Los insectos saben lo que hizo el asesino
Los entomólogos forenses de la Policía Científica han resuelto más de cien crímenes en ocho años
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No son policías, tampoco visten uniforme y ni siquiera buscan a asesinos. Sin embargo, son los primeros en llegar a la escena del crimen. Su olfato es tan desarrollado, que son capaces de detectar la presencia de un cuerpo sin vida a kilómetros de distancia.
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Incluso antes de que una persona fallezca, ya acuden hasta ese cuerpo moribundo que agoniza. Eso ocurre porque quien está a punto de expirar segrega sustancias (la cadaverina y la putrefacina) y gases, causantes del característico olor de los cuerpos en descomposición, que atrae a numerosos insectos. Seres de tamaño minúsculo, casi microscópico, que invaden el cadáver para colocar sus huevos, que suelen depositar en los orificios naturales del cuerpo, como la nariz, la boca o el ano.
Los insectos, sobretodo moscas (dípteros) y escarabajos (coleópteros), son compañeros inseparables de los cadáveres. No sólo participan de forma activa en su descomposición, sino que además aportan a la Policía una información que puede resultar fundamental para solucionar los asesinatos y homicidios
más complicados.
Estos seres minúsculos ayudan, por ejemplo, a descifrar el intervalo post-mortem (conocido como PMI, sus siglas en inglés). Los investigadores analizan el tipo de insecto que ha colonizado el cuerpo y estudian entonces su ciclo de desarrollo o metamorfosis (huevo, larva, pupa o adulto). A partir de la edad de las larvas, los agentes son capaces de fijar el momento del crimen, según el tiempo que el cadáver ha estado expuesto a la actividad de los insectos. Este dato es primordial
porque permite, entre otras cosas, reducir el número de posibles sospechosos e incluso anular sus coartadas.
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La labor de los especialistas no siempre resulta tan sencilla. En ocasiones, el cuerpo está momificado o se encuentra en muy mal estado. Entonces las pesquisas se complican, y deben recurrir a otras técnicas, como la que se basa en la sucesión de insectos que han intervenido a lo largo del tiempo en la descomposición del cuerpo. Asimismo, hay artrópodos, como hormigas, avispas o arañas, que no influyen en la descomposición del cadáver y que incluso pueden afectar a la población de larvas.
"A veces una mosca es tan importante como el arma con la que se comete el crimen", afirma con rotundidad Mariano González, agente del Cuerpo Nacional de Policía especializado en entomología forense. No le falta razón. Una simple mosca puede ser una pista crucial. Si un cuerpo tiene moscas verdes y brillantes es síntoma de que murió en verano. Si, por el contrario, la mosca es gorda y azul, habrá fallecido en meses de
baja temperatura.
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Desde el año 2000, cuando se creó el laboratorio de entomología forense, la Policía Científica ha resuelto más de cien casos gracias al estudio de los insectos. Se requieren mucha paciencia, tiempo y horas de estudio para resolver estas investigaciones, que suelen ser muy complicadas.
Pero, además del intervalo post-mórtem, los entomólogos pueden decubrir muchos otros detalles del crimen. Por el comportamiento de los insectos, sus características y su distribución, pueden saber si el cadáver ha sido trasladado de un lugar a otro. Si al analizar las larvas, estas contienen residuos de pólvora, los investigadores tendrán la certeza de que la víctima ha sido tiroteada. Y si la larva tuviera algún resto tóxico, los expertos estarían ante un caso de envenenamiento.
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Aunque a simple vista parezca sorprendente, los insectos almacenan mucha información en su interior. Y su actividad incide de forma directa en la descomposición. Por ejemplo, un cuerpo con lesiones se pudre antes que uno sin traumatismos. El motivo es simple: las heridas con sangre atraen más a las moscas, y es allí donde antes ponen los huevos y crían las larvas.
Los especialistas también deben tener muy presentes otros elementos que pueden influir en el proceso de descomposición, como son "la temperatura, la humedad y factores meteorológicos".
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Cada año, los entomólogos de la Policía investigan entre 15 y 20 crímenes. En ocho años, han resuelto más de cien casos gracias a estos métodos de trabajo. Uno de los últimos asesinatos solucionados fue el de una mujer que apareció degollada en su domicilio en una ciudad del noreste de España. El equipo de expertos, después de analizar las larvas que se hallaban en el cadáver, dedujo que la víctima había sido asesinada hacía cinco días. Fue un dato decisivo para atrapar al culpable.
Después de interrogar a la hija de la fallecida y de estudiar qué hizo la mujer el día de su muerte, los agentes redujeron el círculo de sospechosos hasta dar con el presunto asesino, que permanece ingresado en prisión a la espera de juicio.