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"Con la ley Wert se desprestigia la oportunidad de generar talento"

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El filósofo José Antonio Marina (Toledo, 1939) ayuda a las familias a desarrollar el talento de sus hijos. Algo que, en su opinión, las escuelas han dejado de hacer. Director de la Universidad de Padres*, por la que ya han pasado más de 8.000 familias, ve con preocupación cómo se está perdiendo la curiosidad por aprender en aras de la necesidad de aprobar. Aun así, está convencido de que los padres pueden darle la vuelta a la tortilla. Sobre todo ahora, que por culpa de los recortes las escuelas tienen cada vez más alumnos por aula, menos profesores y "peor atención a la diversidad".

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Dice usted que la revolución educativa está en el Factor E. ¿Qué es?
Es una idea de la educación que aprovecha lo que la neurociencia nos está diciendo: que en el cerebro hay muchas áreas, muchas facultades (percibir, pensar, ver, imaginar), pero que en la parte más desarrollada del cerebro (los lóbulos frontales) es donde está el director de orquesta de todas estas facultades, el llamado factor E. Se trata de la parte del cerebro que nos permite hacer planes, buscar información, gestionar las emociones, mantener la perseverancia. El factor E es la parte más sofisticada de la inteligencia porque es de la que depende el talento. Nuestro proyecto educativo es la educación del talento. Y el talento es la buena elección de metas, la búsqueda de información necesaria, la gestión adecuada de las emociones y el desarrollo de fortalezas que necesitamos para alcanzar estas metas.

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¿Se fomenta el talento en la escuela?

No se fomenta específicamente. El hecho de que un porcentaje tan elevado de los personajes relevantes del siglo XX en la ciencia o la tecnología hayan sido fracasados escolares o no se hayan encontrado a gusto en la escuela debería hacernos pensar que algo estamos haciendo mal. Einstein decía: "Es muy difícil mantener la curiosidad científica en un sistema demasiado reglado educativamente". Los niños son muy listos y aprovechan todo lo que tienen, pero no estamos educando específicamente el talento, no estamos educando para la toma de decisiones, para que el adolescente pueda reformular de nuevo el aprendizaje pero tomando él la iniciativa. Estamos desprestigiando la posibilidad de generar talento y la nueva ley educativa ahonda en ese problema.

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La LOMCE obliga a los adolescentes a elegir si quieren cursar FP o Bachillerato a los 15 años. ¿Esto favorece el desarrollo del talento?

Depende de cómo se haga. Lo cierto es que los chicos y chicas tienen que estar en la escuela hasta los 16 años quieran o no quieran, pero a muchos no les gusta estudiar o tienen dificultades. Por lo tanto, es bueno darles una oportunidad dentro del sistema para que tengan una enseñanza más cercana a la formación práctica, a la formación profesional. Eso ya lo hacía la LOCE [Ley Orgánica de Calidad de la Educación, impulsada por el PP] y lo hacía bien porque daba el título de graduado de la ESO a todos los alumnos, independientemente del itinerario que hubieran elegido. Tenemos que diversificar la escuela para que nadie se nos vaya antes de los 16 años porque quien lo haga será un excluido. Por una parte, tenemos que ampliar los límites de la tolerancia para que no se nos quede nadie fuera, pero eso hace bajar la calidad de la enseñanza, de modo que tenemos que ver cómo logramos estos dos objetivos, que son contradictorios.

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¿Alguna idea?

Para empezar, la escuela tiene que ser más flexible. Yo creo que el mejor sistema educativo no es el de Finlandia, sino el de Reino Unido precisamente porque es muy flexible. Los profesores pueden cambiar de orientación y de horario porque se ajustan a cómo resultan los métodos en los alumnos. Estamos haciendo mal la introducción a los sistemas informáticos en el aula. Utilizamos los ordenadores para que los chavales accedan a la información, pero no para lo que es absolutamente prioritario: ajustar los programas a cada niño y a su velocidad de aprendizaje. Poder individualizar la educación es un éxito seguro porque estamos desarrollando el talento adaptándonos a la velocidad del niño. Se nos descuelgan los alumnos que aprenden más lento y los que aprenden más rápido. Tenemos miedo a ser ágiles y flexibles. Podemos hacer mucho y no lo estamos haciendo.

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El Ministerio de Educación dice que los itinerarios tempranos son una manera de flexibilizar el sistema.

Si se hacen bien, sí. Por ejemplo, queremos importar la Formación Dual de Alemania porque allí funciona muy bien y eso sí hay que copiarlo. Pero la estructura del Ministerio de Educación no está preparada para eso porque necesita tener una colaboración muy continua con las empresas, convencerlas y que tengan alguna ventaja. Eso en España no se está haciendo.

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¿No se hace por falta de dinero?

No, no se hace por errores en la gestión. Un sistema educativo como el español, mediano, con el presupuesto que tenía antes de los recortes (que es el que le correspondía para una economía mediana, alrededor del 5% del PIB), podría haberse convertido en un sistema educativo de alto rendimiento en un plazo máximo de cinco años. En lo que hemos fallado es en la gestión del sistema educativo. Y con una mala gestión, por mucho dinero que le pongas, no obtienes buenos resultados. PISA tiene un ranking que refleja los resultados por comunidades autónomas, y algunas están en niveles altísimos (La Rioja, Castilla y León, Navarra) y otras en niveles muy bajos que hacen bajar la media (Andalucía, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Canarias). Si con el mismo presupuesto y la misma ley, unas comunidades lo hacen bien y otras mal, es evidente que no es cuestión de dinero. De hecho, España invierte 9.700 dólares al año por cada alumno de Secundaria, más que algunas de las naciones más desarrolladas.

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El ministro Wert se ha comprometido a rebajar el gasto educativo al 3,9% del PIB en 2020 (ahora está en un 4,3%). ¿Una buena gestión puede compensar un recorte así?

No, con menos de un 5% es muy difícil tener una buena escuela porque se empiezan a eliminar demasiadas cosas importantes. El ministro dice que no importa aumentar la ratio de las aulas. No sabe lo que dice. Eso es mentira. Se están quitando clases de refuerzo, no se puede dar educación diferenciada, no se está cuidando la formación de los profesores. Y esto último es imprescindible. No puede haber un sistema educativo de mayor calidad que la calidad que tienen sus profesores.

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¿Cómo puede afectar en la educación una ley sin consenso como la LOMCE?

Está influyendo muy negativamente porque estamos despilfarrando el tiempo de nuestros alumnos. Nos estamos comportando con una enorme injusticia con ellos. La elaboración de esta ley ha sido un conjunto de improvisaciones, de confusiones, de incompetencia tan sumamente grande que deberíamos pasar la factura. No se puede hacer así una ley educativa. A algunos de sus creadores deberían haberles suspendido en primero de Pedagogía. Debería haber además un mínimo de consenso. No podemos tener un sistema educativo con estos vaivenes. Es una ley entre indecente y grotesca.

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La oposición se ha comprometido a derogarla cuando haya cambio de Gobierno.

Cada Gobierno hace su ley educativa y eso es absolutamente fatal. Uno de los motivos por los que no va haber nunca un pacto educativo es porque en España la educación ha estado siempre ideologizada.

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Suele decir que para educar a un niño hace falta la tribu entera. ¿A qué se refiere?

Todos educamos queramos o no. Por lo que decimos, por lo que hacemos, por cómo nos comportamos en la calle. Esta frase es un proverbio africano que yo completo así: "Para educar bien a un niño hace falta una buena tribu". Cada uno tiene su responsabilidad: los padres, la escuela, los políticos, la Policía, los empleados del Ayuntamiento, los médicos, los cantineros. Todos están dando una información que influye en nosotros. Siempre decimos que la educación está fatal, pero tenemos que preguntarnos: ¿Y yo qué puedo hacer para mejorarla?

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¿Qué pueden hacer los padres?

La influencia de los padres en la educación de sus hijos es absolutamente fundamental. La correlación que hay entre ciertos comportamientos de los padres con el colegio y el desarrollo del talento de los niños es realmente muy directa. Están influyendo de una manera decisiva en que el niño adquiera el capital educativo que le asegure su futuro. Durante los primeros años, los padres son los que favorecen la seguridad básica del niño. Logran que tenga una mentalidad de crecimiento, que sepa que él puede progresar, tienen que aplaudir las cosas que hace. Nos tenemos que dar cuenta de que más importante que los resultados objetivos es cuánto se esforzó este niño. Hay que fijarse en el progreso. Hay que seguir fomentando la curiosidad del niño. Cuando el niño entra a la escuela lo que quiere es aprender, pero cuando sale, en muchos casos, lo que le interesa es aprobar. Ahí se ha perdido algo realmente importante, se ha perdido el gusto por aprender. Y los padres ahí pueden influir de manera decisiva. Por ejemplo, hay una relación muy directa entre el número de las palabras que se utilizan en una familia y el desarrollo de la inteligencia del niño. Hablar con los hijos es absolutamente fundamental para su inteligencia. No vale lo que se oiga por televisión, sólo cuenta la interacción lingüística.

Ustedes enseñan a los padres que hay cuatro aspectos que, si no se resuelven antes de los 12 años, pueden convertirse en problemas: la comprensión lectora, la timidez, la agresividad y la preocupación excesiva por el aspecto físico. ¿Por qué la escuela no se encarga de ello?

Porque tenemos unos currículos desmesurados. Mucho más cargados que los de los países que son primeros en PISA. Queremos que lo aprendan todo y luego al final no aprenden nada. Se somete al profesor a mucha tensión por cubrir todo el programa y se descuidan los métodos. Por ejemplo, no se puede dar a un niño una información nueva si no se deja un espacio de cinco minutos después de la anterior porque no la guarda, no la entiende. En esos cinco minutos —que se pueden dedicar a otra cosa, a jugar, correr, a repasar la primera idea— estamos permitiendo que el conocimiento pase a la memoria a largo plazo y no se pierda. El niño necesita tiempo para pensar. Cuando le hacemos una pregunta a un niño, queremos que nos conteste inmediatamente y eso es un error. Tenemos que enseñar al niño a que reflexione sobre sus procesos de aprendizaje porque ahí la eficacia da un salto muy grande.

¿Las reválidas que establece la LOMCE fomentan esa reflexión?

Las evaluaciones externas sirven para ver los resultados obtenidos de un alumno, pero no para evaluar su progreso. El problema de las reválidas es que en el curso en que los alumnos tienen que pasarlas puede dejarse de fomentar el progreso porque todo el mundo está obsesionado en pasar la reválida. Cuando un niño suspende, no toda la culpa es del niño. Los niños no son vagos. La pereza es el resultado de otra serie de cosas y, por lo tanto, cuando tenemos que enseñar a aprender a un niño con dificultades tenemos que ver por qué ese niño no quiere estudiar. No interesa lo que los profesores enseñen, lo que interesa es que los alumnos aprendan. Todo niño puede aprender y nuestra profesión es ver cómo podemos hacer que lo consigan.

España es el país con más paro juvenil de Europa con una tasa de desempleo que supera el 53% y algunos expertos defienden que parte de la culpa la tiene la baja calidad educativa. Dada la gran aceptación que tienen nuestros licenciados universitarios en el extranjero, ¿es ese realmente el problema?

No, influye la falta de infraestructura productiva capaz de absorber esa masa laboral. Para empezar, nosotros tenemos una población universitaria excesivamente grande, de la cual una parte está muy bien formada. Pero hay muchos jóvenes que no han ido a la universidad por afán de estudiar. En España venimos de una sociedad clasista en que la manera de ascender socialmente era tener un título universitario. Muchos han ido a la universidad para ascender socialmente, una razón absolutamente legitima, pero luego no han tenido la posibilidad de utilizar sus conocimientos laboralmente porque no habían ido a la universidad para ello. Estas personas se han descolgado porque estamos produciendo más titulaciones que los puestos de trabajo que hay. Sí es cierto que entre los universitarios hay menos paro que entre los que no lo son, pero eso también se debe a que los universitarios han ido ocupando puestos de trabajo de menor cualificación, de manera que ahora te puedes encontrar un cartero con un máster en Harvard.

Hay que descargar las universidades y eso se puede hacer consiguiendo una FP de alta calidad, que funcione como alternativa de prestigio, fomentando la colaboración entre las universidades y las empresas, e introduciendo algún tipo de corrección a las universidades. No podemos estar produciendo titulados a una tasa mayor que la del trabajo previsible o posible. Por ejemplo, cada año salen 1.000 maestros de la Facultad de Pedagogía de Málaga. La UNED tiene 30.000 matriculados en esta misma carrera. ¿Qué van a hacer con ellos? El problema de fondo es que se ha roto un pacto implícito. Nos dijeron que si cumplíamos nuestras obligaciones, la sociedad cumpliría las suyas. Y la segunda parte no ha sucedido. Este tránsito no se ha cuidado y es importante que se cuide porque no hacerlo genera situaciones muy desesperantes. Jóvenes muy bien formados se encuentran sobreviviendo con becas miserables a los 35 años y eso no se puede permitir.

*La Universidad de Padres tiene la matrícula abierta hasta el próximo 20 de octubre.

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