Este artículo se publicó hace 13 años.
Orgullo es política y alegría
El Orgullo es política en estado puro y es que lo serio no ha de ser aburrido. ¿Acaso no es político desafiar la heteronormatividad y el machismo con esta explosión de diversidad? Además, cada año hemos reivindicado la visibilidad lésbica, los derechos de las personas transexuales, la educación... Y en 2011 un doble mensaje: salud e igualdad, por derecho.
Derecho a la salud, porque las personas LGTBI somos invisibles en las políticas sanitarias y porque sufrimos una nueva crisis de transmisiones de VIH-sida que nos obliga a lanzar un grito de alerta. Y defendiendo la igualdad legal que hoy está amenazada por el recurso del PP contra el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero también por la LGTBfobia de algunos medios, jueces, de la jerarquía católica... Y lo hacemos, desde los duros años noventa, con la colaboración del empresariado. Sabemos que entorno al Orgullo hay muchos intereses. Lo fácil (y cómodo) es evitar la "contaminación" del mercado. Gestionar esa complejidad implica contradicciones y también oportunidades que aprovechamos para que avance nuestro discurso de respeto. Somos una minoría, pero no tenemos vocación de marginalidad e irrelevancia. Hoy el Orgullo es una potente herramienta de reivindicación y por eso hay quien quiere reprimirla.
Un compañero nos repetía cada año: "Hay que tener mucho orgullo para aguantar tanta discriminación" y es cierto, cada uno, cada una, a su manera, no queremos tolerancia, ni ser iguales que nadie Exigimos, como en 1969 en Stonewall Inn, respeto y dignidad para todos y todas.
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