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El refugio del bandolero

Viaje a la Sierra de Alcaraz, un entorno natural en el que el nacimiento del Río Mundo y la Cueva de los Chorros resultan paradas obligadas.

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Un territorio arisco, secreto, de ruidosas cascadas y refugio de quienes vivían al margen de la ley. Suena a película de ficción o a novela de misterio, pero todos ellos son elementos que caracterizan a uno de los rincones naturales más privilegiados de Albacete: la Sierra de Alcaraz. Entre escarpados montes, profundos acantilados y pasadizos naturales pasó sus últimos días "El Pernales", un bandolero de los de antaño, un Robin Hood de la España de hace más de un siglo. En 1907, la Guardia Civil lo sorprendió junto a un compinche y le dio muerte. De su figura quedó, sin embargo, un recuerdo popular y leyenda de que nunca faltaron flores en su tumba.

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Han pasado cien años, pero no cuesta demasiado trabajo imaginar su historia, agazapado entre la frondosa naturaleza de la zona. En ella se encuentra uno de los espectáculos naturales más bellos de toda Castilla-La Mancha, el nacimiento del Río Mundo. El agua brota a través de la roca, cae en cascada y forma cataratas que en algunos casos superan los cincuenta metros de altura. Y junto al nacimiento del Mundo, que con su solo nombre evoca reminiscencias mágicas, la Cueva de los Chorros, que parece no tener fin. De su conjunto de túneles, pasadizos y grutas sólo se conocen 32 kilómetros. Las galerías se adentran hacia las entrañas de la tierra y se ramifican en distintos caminos y niveles. Como sucede con tantos otros elementos por estos lares, la realidad y la leyenda se mezclan en la cueva: el lugar de donde mana el río Mundo es todavía un enigma para montañeros, senderistas y espeleólogos. Como la antesala de un gran secreto. Como el pórtico a rincones que quizás existan sólo en la fantasía pero que, precisamente por no haber sido descubiertos, conservan el magnetismo de lo ignoto.

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Junto a ella, una sucesión de cascadas descienden en sucesivos tramos y crean colas de caballo que, una vez más, admiran al caminante. La naturaleza, caprichosa, ha creado también pequeñas y cristalinas pozas conectadas entre sí por un juego de cascadas gracias al agua que cae de la Cueva de los Chorros. Son Las Calderetas. Para asegurarse de poder contemplar la caída de la lluvia a través de las paredes rocosas, el otoño y la primavera son las mejores épocas. Conviene no olvidar el calzado adecuado para recorrer los senderos, y recordar también que está prohibido acceder en coche a las inmediaciones de Los Chorros. La caminata bien merece la pena: la Sierra del Segura discurre por paisajes de gran belleza, formados por bosques galería en los que habitan una rica fauna y una variada flora endémica.

Quienes por aquí viven lo hacen en un puñado de pueblos en los que la tranquilidad es la nota dominante, empezando por la propia localidad de Alcaraz, de tintes renacentistas y con un Plaza Mayor declarada monumento nacional. Riópar es otro de los lugares en los que también conviene detenerse. Allí se pueden visitar la Iglesia o el Castillo de Riópar Viego.

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