Este artículo se publicó hace 16 años.
La policía asalta el palacio del Gobierno controlado por los manifestantes
Bangkok, 29 ago (EFE). - La Policía se enfrentó hoy a grupos de manifestantes antes de abrirse paso hasta el Palacio del Gobierno de Tailandia, ocupado desde hace cuatro días por los seguidores de la alianza antigubernamental que pretende forzar la caída del primer ministro, Samak Sundaravej y su Ejecutivo.
En un aparente intento de recuperar el control del recinto, cerca de un millar de policías de la brigada antidisturbios cargaron por sorpresa contra grupos de manifestantes apostados tras las barricadas que habían montado en calles adyacentes.
Según testigos, los agentes dispararon gases lacrimógenos sobre un grupo de seguidores de la Alianza del Pueblo para la Democracia que vigilaba una de las puertas del acceso a la sede del Gobierno, aunque ese extremo fue negado por la Policía.
Cerca de un centenar de policías, provistos de porras y escudos, escalaron las altas verjas del palacio del Gobierno, mientras un número similar sorprendió a los manifestantes tras penetrar en el recinto por una de las puertas traseras.
En el interior del recinto, algunos manifestantes se enfrentaron a los policías, al tiempo que los miembros del equipo de seguridad de la alianza formaron un cordón de en torno a sus cabecillas para impedir que fueran detenidos.
Al menos una veintena de personas fueron detenidas por la Policía, que se incautó de numerosos objetos contundentes, y según un portavoz oficial, encontró drogas en poder de algunos de los manifestantes.
El portavoz de la Policía, general Surapol Thuangthong, indicó que el objetivo de la operación fue la de entregar a los cabecillas la orden de desalojo del recinto dictada el día anterior por un tribunal de Justicia de Bangkok.
"No hemos querido dispersar a los manifestantes. La Policía no va a emplear la fuerza porque se trata de un asunto sensible", declaró a la prensa el general Thuangthong.
Por su parte, el coronel Norabun Nanna, señaló que tras cumplir su misión los agentes se retiraron de la sede del Gobierno, donde en su interior, calculó seguían cerca de 13.000 personas, además de otras 8.000 en el perímetro del Palacio.
La carga policial tuvo lugar unas pocas horas después de que los manifestantes provistos de palos y otros objetos contundentes, expulsaran del recinto a unos 400 agentes que se encontraban allí desde el pasado martes.
Hasta ese momento, la ocupación transcurría con aire festivo, con banquetes de comida gratuita y música.
Las personas atrincheradas en éste recinto oficial, reponían fuerzas con un variado menú que incluye pollo al curry, pescado, sopa, verduras y arroz, que ofrecen también a los turistas y curiosos que se acercaban a echar un vistazo.
El jefe del Gobierno, Samak Sundaravej, amenazó el miércoles con el empleo de la fuerza para acabar con la invasión del Palacio, pero unas horas más tarde anunció que prefería utilizar la estrategia de desgaste contra la revuelta político-festiva.
"La ocupación de la sede del Gobierno es una revolución democrática", insistía Prapansak Kamicpetch, un profesor universitario jubilado.
Las protestas callejeras comenzaron el pasado mayo, cuando los seguidores de la alianza acamparon y montaron un campamento con su escenario, frente al edificio de Naciones Unidas, para denunciar al Gobierno, que tachan de corrupto, de desleal a la Corona, y de ser un títere al servicio del ex mandatario Thaksin Shinawatra, depuesto en septiembre de 2006 mediante un golpe de estado.
Apoyada por la elite conservadora y sectores del Ejército, la alianza, que explota la propaganda monárquica y nacionalista para ganarse la simpatía del público, pretende que el rey designe un Gobierno de transición.
Los manifestantes, la mayoría de ellos vestidos con camisetas de color amarillo, que representa al rey, se protegen del sol abrasador bajo toldos, bajo los que dormitan, comen, charlan, y algunos parece que escuchan los discursos de los líderes de la alianza.
Sin encontrar resistencia, los manifestantes han extendido sus dominios hasta algunas dependencias oficiales, más allá de la explanada en la que en circunstancias normales, la guardia de honor y el jefe del Gobierno reciben a los ilustres invitados,
Un grupo de monjes budistas se ha sumado a la manifestación y escucha los discursos sentado entre incienso ardiente, a la que vez que contribuye a la fiesta con la preparación de platos vegetarianos para los manifestantes, que parecen insaciables.
Los vendedores ambulantes aprovechan la coyuntura para instalar puestos de gorras, pañuelos y camisetas, por supuesto todas de color amarillo, en las calles adyacentes al Palacio, y por las que familias enteras pasean alegres como lo harían por una verbena.
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