Este artículo se publicó hace 15 años.
Nothomb, por fin, encuentra la felicidad en sus novelas
La belga Amélie Nothomb (Kobe, Japón, 1967), cambia de registro en su última novela, Ni de Eva ni de Adán (Anagrama en castellano y, en catalán, Empúries). "No sólo escribo novelas tétricas y ácidas. A veces escribo sobre la felicidad", advirtió ayer, antes de tranquilizar a sus lectores más góticos: "En la siguiente novela vuelvo a lo oscuro". La nueva historia, "de las más descaradamente autobiográficas", describe el amor que vivió con el japonés Rinri entre 1989 y 1991, cuando regresó a Japón, su país natal, tras abandonarlo a los 5 años.
La trama explica, como no puede ser de otro modo, la sociedad japonesa. "Es imposible no hacerlo al contar la relación con mi novio: aparece la universidad, la familia, las costumbres..." Y rompe muchos tópicos que hacen referencia al "universo comercial" de ese país, partiendo, en cierto sentido de la incomunicación: Ni de Eva ni de Adán es una expresión francesa que hace referencia a alguien de quien nada se sabe. "Refleja la extrañeza absoluta que representaba este chico para mí. A través de nuestra relación, pude ver más de los japoneses".
66 hijos escritos
Nothomb reconoció ayer que, esa mañana (trabaja cada día de su vida de cuatro a ocho de la mañana) empezó su novela 66 (19 publicadas), con su boli Bic y en su libreta de espiral. "Mis manuscritos son como hijos míos. Los tengo en mi testamento para que nadie los toque 75 años después de mi muerte. Desde luego, me preocupa qué les pasará después".
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