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El Papa llega a EE.UU. con un mensaje de disculpas por los abusos sexuales de sacerdotes

EFE

El papa Benedicto XVI llegó a Washington para una visita de seis días a EE.UU. con un mensaje de disculpas por los abusos sexuales contra menores perpetrados por algunos sacerdotes en este país, que ha calificado de "vergüenza".

El pontífice llegó poco antes de las 16.00 hora local (20.00 GMT) a la base aérea Andrews, en las afueras de Washington, donde fue recibido por el presidente George W. Bush; su esposa, Laura, y su hija Jenna, en un gesto sin precedentes en los siete años y medio que lleva en el poder el gobernante estadounidense.

Un Bush aparentemente relajado y su esposa, vestida con un traje de chaqueta y falda negro, recibieron al Papa con un apretón de manos. Jenna pareció dudar si hacer una genuflexión antes de estrechar la mano de su santidad

Uno de los asuntos candentes que espera a Benedicto XVI es la ola de abusos a menores entre los sacerdotes católicos, que empezaron a salir a la luz en 2002 y que han dejado como herencia una Iglesia con problemas económicos debido a las indemnizaciones millonarias que ha debido sufragar y un alejamiento de parte de sus fieles.

En declaraciones a bordo del avión que le transportó a EE.UU., Benedicto XVI dijo hoy que los escándalos de pederastia fueron "una vergüenza que no se debe repetir".

Esos casos, precisó, supusieron "un gran sufrimiento para EE.UU., para la Iglesia y para mí, personalmente".

"No comprendo cómo esto pudo suceder", agregó el Obispo de Roma a los periodistas que le acompañaron en el avión.

Benedicto XVI añadió que "cuando leo las historias de las víctimas me parece imposible entender cómo ha podido suceder que un sacerdote traicione su misión de dar aliento y el amor de Dios a estos niños".

Fue tras esa frase que el Papa calificó como una "vergüenza" esos actos y agregó: "ahora tenemos que hacer todo lo posible para que esto no vuelva a suceder".

El Pontífice explicó que para evitar casos como estos, la Iglesia actuará en varios niveles: "poniendo reglas, reconciliándose con los católicos y con una buena formación de los sacerdotes".

Antes de profundizar en esos tres niveles, Benedicto XVI subrayó que se refería a la pedofilia "y no a la homosexualidad".

La portavoz de la Casa Blanca, Dana Perino, no descartó hoy en su rueda de prensa diaria que el asunto figure en la conversación que mantendrán hoy en el Despacho Oval Bush y el Papa, aunque indicó que la agenda tiene otras prioridades.

Entre ellas, citó los derechos humanos, la tolerancia religiosa y la necesidad de colaborar para combatir la ideología extremista. Bush también se interesará por el trabajo papal en la promoción del diálogo entre las distintas confesiones.

La situación en el Líbano completa, según Perino, la agenda prevista entre ambos.

Antes de su reunión en el Despacho Oval, Bush y la primera dama recibirán al Papa con una ceremonia de bienvenida en los jardines de la Casa Blanca en la que se esperan entre 9.000 y 12.000 personas.

Benedicto XVI "oirá del presidente que EE.UU. y el mundo necesitan escuchar su mensaje, que Dios es amor, que la vida humana es sagrada, que todos debemos guiarnos por la ley moral común y que todos tenemos la responsabilidad de cuidar de nuestros hermanos que lo necesiten, en casa y en todo el mundo", declaró Perino.

La Casa Blanca tiene previsto también ofrecer una cena en honor del pontífice, que cumple 81 años hoy, y a la que están invitados líderes católicos. Pero el Papa no estará presente porque participará en una reunión con los obispos estadounidenses.

La estancia del Obispo de Roma en Washington se completa con una misa en un estadio de béisbol ante 45.000 personas, una reunión con representantes de otras confesiones y otra con personalidades del mundo universitario católico.

En Nueva York, el Papa visitará la sede de la ONU, ofrecerá otra misa y celebrará un encuentro con los jóvenes. También, entre otros actos, acudirá a la "zona cero", donde tuvieron lugar los atentados del 11 de septiembre de 2001.

La visita papal está rodeada de fuertes medidas de seguridad, que se complican por la necesidad de combinar su protección con las exigencias de acceso del público a los actos.

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