Este artículo se publicó hace 16 años.
Picasso, el rey de las pinacotecas andaluzas
Pablo Ruiz Picasso nació en Málaga hace 127 años y renació en 2003. Fue ese año, un lluvioso 27 de octubre, cuando los reyes inauguraban la que entonces era la esperanza cultural de una ciudad que se asomaba al siglo XXI con la intención de reivindicar como propia la figura de su vecino más universal. El genial pintor pasó los primeros diez años de su vida en la urbe que le vio nacer. En ella dio sus primeros trazos y se enamoró de la fiesta de los toros.
En este lustro, el Museo Picasso Málaga ha recibido más de 1.700.000 personas. Se ha convertido en la pinacoteca más visitada de Andalucía y ha colocado a la ciudad que vio nacer al pintor más importante de la última centuria en el mapa artístico nacional. Con este museo, Málaga no solamente se ha situado en la línea de urbes como Nueva York, París o Barcelona, que cuentan con un espacio exclusivo dedicado al artista, sino que se ha convertido en una referencia para todo aquel que se considere amante de sus pinturas cubistas o surrealistas.
Terreno por conquistar
Bien es cierto que, para muchos, la exposición permanente de Málaga no alcanza el nivel de sus hermanas en Europa o Estados Unidos, pero también lo es que es imposible encontrar en apenas 300 metros elementos tan importantes en la vida del pintor como la casa en la que nació –hoy convertida en sede de la Fundación que lleva su nombre– o el museo que le rinde homenaje en su ciudad natal, en el que se pueden ver trabajos tan representativos como el retrato que le realizó a su mujer, Olga Koklova, o Retrato de Paulo con gorro blanco, entre sus 155 obras.
Pero Picasso todavía no ha transformado a Málaga económicamente con la magnitud que algunos intuían. Llegan más turistas que dejan más dinero, pero muchos van agrupados en excursiones organizadas que apenas tienen tiempo para comprar souvenirs o tomarse un café en los establecimientos que circundan a la pinacoteca.
Lo dicen los hosteleros y comerciantes de la zona. Las tiendas de recuerdos afloran entre estrechas calles. Unas, como en la que trabaja Beatriz Barros y situada en la misma puerta del Museo, venden fundamentalmente “calendarios y láminas” del pintor. Otras, algo más alejadas, viven a rebufo de la marca Picasso, “pero apenas se nota en las ventas”. Lo dice Siaomia Irma Bahta. Es húngara, lleva un mes instalada en un local frente a la iglesia en la que fue bautizado el pintor, pero sus clientes no tienen un especial interés en adquirir productos del artista.
Más impacto ha tenido el museo en los conocimientos que los ciudadanos tienen sobre uno de los creadores del cubismo. Desde la apertura de la pinacoteca, 26.000 escolares han pasado por el departamento educativo de la misma. En los actos que la Casa Natal organizó el pasado fin de semana, niños de apenas 12 años explicaban cómo Picasso se sintió atraído por el arte o cómo cambiaba sus pinturas en función de su estado de ánimo. Más de 500 estudiantes participaron en una Gymkhana Picassiana englobada en los actos conmemorativos del aniversario del nacimiento del pintor, que atrajeron a 3.000 personas durante el fin de semana dentro del XXI Octubre Picassiano.
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