Este artículo se publicó hace 13 años.
"No es el momento de la lucha armada, hay que apostar por las negociaciones"
Preso palestino liberado. Ha pasado 29 de sus 54 años en las cárceles israelíes tras ser condenado a cadena perpetua
Delgado, cansado y pausado como sólo puede estarlo alguien que no ha sabido lo que es la prisa en 30 años, Hasan Slamah recibe con una sonrisa tímida bajo un toldo fuera de su casa a todo el que quiere acercarse a saludarlo. Desde 1982 no veía la luz sin estar tras las rejas y alambradas. Ingresó en prisión el 8 de agosto de ese año, 19 días después de que nacieran sus hijos gemelos, que jamás le vieron en la calle hasta el martes, cuando se le condonó la cadena perpetua por el intercambio de prisioneros entre Israel y Hamás. Habla sin rencor, pero también sin arrepentimiento.
"Tengo dos sentimientos mezclados: la alegría por estar en casa y oler por fin la libertad, y la amargura por dejar atrás a todos los hermanos encarcelados, una familia con la que he pasado mucho más tiempo que con la mía propia", explica este hombre de 54 años.
"Nunca me arrepentiré. Volvería a hacerlo; luchaba por mi libertad"
Las condiciones en prisión, narra, dependían mucho de la situación política fuera. "En estos 29 años, he hecho ocho huelgas de hambre. En una estuve 21 días sin comer y en otra, 19. No es fácil, se hace por desesperación. Reclamábamos derechos humanos, cosas básicas como que las visitas familiares no fuesen detrás de un muro de cristal, poder abrazar a nuestros hijos".
"Hasta finales de los setenta, en la cárcel no había ni camas ni dormitorios, se dormía en el suelo. En los ochenta hubo una gran huelga, en la que murieron dos presos, tras la que nos dieron camas. La huelga de 1984 nos trajo la radio. La de 1985, la televisión. La de 1992 ganó el derecho a tener placas eléctricas para cocinar y ventiladores", recuerda sonriente.
Entre 2000 y 2005 no pudo recibir visitas. Se le dijo que era por "motivos de seguridad". Era la época de la Segunda Intifada, en la que se sucedían los atentados terroristas contra Israel.
"Siento alegría por la liberación y pena por los hermanos que dejo en la cárcel"
Durante todo este tiempo, sus principales actividades fueron la lectura y la escritura. Lamenta que nunca le permitiesen estudiar. Antes de entrar en prisión, cursó tres años Física en la Universidad de Birzeit en Ramala y ahora quiere volver allí, esta vez a hacer Ciencias Políticas para, quizá, iniciar una carrera política como independiente.
Admite que participó en "una operación de Fatah en Jerusalén Oeste en la que hubo israelíes heridos, pero ningún muerto" y asegura sin titubear que no se arrepiente de nada. "Nunca me arrepentiré. Por muy dura que haya sido mi vida, si volviese a vivirla, volvería hacerlo. Luchaba por mi libertad".
"La ocupación israelí mata a nuestra gente y destruye nuestros pueblos. Nací en 1958 en Yaalo [cerca de Jerusalén] y en 1967 los israelíes destruyeron mi pueblo y otros dos de la zona de Latrún, Amwas y Beit Nuba. Vi con mis propios ojos cómo los soldados mataban a mi gente y quemaban mi casa. Tenía 9 años cuando nos echaron. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Quedarnos quietos? ¿Dejarles hacerlo una y otra vez?", se pregunta.
Hasan cree que los israelíes no han cambiado demasiado en este tiempo. "Mira su sociedad y su Gobierno. Los palestinos ofrecen conformarse con las tierras ocupadas en 1967, renuncian al resto de Palestina. ¿Y cuál es la respuesta de Netanyahu? No quiere la paz".
Sin embargo, sostiene que "en periodos tranquilos como éste la mejor estrategia es apostar por las negociaciones. No es el momento de volver a la lucha armada".
También considera "excelente el camino elegido por [Mahmud] Abás de pedir a la ONU el reconocimiento como Estado", ya que "es una forma de arrinconar a los israelíes y mostrar al mundo que tienen un Gobierno cada vez más alejado de la paz y más entregado a la extrema derecha".
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