Este artículo se publicó hace 15 años.
El museo Albertina de Viena destapa nuevas riquezas del Siglo de Oro de Rembrandt
El rico esplendor artístico del "Siglo de Oro" de las jóvenes Provincias Unidas neerlandesas y su mayor exponente, Rembrandt van Rijn, se reflejan en una exposición que a partir de mañana ofrece el museo Albertina de Viena.
"La época de Rembrandt" es el título de la muestra, que podrá visitarse hasta el 21 de junio en las salas del mayor archivo de obras gráficas del planeta, y que invitan a adentrarse en un mundo lleno de nombres de artistas, tanto conocidos como desconocidos.
Unas 150 obras de ese archivo, todas creadas por neerlandeses en el siglo XVII, y 40 pinturas al óleo de la misma época pertenecientes a otras colecciones, conforman este homenaje no sólo al genio de Rembrandt, sino también a innumerables talentos de ese extraordinario florecimiento cultural.
El auge económico y comercial que vivió la sociedad holandesa tras su independencia del Reino de España fue acompañado también por la transición del manierismo flamenco a "una nueva comprensión del realismo", recordó hoy en rueda de prensa Klaus Albrecht Schröder, el director del Albertina.
La nueva percepción del mundo quedó reflejada en una enorme variedad de especialistas en pintura que surgió en las siete "Provincias Unidas" gracias a su organización política, diferente al resto de Europa: una potente burguesía determinaba el destino de la sociedad, enriquecida por un creciente comercio internacional.
La compra y posesión de cuadros y dibujos se convirtió en una costumbre extendida en las nuevas clases sociales pudientes, permitiendo a numerosos dibujantes y pintores poder vivir del arte, aunque muchos de ellos practicaban además otras profesiones.
En medio de la gran demanda y competitividad del nuevo mercado, el resultado fue una proliferación de talentos especializados en todo tipo de técnicas y géneros.
Según Schröder, Rembrandt aparece aquí como una contraposición a sus contemporáneos, pues el célebre maestro no se especializa, sino que domina todas las técnicas y géneros, y logra una síntesis nueva de los mismos.
La exposición está estructurada en diversos capítulos, como la dedicada al joven realismo, con trabajos pioneros de los artistas de Haarlem, mientras que a Jan van Goyen y su círculo se le dedica un apartado especial, tras convertirse en las décadas 1630-1640 en el principal representante de una nueva orientación monocromática.
Pero el elemento principal de la muestra es el grupo de pinturas, dibujos y grabados de Rembrandt van Rijn, que abarcan desde 1626 a 1660, y demuestran un gran amor al detalle.
Entre ellos está el dibujo a tiza negra de un elefante (1637), considerado por el Albertina como el mejor representante del grupo de dibujos que formaba parte del inventario de estudios de animales en un extraviado libro del autor.
Otro estilo es el representado por el óleo llamado "Pequeño Autorretrato" (1655), en el que un Rembrandt ya entrado en años se representa en tonos marrones, con una vestimenta cotidiana y sencilla.
La "Familia mendigo en el umbral" (1648), que recibe limosna en la puerta de una casa, es un buen ejemplo de toda una serie de dibujos centrados en figuras discriminadas de la sociedad.
En los dibujos y grabados se puede admirar la gran diversidad entre "el estudio de la vida" del artista y sus trabajos "del espíritu", entre la observación íntima de los modelos y la monumental escenificación de sus narraciones, así como entre la inmediatez de sus croquis paisajistas y el dramatismo de las escenas creadas por su fantasía, señala el catálogo de la muestra.
"Retrato, figura y cuadros de género", "La variedad del paisaje", "Las marinas", "Los Países Bajos e Italia" y "La naturaleza muerta", son los títulos de otros capítulos de la exposición, dedicados a los artistas contemporáneos e influidos por Rembrandt.
Entre las obras que no se habían mostrado nunca al público hasta ahora destacan los grandes paisajes coloridos de Jacob Savery o las escenas de puertos y barcos dibujadas sobre pergamino de Willem van de Velde I, así como los gouache de paisajes imaginarios de Gerrit Battem.
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