Neutralidad de la red Internet ha sido ocupado (pero todavía puedes unirte a la resistencia)
Todas las libertades que dieron forma a la red abierta y democrática inicial han sido atacadas. EEUU ha tocado de muerte su neutralidad al permitir que las operadoras prioricen los datos del mejor postor (o de quien más les interese políticamente). Sin ella, Internet puede quedarse en un gran y autoritario centro comercial virtual.
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madrid, Actualizado:
Durante los primeros años de este siglo Yochai Benkler intentaba no caer en el optimismo descontrolado que invadía a algunos de sus colegas. Internet era lo más en las universidades. Estaba de moda vaticinar qué pasaría con ese mundo virtual que se desarrollaba vertiginosamente surfeando una ola de democracia radical: miles de usuarios conectados a una misma red, sin filtros, sin poderes políticos o económicos diciendo qué o quién era bueno o malo.
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La neutralidad de la red es uno de sus principios básicos: establece que todos los paquetes de datos son tratados por igual
En ella estaban ocurriendo cosas extrañas. Esos usuarios eran anónimos o adoptaban identidades inventadas, algo que tenía el efecto secundario de dificultar las discriminaciones y blindar la libertad de expresión. Además, se habían cargado la necesidad de un árbitro (el Estado) adoptando lógicas colaborativas para desarrollar las incipientes herramientas digitales. Apenas había intercambios monetarios y parecía que no eran demasiado necesarios: su principal recurso económico, la información, se consideraba un bien común y de libre acceso. Una cosa de locos.
Internet tenía el potencial para cambiarlo todo. ¿Cómo lo haría? Los investigadores dejaron volar su imaginación. Trasladar cada vez más aspectos de la sociedad a un terreno con ese tipo de lógicas parecía prometedor, daba pie a la utopía. Muchos análisis se perdieron en el océano de posibilidades abierto por esa red de redes.
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Benkler en cambio, puede que como un ejercicio para evitar que ese optimismo cegara su investigación, trató la cuestión desde una perspectiva liberal. En 2006 publicó La riqueza de las redes: cómo la producción social transforma los mercados y la libertad (Icaria), que rápidamente se convirtió en la biblia de Internet, un manual que explicaba todo lo que allí estaba pasando. Benkler logró la cátedra de Derecho Empresarial de Harvard un año después.
Internet había desarrollado una esfera pública y una cultura propias, libres
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Su análisis alcanzó tal relevancia que en 2013 fue citado por un tribunal militar de EEUU para uno de sus juicios del siglo. Los abogados de la defensa lo consideraban su testigo estrella. Su cliente podía ser condenado a muerte o cadena perpetua si el académico no conseguía convencer a la juez castrense con su tesis: Internet había crecido hasta hacer florecer una esfera pública propia, que se desarrolló creyéndose libre e independiente, al calor de esa democracia radical.
Benkler tenía que salvar a la persona que creyó que la información sobre los crímenes de guerra de EEUU en Irak y Afganistán era un bien común. Que se la suministró la organización que sabía que la convertiría en dominio público. Iba a ser testigo de la defensa del filtrador de Wikileaks Bradley Manning.
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El catedrático de Harvard explicó en el juicio que el proceder del soldado no era diferente al de cualquier filtrador de la prensa convencional: Wikileaks "cumplía en el periodismo en Internet el papel específico de proporcionar una solución en red para el periodismo de investigación basado en filtraciones, que en el pasado solo realizaban organizaciones relativamente grandes y unificadas". Que los de Julian Assange consideraran la información como un bien común y permitieran la descarga en masa de todos los documentos en su poder (también por los enemigos de EEUU) no cambiaba nada. Funcionaba como cuarto poder en red, pero había mejorado la experiencia del usuario.
Manning no se libró de una condena ejemplarizante de 35 años, la mayor impuesta nunca en EEUU a un filtrador. Pero sí del cargo de "colaborar con el enemigo" que le habría costado la muerte o la cadena perpetua. Solo los sectores más reaccionarios consideraron justa su pena, razón por la que Chelsea Manning no la cumplió. Aunque esa es otra historia.
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¿Quién teme al lobo feroz?
La condena de Manning fue la prueba definitiva de cómo los poderes tradicionales iban a actuar contra Internet y sus principios originales. No les gustaba nada ese potencial de influir en la agenda política. Menos que los usuarios aspiraran a ser un cuarto poder al que no se podía poner cara, al que no se podía presionar ni sentar en un consejo de administración. Todo ese discurso propio, tan crítico con la manera en la que se había gobernado el mundo hasta entonces, que ganaba adeptos a toda velocidad, que espoleaba protestas prodemocracia como el 15-M o Occupy Wall Street. Tenía muy mala pinta. Había que pararlo.
Desde entonces se han atacado todos y cada uno de los valores que dieron forma a la esfera pública original de la red. El anonimato, intrínseco en derechos como el sufragio universal, se asoció con los peores delitos imaginables, como la pederastia y el terrorismo. Se ha recortado la libertad de expresión en Internet hasta el punto de que la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información ha calificado el 2017 como el año de los delitos de opinión. Se ha permitido al capitalismo reproducirse por la red pervirtiendo sus lógicas colaborativas hasta convertirlas en meras estrategias de marketing.
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Quedaba una. Quizá la libertad más fundamental, la más radical, la más propia de Internet. Se denomina neutralidad de la red y, aunque Internet no es neutral y nunca lo ha sido, es el principio que hacía que la red trate todos datos por igual: los de tu blog, las fotos de tus gatos y la Wikipedia corren tan rápido por los cables de fibra óptica como cualquier otro, y daba igual lo que opinaran las empresas propietarias de esos cables. ¿Una explicación rápida de lo que ha pasado? Que Donald Trump ha puesto a un exejecutivo de una esas compañías (Verizon) al mando del organismo que protegía la neutralidad de la red en EEUU y se la ha cargado a la primera oportunidad.
Por primera vez, las teleoperadoras podrán ralentizar contenidos por motivos políticos
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Lo que queda por delante se entiende mejor con un ejemplo: ese vídeo de Youtube que va a trompicones a pesar de que el anuncio previo se ve perfectamente. Youtube prioriza el anuncio respecto al youtuber cualquiera que tú querías ver. A partir de ahora, EEUU permitirá a las compañías que ofrecen conexión a Internet hacer lo mismo, pero en toda la red. La empresa que pague irá rápido y todos aquellos que no, no. Pero el dinero no será el único motivo para priorizar unos datos sobre otros, también se hará por motivos políticos.
Lo sabemos porque hay políticos sentados en los consejos de administración de estas empresas y sus exejecutivos están en el Gobierno. Pero sobre todo, lo sabemos porque ya ha pasado: lo de Wikileaks.
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Resistencia
El diccionario de Oxford ha seleccionado la expresión fake news (noticias falsas) como la palabra del año 2017. La Fundeu la tiene entre sus tres nominadas. ¿Por qué un fenómeno que ha existido siempre está tan de moda? Las noticias falsas se han convertido en una de las mayores preocupaciones de un sector de la prensa, precisamente de aquella a la que se ha pillado transmitiendo bulos bastante gordos. El motivo es simple. Se trata de un ataque más a Internet, esta vez en forma de enmienda a la totalidad: el mensaje que queda es que la esfera pública digital está llena de mentiras, que su discurso propio está contaminado.
Contaminar el debate con un contexto de Guerra Fría, el último ataque a la esfera pública digital
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La única prueba que han podido ofrecer las grandes cabeceras que han informado sobre el asunto es la propia pérdida repercusión de sus cabeceras entre los usuarios. Aseguran que no es que la esfera pública digital les haya dado la espalda, sino que Rusia ha desatado una campaña de desinformación que confunde a los ciudadanos. Sí, es lo que parece: están intentado llevar a Internet el contexto de la Guerra Fría de conmigo o contra mí.
Diversas organizaciones, entre ellas este medio, han señalado que la voluntad de crear comités para censurar noticias falsas resulta mucho más peligrosa que las propias noticias falsas. "Tomar medidas para que los malos no puedan generar problemas a la gente normal" ningunea la capacidad crítica del ciudadano y aspira a recortar sus derechos en pos de mantenerlo a salvo. Se parece mucho a lo que hacen sistemas autoritarios como Rusia, China o Turquía al prohibir el acceso a algunas redes sociales por la amenaza de discursos que no son capaces de confrontar. El antónimo de desinformación es información, no censura.
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Internet es ahora un lugar hostil para todo aquel que pretenda conservar libertades como el anonimato, pero hay herramientas para hacerlo. La teoría es relativamente sencilla, pero no la práctica. Todas las facilidades de uso, accesos directos y dinamismo entre plataformas desaparecerán, puesto que están diseñadas precisamente para que el usuario acepte intercambiar sus datos por comodidad. Básicamente hay que navegar como una guerrilla, teniendo preparados caminos independientes que permitan evitar las autopistas de información oficiales si están son cortadas y sobre todo, no permitir que el ejercicio de derechos fundamentales quede supeditado a las decisiones de plataformas que están más cerca del poder que del ciudadano.