catalana de IU.
El PP se limitó a votar en blanco. No presentó, como en 2004, a un candidato alternativo. “Ahora queremos tener un papel deliberadamente menos antipático”, apuntaron ayer fuentes populares. Pero en su grupo se pudieron producir dos fugas. Las dos papeletas nulas, en las que apareció escrito el nombre del ex portavoz del PSOE en el Senado, Joan Lerma, parecieron tener firma PP. De lo contrario, las cuentas no encajan. Los conservadores no lo niegan. “Pudo ser quizás una travesura en protesta por el apartamiento de Lerma de la dirección del grupo. Pero lo vemos más como un error, ya que la tensión de ayer era bien escasa”.
Un Fraga más lejano
En efecto. La mañana se había levantado perezosa en el antiguo salón de plenos del Senado. Cansinamente se formó la Mesa de Edad, la encargada de dirigir las votaciones hasta la constitución del órgano de gobierno definitivo. Toda la salsa estaba en el presidente de esa Mesa interina, Manuel Fraga, el senador más viejo (85 años). “Doy gracias a Dios por haberme permitido ocupar la presidencia de esta Mesa”, farfulló don Manuel. “Me gustaría ver también la famosa reforma del Reglamento [de la Cámara alta], aún pendiente”. Pero conforme avanzaban con pesadez las votaciones y el escrutinio, se replicaban en el salón los corrillos de senadores, los murmullos. Y más inaudible se hacía el hilillo de voz de Fraga, afanado en su tarea de leer todas y cada una de las papeletas emitidas en los tres comicios.
Son posibles las 'obras'
Don Manuel dio el pie perfecto a Rojo. “Como prioridad debiéramos tratar de impulsar, como dice Fraga, la reforma general de la Cámara para hacerla más coherente con la realidad autonómica, más acorde con la España de hoy, en sus funciones, en su composición y en la relevancia de su papel institucional”.
Es el gran reto que clavó el presidente en su discurso de apertura de la legislatura. La reforma del Senado, para convertirla en la verdadera Cámara territorial que impone el artículo 69. 1 de la Constitución. Más aún, para hacer de ella el “foro de encuentro, participación y concertación parlamentaria entre las comunidades y el Estado”. Para que sea, en fin, un “bálsamo” frente a las tensiones territoriales, explicó Rojo después en rueda de prensa.
El “clima político distinto” con el que despierta la legislatura hace prever, para el jefe de la Cámara alta, que habrá más “voluntad” para reformar el Senado. “Debemos aparcar las diferencias y poner en valor lo que nos une”.
“Ésta es una Cámara de paz”. Lo dijo Rojo en castellano, en catalán, en euskera, en gallego. Igual que la apelación al diálogo frente a ETA. La palabra “fortalece a los demócratas”. Más si cae la era negra de terror. Otra vez.
LAS VOTACIONES
El PSOE gana un puesto en la Mesa
Presidente, Rojo // Rojo logró el aval de CiU y PNV porque el PSOE les facilitó la formación de grupo, como avanzó hoy Público. A los convergentes les prestó tres senadores (tiene siete) y a los vascos, seis (dispone de cuatro). El presidente prometió a la Entesa una “profundización” del uso de las lenguas cooficiales en la Cámara, hasta ahora limitado a la Comisión de las Comunidades Autónomas y a la presentación de iniciativas no legislativas.
Los dos vicepresidentes, de la Entesa y del PP // Ambos repiten en sus cargos. Isidre Molas, del PSC (integrado en la Entesa), recibió 131 votos. Juan José Lucas (PP) consiguió 114 apoyos.
Las cuatro secretarías, para PSOE, PP y CiU // En 2004, las cuatro secretarías recayeron en PNV, CiU y PP. Ahora, el bajón electoral de los nacionalistas vascos (de seis a dos senadores electos) les ha dejado sin sitio en la Mesa. El PSOE se hizo ayer con su puesto y se lo dio a Carmen Alborch. La ex diputada, ya secretaria primera del Senado, recabó 132 votos. Dos menos se llevó el secretario segundo, Jordi Casas, de CiU, en el mismo sillón en 2004. Matías Conde, con 115 votos, y Ramón Rabanera, con 113, ambos del PP, ocuparán las secretarías tercera y cuarta.
Por la Constitución, una fórmula arcaica // Tras las votaciones, a las 12.35, el requisito formal que les formuló Rojo a los senadores: “¿Juráis o prometéis acatar la Constitución?”.
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