El número de víctimas es tan escalofriante como la salvajada que hay detrás de la palabra ablación. Más de 130 millones de mujeres viven con sus genitales mutilados. Cada año, dos millones de niñas están en riesgo de que una cuchilla les niegue el derecho a disfrutar plenamente del sexo. Eso, sin mencionar la cantidad de enfermedades, infecciones y muertes en que deriva esta práctica, muy extendida por África.
La Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo(AECID) aprovechó que ayer se celebraba el Día Internacional de Tolerancia Cero contra la ablación para informar de las actuaciones que está llevando a cabo con este fin en varios países africanos, como Níger, Etiopía, Guinea Bissau y Níger.
Los programas que lleva a cabo la AECID tratan de erradicar esta práctica, que, al formar parte de la cultura de ciertos grupos, es defendida e impulsada por las propias mujeres. Las que se niegan no suelen contar con el apoyo de los vecinos. La educación es una de las armas más potentes con que cuentan estos programas.
En España, la ablación es un delito y tiene penas de hasta 12 años de cárcel. Desde 2005, la Generalitat catalana puede perseguir casos de ablación ocurridos fuera de Catalunya. En los últimos cinco años, el gobierno autonómico ha intervenido en 223 casos ante riesgo de ablación.
La responsable de Investigación de Amnistía Internacional, Julia Tamayo, asegura que la mutilación genital femenina está anclada en la discriminación, y que el problema se debe atacar de raíz, “la discriminación por género y los prejuicios sobre la sexualidad de las mujeres”, explica.
Vivir de la ablación
La ablación también crea negocio. Muchas mujeres de Marigat, una población al oeste de Kenia, viven de ella y se niegan a dejar de realizarla. En Marigat conviven tres tribus que aún practican la mutilación del clítoris, aunque el gobierno de el país prohibió esta práctica en 2001.
¿Cómo evitar entonces que se dejen de mutilar los genitales de sus niñas? La ONG World Vision ha puesto en marcha un proyecto que incluye la concesión de microcréditos a las profesionales de la ablación, para que se busquen otro medio de ganarse la vida. La ONG está en contacto con las autoridades sanitarias, asociaciones de mujeres e iglesias para realizar campañas preventivas. Tienen que luchar contra la costumbre. En Marigat las niñas se casan a los 12 años, pero sin ablación no hay boda. Consideran, erróneamente, que el clítoris es sucio e impide el parto natural.
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