Este artículo se publicó hace 15 años.
Hindúes, sijs y musulmanes son devotos de la salsa en India
Hindúes, sijs y musulmanes, de cualquier edad y profesión, son ya miles los indios devotos de la salsa, cuyos ritmos pegan cada vez más fuerte en los locales de moda de las grandes ciudades de este país.
Delhi, Bombay, Bangalore o Chennai son algunas de las urbes con los principales clubes de salseros de la India, un país de gentes aficionadas al baile pero tímidas a la hora de danzar en pareja.
"Ahora llevan la salsa en la sangre", dice de sus compañeros de ocio Idrees A. Jhon, un comerciante cachemir que lidera el Delhi Salsa Club (DSC), el club salsero más activo de la capital india.
Idrees ha conseguido consolidar dos noches de salsa, los martes y los viernes, en dos de las discotecas más frecuentadas de Delhi, Urban Pind (Aldea Urbana, en hindi) y el carísimo Fashion Bar, donde los miembros del DSC entran gratis y acuden con regularidad.
"Son adictos, la salsa es una droga", explica a Efe Idrees, quien abandonó los gimnasios desde que descubrió los ritmos latinos porque la salsa "no supone esfuerzo, es una diversión" y sueña con visitar algún día, "muy pronto", algún país latinoamericano.
El DSC y otros clubes se apoyan en herramientas como la red social Facebook para llegar a sus socios y organizar fiestas, talleres de baile o clases regulares, que incluyen ritmos como la salsa, el merengue, la bachata, el cha cha cha e incluso el tango.
Sneha, una joven profesora de Bangalore (sur) que está pasando dos semanas en Delhi enseñando "estilo" a las salseras capitalinas, defiende que la salsa "da a todo el mundo la libertad de expresarse sin timidez".
Sus alumnas intentan seguirle el ritmo y los contoneos con más ganas que gracia, no en vano los movimientos de cadera que embellecen la salsa son ajenos a la "crianza" india, como explica a Efe el venezolano Pedro Correa.
Correa llegó a la India hace más de una década y se sumó a los pioneros que, entonces, comenzaban a enseñar ritmos latinos a los indios; y hoy organiza fiestas los sábados en un local cuyo nombre español está ya asociado a la salsa: "Tapas".
Para ellos, "lo más difícil es el miedo escénico, cuando llega el momento de unirse como pareja para bailar hay un nerviosismo (...) tienen otro sentido de la relación", describe Correa, que también constata ciertas dificultades para "aprender la clave musical", para seguir el ritmo que impone la música.
"Pero cuando están en grupo, cuando hay confianza entre ellos, se liberan", asegura el venezolano, admirado por muchos de sus alumnos porque es de los pocos que enseña en Delhi el estilo cubano.
Sneha afirma que bailar salsa "no es difícil, es casi como caminar" y corrobora su afirmación con un baile fácil, rítmico y elegante, que ha superado la rigidez o la timidez de otras bailarinas.
"Es el mejor baile social, le enseña a un hombre cómo liderar, cómo moverse y liberarse", dice Jatin Mendiratta, un economista sij que sueña con ir a Cuba y ver cómo se baila allí.
"Es muy entretenido, te lo pasas muy bien bailando", expone el estudiante afgano Sameer Faizi.
Para la joven Shenny Shandliya, en estos tiempos de gran tensión laboral, la salsa es perfecta porque "es un baile muy enérgico, que te hace sentir realmente bien".
Sandee Ramudamu, diseñador de moda indo-nepalí y aventajado salsero, descubrió la salsa por casualidad, cuando acudió a una escuela a estudiar guitarra flamenca, hace cinco años.
"El profesor no estaba y entonces escuché la salsa y fue la primera vez que bailé en mi vida", rememora Sandee, que adora este ritmo latino porque "no hay técnica, no requiere nada, es simplemente la música la que hace que te muevas".
La competencia entre clubes para organizar la mejor noche de salsa y captar alumnos es feroz, como constatan los frecuentes cambios de locales para salseros, una comunidad pequeña aún pero muy fiel que, cada cierto tiempo, se da cita en algún punto de la India para un gran festival, como el que llenó de sabor latino la antigua colonia portuguesa de Goa en febrero de este año.
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