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El militar que delató al abuelo de Zapatero conserva su calle

El Ayuntamiento de León estudia retirar ese honor al general Vicente Lafuente

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El 18 de julio de 1948 fue un día de fiesta en León. Aquel domingo, todo estuvo preparado para que el gobernador civil, Carlos Arias Navarro, celebrara el aniversario del Glorioso Alzamiento y homenajeara con una calle a su mayor "paladín" (según las crónicas de la época) en la ciudad, el general Vicente Lafuente. La calle del General Lafuente sigue en su sitio 51 años después, en honor al militar que traicionó a su ayudante, el capitán Juan Rodríguez Lozano, abuelo del actual presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. El Ayuntamiento, que desconocía el origen de la calle, ha confirmado a Público que cambiará su nombre durante el actual mandato.

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"Trinchera del capitán Rodríguez Lozano. Miliciano apunta bien y defiende la República", recuerda una pintada en el monte Aralla (León) del 16 de septiembre de 1936. "Me la sé de memoria", afirma Juan Rodríguez, de 82 años, que recuerda la vida de su padre fusilado como si la viera todas las mañanas. El padre de José Luis Rodríguez Zapatero, habla con orgullo de su progenitor, muerto junto a una tapia el 22 de agosto de 1936, cuando él tenía nueve años. "Era un gran militar, de mucho prestigio y honrado. Tenía el honor de los hombres de la República que ahora se desconoce", describe.

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Vicente Lafuente era coronel en 1936. Las pocas fotos que se conservan de este personaje muestran a un militar serio, de cara redonda, calva incipiente, nariz aguileña y fino bigote. Su imagen recuerda mucho a la de Francisco Franco. Su papel en la represión de León le valió el ascenso a general y la ciudad lo conmemoró con una calle. "La verdad es que desconocíamos quién era el tal general Lafuente. Para comprobarlo ha habido que rebuscar en los archivos municipales", reconoce el concejal socialista del Ayuntamiento de León Iván García del Blanco.

El hijo del capitán Lozano sí sabía que la calle homenajeaba al hombre a quien su madre siempre culpó de la detención del abuelo del presidente. "Mi madre conocía al coronel Lafuente, era un matrimonio que había venido a casa a tomar café. Siempre decía que le tenía que haber avisado de la conspiración. Era su ayudante y nunca le dijeron nada. Estábamos en un pueblo cerca de León, en casa de un tío mío, cuando le llamó para que fuera al cuartel. Mi padre tranquilizó a mi madre y le dijo: No te preocupes, que voy y esto se arregla. Es lógico que no le dijeran nada, porque un hombre como él jamás habría apoyado un golpe", recuerda.

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La memoria de Juan Rodríguez permanece intacta. Y su compromiso por recuperar el buen nombre de su padre, también. "Las generaciones de ahora desconocen qué fue aquello. Mi hijo José Luis, que lógicamente conoce la historia, no entiende esta situación con tanto vigor como yo. Fue un milagro que mi madre saliera adelante sola y consiguiera que estudiáramos y prosperásemos. Era una época en la que estábamos marcados. Los hijos de rojos eran rechazados de las oposiciones e incluso de las milicias universitarias. ¿Cómo iban a dar pistolas a los hijos de los represaliados?", rememora.

El prestigio del capitán Lozano entre la tropa se basaba en su compromiso por culturizar a la clase militar. Durante 12 años ejerció de profesor en los cuarteles. En una carta que escribió en 1934 al director del periódico El Socialista, reitera su compromiso "socialista" y define con claridad su apoyo a las ideas republicanas, en favor de "una Humanidad mejor, de una más justa y más científica organización social".

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Esa carta fue intervenida en la sede del periódico en Madrid, a raíz de la revolución minera de Asturias, lo que le supuso una denuncia en la que su jefe, el coronel Lafuente, declaró que su subordinado profesaba "ideas socialistas" impropias para un militar. El general Bosch va más lejos y recomienda que sea apartado por "su influencia en la tropa". El capitán acaba viendo reducida su paga como castigo y no llega a recuperar su sueldo hasta un mes antes del golpe. Para entonces, su nombre ya estaba en la lista negra.

El 18 de agosto de 1936, a las seis de la mañana, fue fusilado en el polígono de Puente Castro, en León, junto a otros cinco detenidos, según las investigaciones del historiador Javier Rodríguez. Pocas horas antes, el capitán, que en ese momento tenía 42 años, tuvo serenidad y sangre fría suficientes en su celda de la cárcel de San Marcos para escribir su testamento. En su punto sexto, el capitán escribió "a mano" a la espera de que llegara el notario el siguiente deseo: "Que cuando sea oportuno se vindique su nombre y se proclame que no fue traidor a su Patria y que su credo consistió siempre en su ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes".

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Intelectualidad y socialismo, tal y como reivindica el padre del presidente: "Persiguieron la cultura y el magisterio. Aplicaron ni más ni menos que el viva la muerte para provocar el pánico. Aquello fue un exterminio contra la gente culta".

 

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