La gobernadora de Alaska, Sarah Palin, aceptó ser la candidata republicana a la vicepresidencia de EE.UU., en un discurso en el que se perfiló como una madre con los pies en la tierra y con deseos de transformar Washington.
Su discurso, el más importante de su vida, era esperado con nerviosismo por los miles de republicanos reunidos en el estadio Xcel Energy Center, y Palin no los defraudó.
Habló con un aplomo que muchos no anticiparían en una mujer que hace tan solo seis años era alcaldesa de una ciudad de menos de 7.000 habitantes.
La precedió el "dream team" de oradores republicanos, que pasaron a la ofensiva tras unos días en los que las revelaciones sobre el pasado público y privado de Palin habían dejado a su partido a la defensiva.
El ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani; el ex gobernador de Arkansas, Mike Huckabee, y otros miembros notables del partido martillearan la cantinela de que el candidato demócrata, Barack Obama, carece de experiencia para ser presidente de Estados Unidos.
Pero era la gran noche de Palin, una desconocida en la escena política nacional que salió de los hielos árticos hace tan solo una semana.
En los últimos días había estado callada, encerrada en una habitación de un hotel en Minneapolis, la ciudad vecina de St Paul, con los mejores escritores de discursos de los republicanos para preparar su intervención.
Mientras, se ha sabido que su hija de 17 años estaba embarazada y han salido detalles de una investigación contra ella sobre presunto abuso de poder y se ha publicado que la campaña de John McCain, el candidato a la presidencia, no examinó suficientemente el pasado de Palin.
Tras una ovación de tres minutos, la gobernadora abrió su discurso con su familia. Presentó a su marido y sus cinco hijos, uno de los cuales sufre síndrome de Down.
Bristol, la hija mayor, lució por primera vez un embarazo que anteriormente había sido disimulado, y a su lado, tomándole la mano, estaba su novio y futuro esposo, Levi Johnston, de 18 años, un apasionado por el hockey que nunca debió pensar que un día estaría en el estadio de los Minnesota Wild haciendo lo que hizo ayer.
"Nuestra familia tiene los mismos altibajos que cualquier otra... los mismos desafíos y las mismas alegrías", dijo Palin.
En un momento dado, Piper, de siete años, se chupó la mano para peinar a Trig, el bebé de cuatro meses que sufre síndrome de Down, quien estaba en sus brazos.
Palin, que lleva menos de dos años como gobernadora de Alaska, también respondió a las críticas sobre su escaso currículo.
"He aprendido en los últimos días que si uno no es miembro de la elite de Washington, algunos en la prensa consideran que el candidato carece de cualificaciones solo por eso", dijo.
Es un argumento que usó durante todo el día la campaña de McCain, que acusó a los medios de comunicación de "echar basura" a la candidata.
También tildaron los ataques de sexistas. "¿Cómo se atreven a cuestionar si Sarah Palin tiene suficiente tiempo para estar con sus hijos y ser vicepresidenta?", se preguntó Giuliani, que hizo de telonero de la gobernadora.
"¿Cuándo han preguntado eso a un hombre?", añadió.
Palin evitó meterse en esos berenjenales y en su lugar destacó el valor de su experiencia.
"Supongo que ser alcaldesa de un sitio pequeño es un poco como ser un activista comunitario, excepto que sí se tienen responsabilidades de verdad", aseguró Palin. Obama fue activista comunitario en Chicago.
Y Palin no se quedó ahí. Afirmó que Obama "es un hombre que ha escrito dos libros de memorias, pero ni una sola ley o reforma importante, ni siquiera en el Senado estatal" de Illinois, al que perteneció durante siete años.
La gobernadora ha aportado a la fórmula juventud y distancia de Washington, y la campaña ha reformulado su mensaje para enfatizar que el cambio, en el que insiste Obama, en realidad solo serán capaces de llevarlo a cabo McCain y Palin.
Palin prometió desafiar el status quo y enfrentarse a los intereses creados en la capital estadounidense, como ha hecho en Alaska, según recalcó.
Al acabar, la acompañó en el estrado su familia al pleno, mientras los delegados, en pie, agitaban carteles y gritaban con una voz única y jubilosa.
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