Iñaki, herido en el ojo por un pelotazo el 22-M: "Cuando aprietan el gatillo pueden destrozar una vida"
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Iñaki es otra víctima de los disturbios tras la marchas de 22-M en Madrid y una más en la larga lista de las pelotas de goma utilizadas por los antidisturbios para disolver a los manifestantes. Este estudiante de Relaciones Internacionales tiene 19 años, vive en Madrid y el resto de su vida lo pasará sin apenas visión en su ojo derecho después de que uno de estos impredecibles proyectiles le diera en la cara.
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Según relata el joven a Público, el pasado sábado 22 de marzo acudió a las 17:00 horas a la manifestación junto con sus compañeros del colectivo juvenil del Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), que alrededor de las 20:00 horas había recogido todas las pancartas y banderas para retirarse. Sin embargo, Iñaki decidió quedarse un poco más con unos amigos mientras los intervinientes pronunciaban sus discursos en la Plaza de Colón. "Allí había miles de personas y otros muchos que aún no habían llegado a la plaza", explica el universitario, que recuerda que sobre las 20:45 comenzó a percibir que "había forcejeos aunque la gente seguía escuchando los discursos en Colón".
"Me giré y lo siguiente que vi fue un montón de sangre en mis manos"
"Sin saber muy qué pasaba, mis amigos y yo nos retiramos cuando empezamos a ver el despliegue policial y cargas por todos lados", relata. Iñaki asegura que no intervino en los enfrentamientos, sino que se estaba alejando de ellos: "Me fui corriendo en dirección a Cibeles por el Paseo de Recoletos, pero me paré a mitad de camino para hablar con unos compañeros de clase que me encontré. De repente me giré y lo siguiente que vi fue un montón de sangre en mis manos", cuenta el joven.
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La pelota de goma ya le había golpeado. "Vi la bola venir directamente a mi cabeza, no puedo decir con exactitud desde dónde pero al fondo había un grupo de policías", dice. La única suerte de este estudiante fue la distancia, ya que el médico -sostiene- le dijo que "si hubiera estado más cerca [de dónde se realizó el disparo], lo normal es que hubiera estallado el ojo". Lo siguiente son "las manos en la cara y un intenso dolor", afirma. Entre algunos compañeros lo llevaron hasta la ambulancia que había en Cibeles donde pudo ver su cara, "llena de sangre que salía del ojo".
De allí le trasladaron al puesto médico avanzado que se instaló en Atocha, donde le dieron el primer parte médico que recogía los daños causados por impacto de pelota de goma. Seguramente allí, entre idas y venidas de camillas, se cruzase con Gabriel, el joven palentino al que otro proyectil le arrebató un testículo en la misma manifestación. "Me limpiaron, me pusieron hielo y me vendaron. Había muchas personas a las que les había dado una de estas pelotas, gente con heridas, con el brazo roto,...", enumera.
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"Un grupo de policías andaba por el Hospital comentado y haciendo bromas sobre los heridos"
Su siguiente parada sería el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, con la sala de urgencias repleta de manifestantes. "Tuve que esperar dos horas a que me viera el médico. Recuerdo que fue el peor momento, muy agobiante y con muchos nervios", asegura. A la angustia sobre si efectivamente tendría que pasar sin la visión de su ojo el resto de su vida, hay que añadir la de la presencia de un grupo de policías que "andaban por allí comentado y haciendo bromas" sobre las heridas que la batalla campal había dejado. "Uno de los que os reís es mi hijo", relata que les dijo su padre, a lo que los agentes le respondieron que "se estaban sintiendo amenazados".
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El parte médico diagnosticó una fractura del suelo orbitario, de la pared medial orbitaria y de la pared medial del antro maxilar derecho: "Me dijeron que había perdido el 90% de la visibilidad, aunque el lunes pedí una segunda opinión médica que la eleva al 95%. También tengo el pómulo roto por tres sitios. Con mucha suerte puede que recupere el 20% de la visión", explica, aunque nada es seguro porque el riego de que la inflamación se le extienda a la retina y tengan que extirparle el globo ocular no ha desaparecido por completo y las heridas están desplazándole la mandíbula.
"Lo mío no es mala suerte, si no que no pueden disparar como disparan"
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Iñaki desconoce lo que va a ser de él en el futuro, aunque tiene claro que presentará cargos para intentar que este tipo de material antidisturbios se prohíba, como en la mayor parte de Europa, en Catalunya y el Euskadi. "Estoy hablando con abogados de varias plataformas y asociaciones y estamos empezando a reunirnos. Conseguir una indemnización no sirve de nada, lo que hay que conseguir es que no se usen las pelotas de goma, porque lo que me ha pasado a mí no es mala suerte, es que no se puede disparar como disparan", critica el joven, que envía un dura mensaje tanto a los agentes como a los políticos: "No son consientes de que cuando aprietan el gatillo pueden destrozar una vida. Es un arma que debería estar prohibida porque no disuade ni es precisa, sino a cualquiera".
Poco a poco, Iñaki irá asumiendo que la actuación policial por salir a protestar contra unas políticas que considera injustas le ha dejado sin su ojo. No admite que nadie le diga que ha tenido suerte, ni buena por no haber perdido el ojo ni mala porque le haya dado. Sólo tiene claro que "no se puede actuar de esa forma".