Este artículo se publicó hace 17 años.
Una mujer consigue alcanzar los 115 años de edad viviendo entre chabolas
María Díaz Cortés es una gitana que ha conseguido llegar a los 115 años y que desde hace 40 vive en el asentamiento chabolista del Vacie, en Sevilla, sin agua caliente ni las condiciones sanitarias necesarias para alguien de su edad, atendida por sus hijas y nietas.
La historia de esta longeva mujer, que apenas puede hablar y oye con dificultad, comenzó en 1892, cuando nació en Granada, ciudad que tardó poco en abandonar para trasladarse a Sevilla, donde se casó y formó una numerosa familia asentada siempre en chabolas y a la que sustentaba con la venta ambulante.
Hace cuarenta años, María se trasladó con los suyos al Vacie, donde inicialmente vivió en una chabola de la calle Polvero, "la única calle que había aquí", según ha comentado una de sus hijas, pero más tarde la "subieron" a una de las casas prefabricadas en la que hasta ahora habita.
El deseo de María, que pese a su avanzada edad se encuentra en un estado de salud bastante bueno, es tener una vivienda digna, lo mismo que quieren sus familiares, que la cuidan en una casa sin calefacción ni agua caliente.
Dolores Martín, una de las hijas que la cuida, ha dicho a Efe que lo único que toma es "una pastillita para la tensión" y que tras los últimos análisis de sangre los médicos dijeron que "está sana como una pera".
Su hija atribuye esta buena salud a que ha vivido en el campo siempre y en parte a "un milagro de Dios".
Rafaela Zaragoza Martín, una de sus nietas, afirma que "la abuela" ha llegado a esta edad gracias a la buena alimentación que ha tenido siempre y a "las ganas de vivir tan grandes que tiene".
Su hija Dolores sostiene que a su madre lo único que la mantiene con vida es su deseo de "tener una vivienda digna" y que hasta que no la tenga no se irá tranquila.
En la casa prefabricada donde vive la anciana, que apenas si puede moverse y necesita un cuidado continuo debido a su avanzada edad, viven seis personas más con tan sólo una "paguita" de 300 euros" que recibe la matriarca.
En su cama, sus familiares le cambian los pañales, la dan de comer y la lavan.
Dolores Zaragoza Martín, otra de sus nietas, ha dicho a Efe que cuidar a su abuela es "un calvario" puesto que hay que cogerla en brazos para levantarla de la cama, sentarla en un sillón o acostarla, pero ha mantenido que la abuela tiene hijas y nietas jóvenes y que no piensan "meterla en un asilo".
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