Este artículo se publicó hace 16 años.
La muerte y la devastación espolean el descontento con el régimen birmano
Los más de 22.000 muertos, los 30.000 desaparecidos y la destrucción causados por el ciclón "Nargis" en Birmania han espoleado el descontento popular con la Junta Militar de Birmania (Myanmar), que desatiende las necesidades urgentes de la población.
La radio estatal birmana informó en su boletín vespertino de que el número de víctimas mortales subió a 22.464, después de que por la mañana informara de 15.000 víctimas mortales, y añadió que había miles de personas desaparecidas.
Previamente, el ministro tailandés de Asuntos Exteriores, Noppadol Pattama, manifestó en Bangkok que el embajador birmano le comunicó que había unas 30.000 personas desaparecidas en su país.
La ONU, que recibió el lunes la autorización del régimen militar birmano para distribuir ayuda humanitaria, calcula que habrá cientos de miles de personas sin hogar, dato que según algunas Organizaciones No Gubernamentales (ONG) se eleva al millón de damnificados.
Los portavoces de varias agencias de Naciones Unidas apuntaron que el trámite de los visados para que su personal pueda entrar en Birmania demora las operaciones de ayuda.
Desde el pasado sábado, los cinco millones de habitantes de Rangún carecen de agua potable y electricidad y la situación al sur de la antigua capital del país es mucho peor, según los relatos de birmanos llegados desde esa zona.
En la región del delta del río Irrawaddy, casi toda arrasada, cientos de miles de birmanos que han perdido sus hogares y cosechas deambulan en busca de cobijo en los pocos edificios gubernamentales que se aguantan en pie.
Las carreteras y las líneas ferroviarias que conectan Rangún con las poblaciones del sur están cortadas.
"Hoy tampoco saldrá ningún tren hacia el sur, la situación es peor tras la fuerte tormenta que cayó ayer", dijo a Efe Tin Htway, empleado de la estación central de Rangún.
En medio del desastre, los diarios birmanos, todos controlados por el Estado, informan de las visitas que efectúan en helicóptero los generales a la región del delta del Irrawaddy y de las promesas de asistencia a los damnificados, pero no mencionan que el Gobierno ha aceptado recibir ayuda humanitaria de la comunidad internacional.
La Junta Militar aceptó la asistencia tras la reunión celebrada ayer en el desconchado edificio de Naciones Unidas en Rangún, y a la que asistieron los representantes de las apenas tres o cuatro ONG autorizadas para trabajar en Birmania, entre éstas Médicos Sin Fronteras y la australiana World Vision.
Entre los ciudadanos de Rangún, que sufren en silencio, se aprecia una actitud de resignación, pero bajo la superficie hay incertidumbre, descontento y, sobre todo, mucho miedo al régimen.
"Es un mutismo impuesto con las armas, somos como los esclavos de la Junta", denunció un birmano de 37 años, residente en el barrio de Shwe Li, que participó en las multitudinarias manifestaciones antigubernamentales de del pasado septiembre.
Tras aplastar las protestas callejeras pacíficas alentadas por los monjes budistas, que recogieron el testigo de los grupos que denunciaban la subida del precio de los combustibles, el régimen admitió que 15 personas murieron durante aquellas manifestaciones.
Ocho meses después de la campaña de represión, el movimiento "Generación 88", formado por veteranos activistas políticos, mantiene que 138 personas fueron asesinadas por las fuerzas de seguridad.
La destrucción causada por el ciclón "Nargis" llega en un momento nada propicio para la Junta Militar, que desde hace varias semanas atemoriza a los birmanos para que voten en un referéndum, convocado para el próximo 10 de mayo, a favor del texto constitucional que propone y que garantiza la permanencia del régimen en el poder.
Las autoridades anunciaron hoy la suspensión del plebiscito en las zonas afectadas por el ciclón, territorio donde habita cerca de la mitad de los 53 millones de birmanos, pero mantienen la convocatoria en el resto del país.
Vecinos del barrio de Rangún que alberga la pagoda de Shwedagon indicaron a Efe que desde el mes pasado diversos grupos de hasta cien personas, entre ellas religiosos, llevan a cabo esporádicas protestas en la zona.
"Aparecen en la zona de repente, en pequeños grupos, y entre ellos siempre hay más de una decena de monjes", explicó un vecino de 73 años que por motivos de seguridad pidió el anonimato.
Las autoridades birmanas mantienen prohibida la entrada de los monjes a Shwedagon desde que el histórico templo se convirtió en imán de las marchas antigubernamentales en septiembre.
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