Este artículo se publicó hace 11 años.
El PP se revuelve contra la mano derecha de Rajoy por amparar a Sánchez-Camacho
Crece el malestar del partido con Moragas por su papel protagonista en la estrategia de Sánchez-Camacho para proponer que Catalunya se financie de forma "singular".
El director del Gabinete del presidente del Gobierno cuenta cada vez con menos simpatías dentro del partido del que Jorge Moragas fuera coordinador de la Presidencia y de Relaciones Internacionales a partir de 2008 y hasta 2011, cuando Mariano Rajoy se llevó a La Moncloa a quien ya se había convertido en una de las personas de su máxima confianza. No es raro oír desde hace tiempo a miembros del PP criticando la labor de director de Gabinete de Moragas, pues consideran, por ejemplo, que, lejos de ejercer como "muro de contención" para el jefe del Ejecutivo -una de las tareas más ingratas de todo director de Gabinete-, Moragas se limita a cumplir con el día a día "sin anticiparse a los acontecimientos ni resolver los problemas". "Sus relaciones con la calle Génova son prácticamente inexistentes", subrayan además fuentes del PP, confirmando una vez más la separación entre Moncloa y el partido.
Precisamente, ha sido su última labor a espaldas de la calle Génova la que ha intensificado el recelo de sus inquilinos hacia el diplomático catalán, que le reprochan haber alentado y hecho el juego a la presidenta del PP de Catalunya, Alicia Sánchez-Camacho, de la que Moragas es muy amigo desde hace tiempo y con el que se reúne habitualmente en Barcelona. Según las citadas fuentes, el director del Gabinete de Rajoy abrió hace tiempo las puertas de La Moncloa y del despacho presidencial a la líder conservadora catalana, de forma que ahora, tanto Rajoy como la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, permitieron y jamás desautorizaron la estrategia de Sánchez-Camacho de contar a El País y en la Cadena Ser su intención de presentar una propuesta de financiación "singular" para Catalunya al Comité de Dirección del PP el lunes 7 de octubre, lo que provocó el rechazo airado e inmediato de varios barones conservadores e, incluso, aunque más moderado, el de la secretaria general María Dolores de Cospedal, uno de los principales apoyos de Sánchez-Camacho junto al propio Rajoy. Además, Javier Arenas, el vicesecretario general de política territorial en el PP, sí habría sido especialmente duro con la iniciativa de la líder conservadora catalana en diversas conversaciones con otros dirigentes de su partido.
La número uno del PP en Catalunya afirmaba ayer tajante en una entrevista en Onda Cero que ni el jefe del Ejecutivo ni la vicepresidenta la habían "desautorizado" en su iniciativa de plantear un nuevo modelo de financiación autonómica que incluyese un trato diferenciado para su comunidad. Pocos en el PP creen ya que Sánchez-Camacho no contase con el beneplácito de Rajoy en una estrategia que busca un discurso más definido para llegar a los catalanes y diferenciado del de Ciutadans, cuyo ascenso en las encuestas en detrimento del PP parece imparable y tiene muy preocupado al partido de Rajoy.
El feo asunto de La CamargaLos detractores de Moragas en el partido han encontrado ahora, además, un nuevo motivo para criticarle, pedirle explicaciones y, en consecuencia, sembrar dudas sobre lo adecuado de su labor como jefe del Gabinete del presidente del Gobierno. El dueño de la agencia de detectives Método 3, Francisco Marco, asegura en un libro (El Método) que fue Jorge Moragas quien actuó de intermediario entre Sánchez-Camacho y la exnovia de Jordi Pujol Ferrusola e hijo del expresidente de la Generalitat, Victoria Álvarez, para que comieran en el restaurante La Camarga de Barcelona, donde se produjo la polémica grabación de las conversaciones mantenidas durante el encuentro. Marco asegura en el mismo libro que fue la presidenta del PP catalán quien encargó las grabaciones a Método 3.
En realidad, el espionaje en La Camarga y todo lo que se ha desvelado a raíz de este asunto sirve de excusa desde hace tiempo para criticar a Sánchez-Camacho a quienes ven en ella el obstáculo principal para que el presidente despliegue una estrategia dura y sin matices contra las reivindicaciones independentistas de Artur Mas, al más puro estilo de José María Aznar esta semana.
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