Este artículo se publicó hace 16 años.
Jesús Franco dice que el cine no le ha tratado bien pero que le da igual
El día 1 de febrero Jesús Franco (Madrid, 1930) recibirá el Goya de Honor a una carrera exuberante y original, con 188 títulos arriesgados y "libertarios", y aunque a estas alturas ya no le importe este "director ligero como un músico de jazz", como él se define, admite que no se ha sentido bien tratado por el mundo del cine.
Vestido con una cazadora vaquera, una gorra de béisbol con la leyenda "Tío Jesús" y sentado en una silla de ruedas, Franco ha tenido esta mañana un encuentro con periodistas organizado en la Academia Española de Cine en el que se ha hecho merecedor de su fama de irreverente y osado diciendo claro y alto lo que opina sobre la industria y su propia obra, alejada siempre de "vanidades, fastos y modas", según descripción de la presidenta, Angeles González Sinde.
Para el director José Luis García Sánchez, que lleva 160 horas grabadas para "una especie" de "Platero y yo" sobre el homenajeado y que se titulará "Los blues del tío Jess", Franco es un "heterodoxo" que lo mismo podía haber sido catedrático que músico pero que prefirió ser "el Coyote", armado de una "gran habilidad para el disfraz y el disparo", ha explicado en la rueda de prensa.
Jesús Franco Manera, también conocido en el mundo del cine como Jess Frank, David Khunne, John O'Hara, Clifford Brown o Pablo Villa, entre otros muchos sobrenombres, dice que él sólo es "un tío bajito que hace películas", la mayoría insertas en un género que podría denominarse "erótico-terrorífico".
"Nunca he tenido la intención de trascender, de pasar a la posteridad, de ser un Kafka. Soy un tío corriente que ha hecho películas", nada menos que 188 -la última, "La cripta de las mujeres malditas" aún sin concluir- pero además ha actuado en unas 85, ha hecho el guión de más de 160 y ha compuesto la música de una cincuentena.
Dice que en su carrera, que él espera que llegue a las "216 películas", su objetivo ha sido siempre "pasarlo bien divirtiendo al prójimo. Se que no es el fundamento del cine serio y prolijo pero sí es el mío".
"No hay que darle más importancia a este oficio nuestro que el que tiene. El cine es el más hermoso show que ha existido jamás y no hay que tergiversarlo, ni sufrir, ni buscarle tres pies al gato", aconseja.
Él se ha divertido con todo lo que ha hecho, aunque, claro, no era todo "já, já", sino más bien "sacarte de tu vida vulgar para vivir durante un espacio breve otra vida y sentimientos. El cine -destaca- es el vehículo más impresionante para transmitir emociones y yo tengo la suerte de pertenecer a el".
La censura que ha tenido que lidiar durante buena parte de su carrera le ha animado siempre a seguir. "Ahora os vais a joder", asegura que ha sido siempre su reacción y se ha crecido ante las dificultades de todo tipo, incluidas las financieras.
"Berlanga me decía, 'para hacer una película sólo se necesitan dos cosas: una cámara y libertad'", afirma quien llegó a rodar íntegramente una película ambientada en Bangkok en "¡un restaurante chino!".
Su discurso de aceptación del Goya, promete, lo dirá, a pesar de no sentirse bien tratado "por la familia del cine", "sin mala leche, ni mala fe, sino con todo el corazón".
Tiene "dos o tres seguidores" que le adoran en Málaga, donde vive desde hace once años junto a su esposa, la actriz y montadora Lina Romay. "Les gusta lo que hago y quieren seguir por ese camino pero tranquilos que no van a invadir el cine español de escuela malagueña", ríe.
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