Este artículo se publicó hace 12 años.
El lado más mediterráneo de Miró brilla desde hoy en Roma
El lado más mediterráneo del pintor Joan Miró se muestra desde hoy en el museo del Claustro de Bramante, de Roma, en el que se presentan por primera vez en la capital italiana algunos de los bocetos, pinturas y esculturas de bronce y terracota más representativas del maestro barcelonés.
La exposición "Miró! Poesia e luce", que puede visitarse hasta el 10 de junio, muestra el estrecho vínculo de Miró (1893-1983) con la luz, la tierra y el Mediterráneo que bañaban su Barcelona natal, pero también con la isla de Mallorca, de donde era oriunda su madre y donde se refugió durante la Guerra Civil española, para establecer allí su estudio soñado.
Entre las 80 obras expuestas hay óleos muy conocidos como "Mujer en la calle" (1973) y "Sin título" (1978), esculturas de bronce, y los bocetos de algunos de sus grandes murales, como el que creó para la Universidad de Harvard por petición expresa del arquitecto e ideólogo de la corriente artística alemana "Bahaus" Walter Gropius.
La mayoría de las pinturas expuestas son al óleo y de gran formato, aunque también hay algunas acuarelas de pequeño tamaño que recrean una faceta menos conocida del pintor.
El visitante se sumerge progresivamente en las inquietudes y las pasiones que el pintor español desarrolló a lo largo de su vida, aunque la muestra se centra especialmente en los últimos 30 años de vida de Miró, cuando ya estaba asentado en Mallorca y su obra era reconocida a nivel mundial.
Así puede observarse la evolución entre su pintura de la década de los sesenta, cuando su iconografía se vuelve abstracta y la década de los setenta, cuando los viajes a Japón de 1966 y 1969 y las obras del artista abstracto americano Franz Kline dejan un solo color -preferentemente el negro- en sus cuadros.
Según los organizadores de la muestra, coordinada por una de las mayores expertas en Miró, María Luisa Lax, estos últimos años del artista están marcados por la recuperación de sus temas favoritos, las mujeres, los paisajes y los pájaros, y por la incorporación de materiales como el papel de lija, la madera y los clavos.
"Ahora pinto bañando los dedos en el color", dijo el artista en 1974, y esta declaración expresa de su afán por experimentar directamente con los materiales al plasmar sus ideas queda patente en las obras de esta etapa.
A ello se une una inquietud por utilizar objetos del mundo cotidiano, que se refleja en las esculturas "Pájaro apoyado en un árbol" (1970) o "El equilibrista" (1969), donde Miró crea figuras de bronce a partir de jarras, muñecas, latas e incluso un fuelle.
Según la Fundación Pilar y Joan Miró, es el premio Guggenheim de 1958, tras la realización de dos mosaicos de cerámica para la sede de la UNESCO en París, lo que le permite instalar su estudio en la casa señorial de Son Boter, del siglo XVIII y acondicionada por su amigo el arquitecto Josep Lluís Sert, donde el artista creará sus obras de madurez.
Una recreación de dicho estudio cierra la visita al museo romano, y es en ese espacio donde la mezcla imposible de máscaras de oceanía, rocas, mariposas y recortes de periódicos conviven en un lugar con la piedra y la arcilla típicas de la arquitectura mediterránea y el cemento.
Es aquí, después de un recorrido cronológico y temático, donde el público entrevé la complejidad del proceso creativo del pintor, que consigue plasmar influencias de medio mundo en unas obras que hunden sus raíces en la cultura mediterránea más universal.
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