"La acróbata de la bola", una de las pinturas más representativas del periodo rosa de Picasso, será durante tres meses el punto final al recorrido por las colecciones del Museo del Prado, gracias al préstamo realizado por el "Pushkin" de Moscú, del que la obra no había salido desde 1971.
Pintada por el artista malagueño en 1905, cuando tenía veintitrés años, la exhibición de la obra en la sala 60 del museo se encuadra en el programa "La obra invitada", patrocinado por la Fundación Amigos del Museo.
Tras la intensa y melancólica expresividad de su época azul, en el periodo rosa, desarrollado en París en 1905, Picasso indagó de un modo esencial en los aspectos más plásticos de la pintura: el dibujo, conciso y enérgico; la forma, cerrada y perfecta; y el volumen, muy marcado.
"Su búsqueda se orientó así hacia un rumbo muy distinto al de los jóvenes artistas franceses, fascinados por el colorido violento del fauvisme", comentó durante la presentación Javier Barón, jefe del Departamento de Pintura del siglo XIX del Prado.
"La acróbata de la bola", óleo sobre lienzo de 147x95 cm, es en su opinión uno de los máximos exponentes del genio de Picasso y uno de los más destacados del periodo rosa.
Barón recordó que desde 1904 Picasso visitaba a menudo el Circo Medrano, instalado cerca del estudio que el artista tenía en el Bateau-Lavoir, en Montmartre.
Su acercamiento al circo tuvo un carácter universal y profundo. A través de las simbólicas figuras del circo, el pintor realizó una reflexión sobre la vida del artista y la vinculó a su investigación sobre los problemas fundamentales de la pintura.
Las dos figuras principales de esta obra revelan los polos del arte de Picasso, la creatividad y la fantasía, por un lado, y la seriedad y el rigor, por otro, señaló el comisario.
Picasso estudio en varios dibujos preparatorios la composición de la pintura, que revela un cuidado equilibrio entre la ligereza de la acróbata y el peso del atleta."La esfera y el cubo en los que se apoyan realzan estas cualidades y el consiguiente contraste entre ambas figuras".
Además "la muchacha aparece pintada casi en dos dimensiones, lo que resalta su ingravidez frente al volumen, modelado por las gradaciones de luz y sombra, del hombre. El color, en una gama de rosas y ocres, y el paisaje del fondo, que se ha relacionado con los de la infancia malagueña del artista, contribuyen de modo decisivo a la esencialidad de la obra".
El director del Prado, Miguel Zugaza, comentó que de todos es conocida "la obsesión del Prado por Picasso" y recordó que en la exposición "Picasso. tradición y vanguardia" organizada el 2006 en colaboración con el Museo Reina Sofía "faltaba esta obra fundamental que desde 1971 no había salido del Pushkín".
Con motivo de la celebración del Año Dual España-Rusia "recibimos con satisfacción la propuesta del préstamo de esta magnífica obra durante unos meses".
Hasta el 18 de diciembre, "La acróbata de la bola" será "el colofón del Prado. Nunca ha estado el museo mejor rematado. Celebrémoslo como un espejismo".
Esta excepcional obra se puede contemplar en el Prado gracias a Irina Antónova, directora del Museo Pushkin desde 1961, para quien el Año Dual se ha plasmado en intercambios culturales y artísticos.
Con 89 años, Antónova relató emocionada la importancia que tiene Picasso en Rusia, desde que se inaugurara en el año 1956 su primera exposición, organizada por el propio artista y por el escritor ruso Iliá Erenburg. Esta muestra supuso, en su opinión, la definitiva consagración del artista, hasta entonces bastante controvertido para los rusos.
"Enviar el cuadro de Picasso a otro país es para nosotros una decisión muy especial ya que es una de las pinturas más importantes y más representativa de muestro museo. Es este el cuadro más conocido, hermoso y amado" de un artista "que veneramos" y que "representa lo más alto, lo más elevado y lo más violento del siglo XX".
Irina Antónova recordó la historia de la pintura, que fue comprada directamente al artista por la norteamericana Gertrude Stein. Pasó luego a la Galería de Kahnweiler, que la vendió en 1913 al coleccionista ruso I. A. Morosov y tras la Revolución se integró en las colecciones estatales y desde 1948 se encuentra en el Pushkin de Moscú.
A este museo viajará el próximo año la pintura de Velázquez "El príncipe Baltasar Carlos a caballo", para formar parte de la exposición que se organizará con motivo de la celebración del centenario de su inauguración.
Mila Trenas
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