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Koudelka recupera 40 años después las mejores imágenes de la Invasión de Praga

EFE

Cuando los tanques del Pacto de Varsovia invadieron Praga el 21 de agosto de 1968, Josef Koudelka lo fotografió todo a escondidas. Cuarenta años después ha reunido 250 de aquellas imágenes, muchas de ellas inéditas, en "Invasión Praga 68", que acaba de editarse en España.

Koudelka (1938, Moravia, Checoslovaquia) dedica el libro a sus padres, "que nunca vieron" esas fotografías, todas en blanco y negro, y no lo hicieron porque sólo admitió que él era el autor cuando su padre ya había fallecido y su familia no corría peligro de sufrir represalias, es decir, 16 años después de hacerlas.

El autor, que tiene casa en Praga y en París, donde sigue vinculado a la Agencia Magnum, estudió ingeniería aeronáutica pero dejó la carrera y se dedicó a fotografiar espectáculos teatrales y la vida de los gitanos y, de hecho, la madrugada del 21 de agosto del 68 acababa de volver de Rumanía donde había seguido a la comunidad Rom en paisajes íntimos y desoladores.

Las imágenes que sacó de la invasión, que significó el fin de la Primavera de Praga, y de los diez días posteriores, las hizo clandestinamente, tardó un mes en revelarlas, y salieron del país escondidas gracias a la historiadora de la fotografía Anna Farova y a Eugen Ostroff, conservador del Smithsonian Institute.

Ostroff se las enseñó en Nueva York a Elliot Erwitt, entonces presidente de la Agencia Magnum Photos, y un año después de que Koudelka las tomara las distribuyó Magnum, con motivo del primer aniversario de la invasión, atribuidas a "PP", es decir un "Prague protographer", al que al año siguiente concedieron la medalla de oro de Robert Capa sin identificarle.

Como la autoría de las fotos podía ser, pese a todo, descubierta por la policía checoslovaca, Koudelka, que estaba de viaje por Europa occidental para hacer fotografías de la comunidad gitana, ya no volvió a su país.

Sus impresiones de entonces, tales como la de los jóvenes que llevan una bandera frente a Radio Checoslovaquia o la del hombre que amenaza con un adoquín a un tanque, forman parte de la historia y se han reproducido cientos de veces pero ahora aparecen junto a otras nunca publicadas en una edición que, en principio, solo iba destinada a la República Checa, donde las fotos tardaron en publicarse 22 años.

Sin embargo, en la última Feria de Fráncfort hubo otros ocho editores de otros tantos países interesados en comprar los derechos de esta memoria de la invasión que, a pesar de ser "pacífica", acabó provocando más de un centenar de muertos.

El libro, que ha editado en España Lunwerg, más que constituir un registro documental cronológico, trata de reflejar la atmósfera del momento y, aunque se respeta la sucesión histórica de los acontecimientos de la primera semana de ocupación, no siempre ha sido posible mantener la relación cronológica precisa entre las imágenes y los textos que las acompañan.

En muchas de las instantáneas se ven calles en las que no se puede leer ningún cartel porque aunque al principio los checos intentaron convencer a los rusos de que se fueran porque estaban en el mismo bando, cuando vieron que era imposible, se dedicaron a desorientarles quitando cualquier referencia escrita para que les fuera imposible moverse por la ciudad.

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