Este artículo se publicó hace 15 años.
Nueve meses o nueve minutos
Luna Miguel
Minuto uno: el metro de Madrid es una marea roja. Veo familias con banderas, camisetas, pegatinas y gorras de corazones. Son felices. Sonríen como nunca. Parece que escupan vida por la boca.
Minuto dos: lo que más me sorprende son esas niñas de catorce años. Sus comentarios "porque después de la mani me voy al McDonald´s". Agarradas al brazo de su madre. Niñas que aún no han hecho el amor y que algún día también sentirán el miedo en sus vientres por culpa del preservativo roto.
Minuto tres: la tripa asoma. Las tripas de los viejos en silla de ruedas, las tripas de las monjas, las tripas de la tercera edad gritando con aliento preconstitucional.
Minuto cuatro: me agobia tanta gente. Me agobia verles reír. Me asusta pensar cómo piensan. Me asusta pensar que piensen que soy una asesina por no estar de acuerdo con ellos.
Minuto cinco: siento las pataditas. No se puede respirar. En el Paseo del Prado suena Live is life (y me río sabiendo que el grupo que lo interpreta se llama Opus).
Minuto seis: a mi lado hay un señor con fetos de juguete en la mano. Qué mal rollo. ¿Será niña o niño?
Minuto siete: la manifestación nos ha costado mucho dinero, por favor, depositen sus bienes en las huchas gigantes.
Minuto ocho: vivan la vida hipócrita y los discursos fáciles. No sabía qué hacer y entonces pregunté a Dios. Las señoras de los seis litros de laca lloran con los testimonios de esas mujeres. No lo aguanto.
Minuto nueve: Huyo hasta Colón. Una niña me ofrece caramelos con forma de corazón. Me preparo para el parto: "yo abortaría", confieso. Ella cierra la bolsa de dulces: "pues entonces no te doy".
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