"No van contra mi hijo, es contra mí"
El presidente defiende el nombramiento de Jean Sarkozy porque "hay que rejuvenecer las élites"
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"A través de esta polémica ¿Contra quién apuntan? No contra mi hijo, es contra mí". Con estas palabras tan tajantes como desprovistas de fondo intentó ayer el presidente francés Nicolas Sarkozy poner punto final a la tempestad política causada por su intervención personal, destinada a obtener el nombramiento de su hijo, Jean Sarkozy, de 23 años y sin diploma alguno, al suculento cargo de jefe del distrito de negocios parisino de La Défense.
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El presidente francés, tras anunciar el contraataque vía su página de Facebook el jueves, ofreció ayer una extensa entrevista a un diario amigo, el conservador Le Figaro, propiedad del industrial de armamento Serge Dassault. Larga entrevista en la que retomó uno por uno todos sus últimos tropiezos, que han irritado a la mayoría conservadora hasta ahora fiel y sumisa.
Frente a las acusaciones de "nepotismo" y "favoritismo" por haber maniobrado para lograr que su vástago se ice a la presidencia del Establecimiento Público de La Défense (Epad), intentó presentar la cuestión bajo su mejor aspecto. Aparentó indignarse por las críticas hacia su retoño, afirmando que tiene tanto derecho a presentarse a la presidencia del Epad como cualquier hijo de vecino.
"Es un puesto no remunerado y por lo tanto no es una prebenda. Es una elección, y por lo tanto no es nepotismo", aseguró. "¿Hay una edad para ser competente? Yo deseo un rejuvenecimiento de nuestras élites políticas, que están bien envejecidas", zanjó.
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En esas frases hay, de facto, una mentira, una omisión y una actitud de oídos sordos difícilmente aceptables en un debate democrático. La mentira: la "elección" del presidente del Epad es, de hecho, una votación en el seno de un colegio de altos funcionarios del Estado obligados a respetar la disciplina jerárquica y de ediles del partido de Sarkozy igualmente obligados a la disciplina. No pueden, pues, oponerse al favor del presidente para con su hijo.
La omisión es peor aún. A lo largo de toda la entrevista, pese a lo extensa que fue, el presidente se abstiene en todo momento de explicarse sobre la principal acusación de la que es objeto. Desde el miércoles pasado se sabe que Sarkozy intervino personalmente en julio para, contra la opinión del Gobierno, modificar un proyecto de decreto y jubilar anticipadamente este mismo año al actual presidente del Epad. Así, favoreció a su hijo. Respecto a ese punto, los lectores de Le Figaro se quedaron a dos velas porque el diario no preguntó nada y Sarkozy guardó silencio.
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Por último, el presidente hizo claramente oídos sordos al contenido de la tempestad de críticas de la derecha, el centro y la izquierda contra Jean Sarkozy. Nadie ha criticado la edad de Príncipe Jean y nadie ha dicho que no haya que "rejuvenecer las élites". Por el contrario, como dijo hace cuatro días el diputado conservador Pierre Cardo "en este país hay padres que sufren para encontrar una beca de prácticas" para sus hijos titulares de un máster en derecho. Lo que se critica a Jean Sarkozy es que, desprovisto de diplomas y de experiencia, va a sentarse en un muy confortable sillón por el mero hecho de ser hijo del jefe de Estado.
Un sondeo del instituto CSA publicado ayer indicaba que un 64% de los franceses desaprueban la nominación de Príncipe Jean a la presidencia del distrito especial de negocios y que ésta es impopular incluso entre los votantes del partido de Sarkozy, un 51% son hostiles.
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Según los medios franceses, el presidente reiteró ayer a sus íntimos que "no cejará en este asunto" y dio consignas a sus ministros para que cierren filas públicamente.