Este artículo se publicó hace 15 años.
El jefe del Gabinete afirma que las mboscadas son una respuesta desesperada del terrorismo
El presidente del Consejo de Ministros de Perú, Yehude Simon, afirmó que las emboscadas de remanentes terroristas contra patrullas militares peruanas son "una respuesta desesperada" ante el avance de las Fuerzas Armadas.
"Frente al avance victorioso de la democracia hay este tipo de respuesta, que no son respuestas de un enfrentamiento directo, sino que son emboscadas y huidas, y en esas circunstancias puede morir un soldado o un civil", declaró a los periodistas.
El ministro de Defensa, Ántero Flores-Aráoz, confirmó que el pasado jueves se produjeron dos emboscadas de terroristas aliados con narcotraficantes a sendas patrullas del Ejército, en la zona selvática del Valle de los Ríos Apurímac y Ene (VRAE).
Añadió que aún no se puede precisar el número exacto de bajas que causaron estos ataques, aunque confirmó la muerte de un cabo, tres heridos y un mínimo de dos desaparecidos.
Yehude Simon dijo, al respecto, que las Fuerzas Armadas "están dando triunfos a la democracia" al consolidar la presencia del Estado en una zona que por años fue refugio de los remanentes terroristas.
"Hemos realizado un Consejo de Ministros en el VRAE, donde se ha informado de las carreteras, postas de salud y otras obras de infraestructura que se van a construir en la zona. Y la repuesta de los remanentes terroristas es desesperada", precisó.
Los militares peruanos iniciaron en agosto pasado una gran ofensiva en el VRAE con el objetivo de controlar la agreste región del Viscatán, considerado el último reducto de Sendero Luminoso, que se mantiene en la zona en alianza con los cárteles del narcotráfico.
Esa región sureña fue tomada totalmente hace un mes, tras una serie de combates que dejaron más de una veintena de bajas entre los militares.
Según las informaciones oficiales, los terroristas en la zona son unos 300 y se movilizan constantemente para emboscar a las fuerzas armadas.
Sendero Luminoso fue derrotado militar y políticamente en 1992, con la captura de su fundador, Abimael Guzmán, pero un grupo de sus seguidores se negó desde entonces a aceptar cualquier posibilidad de deponer las armas.
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