"Los niños educados en casa sacan mejores resultados en PISA"
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Uno de los hijos de Manel Moles (Terrassa, Barcelona, 1972) perdió las ganas de aprender en segundo de Primaria. Darse cuenta de ello fue lo que llevó a este profesor de secundaria y a su pareja —también docente— a plantearse que la escuela no es el único lugar donde los niños pueden aprender. Desde entonces, educan a sus tres hijos en casa. Una experiencia que Moles, miembro de la Coordinadora Catalana pel Reconeixement i la Regulació de l'Educació en Familia, ha contado en forma de novela en No quiero ir a la escuela (Círculo Rojo Editorial, 2013). A través de las motivaciones, las dudas, los modelos pedagógicos y las dificultades que entraña la educación libre, Moles desgrana el día a día de un movimiento alternativo que, sin estar reconocido formalmente en España, ya es una opción regulada y extendida en Estados Unidos y Reino Unido.
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¿Cuáles son las necesidades de los niños que la escuela no satisface?
Tenemos que partir de la base de que cada niño tiene sus propias necesidades. La escuela ofrece un servicio muy fijo. A todos los niños, lo mismo. Mismo horario, mismas asignaturas, mismos libros. Sin embargo, las necesidades de los niños son muy variadas. A un niño puede interesarle estar todo el día en el campo, corriendo, saltando; a otro niño puede interesarle hacer un experimento; a otro, cantar; a otro, jugar. No es que la escuela no pueda satisfacer esas necesidades, sino que para la escuela es muy difícil dar a cada niño aquello que necesita en cada momento, de acuerdo con sus características, sus circunstancias, su entorno y sus intereses.
¿Es positivo entonces que los niños tengan y hagan siempre lo que necesitan?
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Hay un tema que son los límites y en eso hay diversidad de opiniones. Hay familias que prefieren una educación dirigida y otras que prefieren establecer límites dentro de los que los niños decidan a qué dedican su tiempo. Podríamos debatir horas y horas qué es mejor o peor, pero no se trata de algo absoluto. Yo pienso que si el entorno familiar cree que lo mejor es el aprendizaje dirigido, lo mejor para ese grupo será el aprendizaje dirigido porque es en lo que creen. Y lo mismo con la educación no dirigida. Hay familias que educan en casa mediante un aprendizaje dirigido, otras que utilizan los mismos libros de la escuela y otras que educan sin dirigir. Son diferentes vías de aprendizaje y cada familia escoge la que considera que mejor puede ir.
¿Un padre o una madre pueden llegar a ejercer el rol de profesor? ¿Pueden asumir la autoridad externa de un maestro?
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Cada profesor representará una figura diferente para cada niño. No hay un perfil de profesor, existen diferentes modelos pedagógicos. Hay padres autoritarios, permisivos, dialogantes y los que simplemente pasan de todo. Y en el caso de los profesores pasa lo mismo. Tanto si aprende en el colegio como en casa, el niño se relaciona con muchas personas y encontrará esa diversidad.
¿Qué clase de padre-profesor es usted?
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Yo utilizo una pedagogía dialogante. Hay decisiones que los niños pueden tomar, pero otras están impuestas por los adultas como personas responsables del entorno. Hablemos, negociemos pero, por ejemplo, a las ocho de la noche se acaba el día. Podemos discutir, pero esto no está dentro de su ámbito de decisión, sino en el ámbito de decisión de los adultos. Cada familia tiene su patrón de comportamiento.
Usted y su mujer educan a tres niños de seis, 11 y 13 años. ¿Cómo es un día de clase en su casa?
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La situaciones van variando. Este año yo estoy trabajando desde casa, así que el peso lo llevo yo. Hacemos un aprendizaje no dirigido. Dedicamos el tiempo a lo que a ellos les apetece. Bajar al garaje, salir a la calle a jugar, hacer cosas con el ordenador. En sus actividades diarias, les van surgiendo consultas, preguntas, cosas en las que necesitan ayuda. Y ahí es cuando el adulto puede aportarles conocimiento y aprendizaje. La base es que hacen lo que les llama la atención. No hay una organización ni unos objetivos.
¿Tampoco hay libros?
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Hay libros, pero están en las estanterías. Si quieren cogerlos, los cogen. Si no quieren, no los cogen. Yo les propongo actividades que a mí me interesan, que creo que son interesantes de aprender. Si se enganchan y la cosa tira para adelante, la vamos haciendo mientras a ellos les interesa. Si no, la dejo reservada y más adelante la vuelvo a proponer si me parece interesante. Sin forzar. Cuidando mucho la motivación intrínseca, la motivación propia del niño por hacer cosas. El objetivo es que sean competentes, pero que esa competencia la adquieran por voluntad propia, que no se vean forzados a hacer las cosas. Si se les respeta su propio interés, lo mantienen y cada vez tienen más ganas de hacer más cosas.
Un personaje de la novela cuestiona que todo se centre en el juego porque los niños también tienen que aprender a esperar y a que no todo es como ellos quieren y cuando ellos quieren.
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Con los juegos simbólicos, los niños representan una ciudad con personajes que pasan por diferentes situaciones. El chaval simula en el juego lo que pasa en el mundo real. El niño vive en este mundo, observa, experimenta cosas y después, para intentar entenderlas, las lleva a su juego. Tenemos la visión errónea del juego como un pasatiempo o un momento sin importancia en que el niño se relaja y se lo pasa bien, pero yo he visto a mis hijos sufrir en el juego por las situaciones que se generan. También se esfuerzan. A veces montan una ciudad o un ejército con plastilina y hacen hasta 20 muñequitos. Ahí ha habido un esfuerzo. Es un trabajo que los adultos quizá no vemos tan fácilmente porque no concuerda con nuestra idea del trabajo, pero el trabajo está. Además, también damos mucha importancia al trabajo del hogar. Es otra oportunidad de aprendizaje: hacer pan con la panificadora, lavar la ropa, ordenar... están aprendiendo y son tareas que pueden dar pie a otros aprendizajes. Además, el trabajo del hogar se valora poquísimo en esta sociedad a pesar de ser un trabajo importante para la satisfacción personal y el bienestar.
Usted es profesor de secundaria. Su pareja, de primaria. ¿No es necesario que quien enseñe esté formado para ello?
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No. De hecho, hay cosas que a nosotros nos ha costado mucho ver y que otras familias sin formación pedagógica han visto enseguida. El hecho de haber estudiado tanto sobre pedagogía orientada a la escuela puede constituir un hándicap porque tienes expectativas. En cambio, una familia que no esté formada entiende enseguida que lo que sus hijos aprendan lo van a aprender con ellos y lo hacen de una forma mucho más natural, quizás sin tanto conflicto interno. En cuanto a los conocimientos que necesitas para educar a tus hijos, un profesor es una persona que ha ido a la universidad y ha hecho una carrera y ha aprendido una serie de cosas. Pero todos somos personas y todos tenemos capacidad de aprender, de modo que un padre o una madre, durante el tiempo de crianza de sus hijos, tiene la oportunidad de aprender. Además, el aprendizaje actualmente es una habilidad que dura toda la vida, tienen que aprender los hijos pero también los padres. Un padre que adquiere la responsabilidad de educar a sus hijos tiene clarísimo que debe evolucionar, aprender, acceder a nuevos conocimientos para después facilitárselos a sus hijos.
¿Qué pasa si los padres que educan en casa son estrictos y reaccionarios?
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Es que igual ese padre estricto y reaccionario acierta con la educación de sus hijos y yo me equivoco. Yo tengo claro cómo debo educar a mis hijos pero no cómo debe hacerlo otra persona. Y después están las leyes que defienden a los niños y marcan los límites. Si alguien vulnera eso ya no está educando en casa. Tiene a sus hijos secuestrados, explotados. Ya no es aprendizaje, es otra cosa.
¿Hay algo que sólo se pueda aprender en la escuela?
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Es difícil afirmar cosas tan absolutas. Yo no he visto aprendizajes que sólo se hagan en la escuela. El colegio tiene muchos aspectos positivos, pero estos aspectos positivos se pueden reproducir. Puedes reproducir el grupo-clase con un grupo de chavales. La figura del profesor la puedes reproducir con una persona que se hace cargo de los niños y hace de profesor. Y hay familias que hacen talleres en casa, con otros niños, con otras familias. Ahí ya tienes un grupo-clase. El aprendizaje no depende de la estructura. La escuela no tiene la exclusividad de la estructura para enseñar, cualquier grupo social la puede reproducir.
¿Cómo se lleva a cabo en casa la socialización y la convivencia con la diversidad que hace posible la escuela?
La educación no se hace en casa, se hace en todo el mundo. Los niños no están encerrados en casa. Hay encuentros periódicos de familias que educan en casa y algunas van todos los días para que sus hijos estén con otros niños. La diversidad no sólo está en un grupo de niños de la misma edad, como puede ser un aula, donde además puede haber cierta homogeneidad. En estos encuentros, los niños se relacionan con niños mayores, más pequeños, con adultos... Además, no sólo nos relacionamos con gente que también educa en casa, nos relacionamos con los vecinos, los niños juegan con niños que van a la escuela, vamos a las mismas bibliotecas... Y ahí existe la misma variedad de nacionalidades y niveles económicos que en el colegio. Porque esa diversidad no es exclusiva de la escuela, sino de la sociedad. Hay familias que educan en casa que tienen un alto nivel adquisitivo y otras que son mileuristas y tienen dificultades para llegar a fin de mes.
Para educar en casa, uno de los dos miembros de la pareja tiene que dejar el trabajo o reducir su jornada laboral para estar en casa. ¿No es una alternativa elitista?
Por la experiencia que yo tengo y las familias que yo no conozco, la opción de educar en casa no es propia de familias con dinero. Es una cuestión de prioridades y de decidir qué es importante y qué no. A qué le quiero dedicar tiempo y a qué no.
La educación en casa no está reconocida ni regulada en España. ¿Qué problemas supone para los que la practican?
Hay familias que tienen problemas con los Servicios Sociales, porque vienen y te dicen 'tu hijo no va a la escuela'. Respondes que educas en casa y te dicen que eso no existe. A muchos nos dejan tranquilos, pero si hay algún problema tampoco se mojan. A nosotros nos gustaría que hubiera una regulación que contemplara toda la variedad de maneras de enseñar que existen. Desde el que hace escuela en casa con libros y asignaturas al que deja libertad al niño para que aprenda a su ritmo. Un modelo muy interesante es el del Reino Unido, donde los padres tienen bastante libertad. Hay 300.000 niños estudiando en casa. Y en EEUU, hay más de dos millones. Allí hay estados muy estrictos que exigen que los niños pasen pruebas y otros dejan más libertad.
¿Qué diría a los que piensan que los niños educados en casa no adquieren los mismos conocimientos y competencias que los que van al colegio?
La escuela siempre ha transmitido conocimientos, no competencias. En las pruebas PISA, que evalúan competencias, un niño educado en casa obtiene mejores puntuaciones que uno escolarizado. En España no lo sabemos porque la educación en casa desde el punto de vista de la Administración no existe, no hay registros ni seguimientos, pero en otros países donde está extendida y normalizada, el rendimiento es superior. En cuanto al tema de los títulos, lo importante no es tener el título, sino los conocimientos, las competencias y las capacidades que el título supone. Y los niños educados en casa llevan bien el cambio al instituto. La escuela da un aprendizaje repetitivo. Se dan los mismos contenidos en diferentes momentos de maduración del niño, y como no todos lo captan todo, los profesores tienen que repetirlos año tras año. En casa sólo le das al niño lo que pueda absorber. Cuando los chavales escolarizados llegan al instituto llevan diez años esforzándose, algunos ya están quemados, han perdido el interés, están frustrados. Los educacods en casa llegan frescos, lo ven como una novedad. El niño ya está bastante maduro, entra con ganas y de forma bastante fluída.