Este artículo se publicó hace 15 años.
Piratas y anarquistas
La Cofradía de los Hermanos de la Costa, una sociedad libre y sin autoridades, asoló el Caribe en el XVI.
Vestidos de mujer, de cura y de pescadores, los filibusteros comandados por Roca el Brasileño se situaron en posición de ataque. Como esperaban, el vigía del galeón español los confundió con un navío pacífico pero, cuando se acercaron lo suficiente, los tiradores desenfundaron sus pistolones. Los marineros blandieron sus sables y cuchillos, comenzando un minucioso plan de abordaje. En pocos minutos, toda la cubierta era suya.
De Roca el Brasileño, en realidad de origen holandés, dicen que fue el pirata más depravado de su época. Que amenazaba con disparar a cualquiera que no bebiese con él, que empaló a dos granjeros españoles porque se negaron a entregarle sus cerdos y que quemaba vivos a sus prisioneros. Vivió entre 1630 y 1671, en la edad de oro de los practicantes del pillaje, apresando a los barcos cargados de tesoros. Le capturaron una vez, pero la leyenda asegura que, durante el viaje, convenció a los soldados que le custodiaban con su labia y el vino a sublevarse y unirse a la vida criminal. Roca murió en 1673, en la absoluta miseria, víctima del alcohol.
El declive del imperio español generó el aumento de la pirateríaDel contrabando a la piratería
Fue una época brutal y sanguinaria, en la que los piratas incluso lograron establecer su propia base en la isla de Tortuga, frente a las costas de La Española, actual Haití. Aunque son muchas las leyendas y pocos los documentos, sabemos que realmente existieron, gracias al testimonio directo de Alexander Esquemelin, el llamado médico de los piratas. Los bucaneros se dedicaron inicialmente al contrabando, cazaban vacas y cerdos salvajes para venderlos a los barcos que navegaban en el Caribe. "España se aferró en la vana empresa de impedir todo contacto entre sus colonias y el extranjero, obligándolas a comerciar exclusivamente con la metrópoli, sin tener en cuenta que no disponía de medios que le permitieran abastecer a las poblaciones coloniales", escribe el historiador inglés Phillip Gosse. El declive del imperio español y las nuevas colonias generaron el gran aumento de la piratería. Los corsarios pasaron de atacar a los barcos españoles a atacar naves y ciudades de todas las naciones y no solo en América, sino también en Asia y África.
Al contrabando se apuntaron delincuentes, galeotes, desertores y otros proscritos segregados de la sociedad, los filibusteros, practicantes del pillaje, "habitantes promiscuos, que bebían y mantenían un comercio que los enriquecía", según el historiador Peña Battle. El punto estratégico de los asaltos tenía lugar en La Española, lugar de paso obligado para los barcos que van y vienen entre Europa y el Caribe.
La Cofradía asaltaba sin mirar la nacionalidad o la religiónCerca, en la isla de Tortuga, los piratas establecieron códigos que regirían "una sociedad libre y sin autoridades", según Juan Bosch. Eran gente de nadie, organizados para vivir sin patria, dios ni ley, que asaltaban sin mirar la nacionalidad o la religión. Según recuerda Bernardo Fuster, que acaba de publicar Los Hermanos de la Costa: Piratería libertaria en el Caribe (El Garaje Ediciones), los piratas no aceptaban ser gobernados "por las leyes que los ricos hacían para su propia seguridad", en palabras del pirata Black Sam, alias de Samuel Bellamy. Ellos preferían saquear a los ricos que a robar a los pobres, amparándose en la ley, radicalizando sus costumbres y desafiando a los imperios inglés y español.
De borrachos y delincuentes
Con el tiempo, los piratas "pasaron de simples ladrones a tener principios", explica Fuster. Nació así la Cofradía de los Hermanos de la Costa, cuya primera consigna era "libertad y botín". Después, eligieron a sus jefes y organizaron cómo debían ser los asaltos. Joseph Conrad y Herman Melville se rindieron a su arte. "¿Sería posible que robaran y asesinaran un día, se entregaran a las orgías al siguiente y descansaran después, convirtiéndose en filósofos meditabundos, poetas bucólicos, constructores de divanes?", se pregunta Melville.
Aunque los piratas de la Cofradía tienen "tanta historia como leyenda, alimentada por la literatura del romanticismo", hay quien ve en ella el inicio del anarquismo. No solo eran apátridas: rechazaban cualquier código penal y la propiedad privada. No admitían a mujeres, aunque sí permitían a nativas, esclavas y prostitutas, porque no alteraban la vida cotidiana "al no ser proclives a la formación de familias". Acogieron a negros y blancos, ilustrados y analfabetos, aventureros y criminales, hombres libres y esclavos, dispuestos a la cruel vida de los mares.
Tras el fin de la Cofradía, hacia 1700, víctimas del asedio de las potencias imperiales, los filibusteros cambiaron de actitud. Individualistas ahora, "comienzan a trabajar por libre, para quienes fletan sus expediciones e incluso montando sus propias empresas comerciales", explica Fuster. La solidaridad pirata había terminado.
Cuatro normas y un espíritu inexorable
1. Apátridas y rebeldes
Más que de leyes escritas, se trataba de valores que se transmitían oralmente. La primera norma de la Cofradía de los Hermanos de la Costa establecía que cualquiera pudiese alistarse a ella, independientemente de su nacionalidad y religión.
2. Sin propiedad privada
El botín se repartía a cada pirata según su graduación en el barco, pero ni las naves (que eran previamente robadas) ni las tierras de la isla de Tortuga pertenecían a nadie: pasaban a ser de la colectividad, dispuestas para ser utilizadas en los abordajes.
3. Libertad de acción
No hay obligaciones, ni siquiera en beneficio de la comunidad. No hay impuestos ni presupuestos, ni un código penal: entre los piratas, todo se resuelve de hombre a hombre mediante duelos y asambleas. "Los derechos de cada uno garantizaban la libertad de todos", recuerda Fuster en su libro.
4. Las mujeres
Solo admitían a las nativas, las esclavas y las prostitutas, pues consideraban que ellas no podían alterar la vida cotidiana, al no ser proclives a la creación de familias. De hecho, "cuando las potencias querían controlar a los filibusteros, enviaban destacamentos de mujeres para fomentar el matrimonio, consiguiendo que muchos piratas acabaran viviendo como colonos".
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