Acaba de fallecer en Perpignan a los 93 años Francisco Ortiz, el valiente capitán de Carabineros del Ejército español que sobrevivió cuatro años al infierno del campo de concentración nazi de Mauthausen. 'Mi padre se fue discretamente en su sueño nocturno en su casa, como lo deseaba', nos comenta su hijo Juan Francisco, catedrático y concertista de guitarra, que acompañó a su padre varios años para amenizar sus conferencias testimoniales, que solían acabar con un recital poético autobiográfico y con la entonación de fandanguillos dedicados a su pueblo natal de Santisteban del Puerto (Jaén).
La imagen de Francisco Ortiz portando orgulloso una pequeña bandera tricolor llena de historia se había hecho familiar año tras año en mayo con motivo del solemne desfile conmemorativo de la liberación del campo austriaco a donde fueron a parar la mayoría de los diez mil españoles deportados con la complacencia de Franco. Primero de pie y los últimos años, en silla de ruedas. Nunca quiso renunciar a su presencia 'para recordar a tantos compañeros torturados y asesinados y reafirmar su condición de antifascista', comenta Ángel del Río, delegado en Andalucía de la Amical de Mauthausen.
Justamente allí pudimos recorrer con él, en mayo de 2008, las instalaciones del horror del centro de exterminio donde los nazis lo despojaron de su identidad para nombrarlo con el número 4245. Francisco Ortiz podría ser tenido como un ejemplo prototípico del perfil de los españoles que fueron deportados, aunque su temeridad, su capacidad de asumir riesgos y su valentía están notablemente por encima de la media de las pocas historias personales conocidas.
Su trayectoria previa como miliciano primero y como mando militar después durante la Guerra Civil está plagada de heroicidades como cuando fue herido por formar parte de la avanzadilla de voluntarios en el asalto final del largo asedio al santuario de la Virgen de la Cabeza, cerca de la localidad jiennense de Andújar, donde se refugiaron cientos de guardias civiles rebeldes durante varios meses. Posteriormente, participó activamente en las batallas de Brunete, Guadalajara y el Ebro. Tras la huida a Francia, más batallas, ya que se alistó en los Regimientos de Voluntarios Extranjeros del Ejército francés, hasta que fue detenido cerca de Bélgica para acabar siendo enviado a Mauthausen, adonde llegó en abril de 1940. 'Cuando llegué y vi a los rayaos -por el uniforme de los deportados-, me figuré lo que había'.
Los españoles fueron probablemente el grupo nacional con mayor cohesión ideológica y capacidad de resistencia en los campos nazis, dado su compromiso político republicano y mayoritariamente de izquierdas. Francisco Ortiz era comunista. Hacían una piña para no desmoralizarse: 'La única ayuda era la solidaridad'. Un grupo de republicanos del autoproclamado Komando de Liberación de Mauthausen (KLM) confeccionó en la barraca una bandera republicana que él guardó como oro en paño y que regaló en 2005 a Zapatero con motivo de la visita del entonces presidente del Gobierno español al campo de exterminio en el 60º aniversario de su liberación [posteriormente Zapatero se le devolvería con una carta muy cariñosa de reconocimiento]. El valiente deportado andaluz, que trabajó como carpintero, nos confesó que había robado miles de cigarrillos a los nazis, aunque su hazaña más arriesgada fue quitarle una pistola a un oficial de las SS, que escondió junto a la tricolor en el barracón. 'No se dieron ni cuenta, pero si te cogían era la muerte. Por eso no se lo dije a nadie'.
Francisco Ortiz estuvo a punto de morir poco antes de la rendición de los nazis debido a una paliza monumental. 'Menos mal que no quedé inconsciente, porque me habrían llevado al crematorio'. La solidaridad y los cuidados de sus compañeros le permitieron sobrevivir y en la foto de grupo tomada el día de la liberación aparece con una venda en el cuello, como secuela de la paliza.
- ¿Usted llegó a utilizar aquella pistola?
- No te lo voy a decir si llegué a hacerlo. Me serví, claro.
- ¿En el momento de la liberación?
- Sí, entonces. Pero yo no soy un criminal. No iba a matar yo a nadie aquí en el campo. Es la pelea. No hay otra solución.
- Ya, ya.
- Era para defenderme.
Tres años después de aquella charla in situ en Mauthausen, nuevos recuerdos afloraron a la mente de Francisco Ortiz, y por teléfono nos aseguró que había sido testigo de la muerte del principal jefe del campo de Mauthausen, Franz Zireis, tras la liberación por el Ejército norteamericano. Ortiz aseguró que fue él quien abrió las puertas del campo para que salieran los deportados, que posteriormente rompió la puerta de la armería para distribuir armas y ajustar cuentas con los guardianes y que vio cómo el temido Zireis -un despiadado nazi que adiestraba a sus hijos en el uso de las armas disparando sobre los deportados- murió a manos de dos jóvenes cordobeses.
Quedan ya poquísimos españoles supervivientes de los campos nazis. Francisco Ortiz se ha marchado después de haber dado su testimonio vital, de viva voz y por escrito en sus numerosos poemas, y después de haber sido reconocido tanto en su exilio francés como en su pueblo natal jiennense.
'Campo de Mauthausen,
Tus muros bañados de sangre,
Unos matados a palos,
Otros murieron de hambre.
Esa es la sangre española
Derramada en el combate'.
'No hay que olvidar que fueron víctimas por una causa: por soñar y aspirar con otro mundo posible. La sociedad andaluza y española siempre tendrá una deuda con todas las víctimas de la deportación a los campos nazis', comenta el investigador de la memoria Ángel del Río.
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