Este artículo se publicó hace 15 años.
Ginebra, el reclamo de supervivencia de los salones del automóvil
El modelo de los salones como promoción está en entredicho por el argumento de las propias marcas automovilísticas que atienden a estos certámenes con cuantiosas inversiones y pocos retornos.
Pero si hoy en el panorama automovilístico un salón está en condiciones de sobrevivir es el de la localidad suiza de Ginebra; primero, por tradición, que todavía tiene su peso en este sector; luego, por razones más variopintas como la neutralidad acreditada del país, garantía de cierta objetividad, y por esa posición centralista que atrae a público de casi toda Europa.
No en vano la organización de este salón presume que se trata del certamen que más público atrae en sus diez días de exposición, casi un millón de visitantes, aparte de concitar el interés mediático con la acreditación de unos 10.000 informadores en cada una de las últimas ediciones.
Pero el "glamour" del Salón de Ginebra no se ha podido sustraer a la crisis, y en esta 79 edición, en las jornadas dedicadas exclusivamente a la prensa, este salón no ha dejado escapar, pequeños, pero sintomáticos detalles verificadores de la mala coyuntura por la que pasa el sector en el mundo.
No ha sido cuestión de novedades de producto: más de ochenta y buen número de ellas concentradas en el reto más importante que asume esta industria, la transición hacia las energías alternativas.
Claro que también ha habido firmas, las menos, pero alguna de campanillas, que con sus novedades han dejado traslucir una sensación de que la coyuntura actual les ha pillado con el paso cambiado y sus novedades se antojan como vestigios del pasado.
Junto a este reto de futuro se deja ver el debate que se suscita muy inclinado en favor del coche eléctrico, aunque en más de una declaración de directivo todavía hay un largo camino que recorrer para familiarizar al consumidor con un nuevo tipo de movilidad.
La crisis ha sobrevolado en aspectos que pueden parecer banales, pero que con un mínimo conocimiento de la industria constatan que los fabricantes no están para los dispendios del pasado.
Así, en muchos stands, se ha percibido una austeridad propia de crisis y de que los fondos de tesorería disponibles para actos promocionales están en las últimas.
Otro hecho sintomático ha sido la práctica ausencia de los presidentes y consejeros delegados de las principales multinacionales y, en el caso de España, particularmente intensa con los máximos responsables de las filiales.
Entre los directivos de nivel intermedio que han acudido a Ginebra, cualquier análisis económica solicitado era contestado con evasivas y con un miedo, casi pavor, a pronunciar la bicha: la crisis.
Por supuesto, de apuestas de futuro y pronósticos, nada de nada. Era la resignación reconocida implícitamente a que esto no ha terminado.
Entre las firmas españolas presentes la unanimidad reivindicativa se ha concentrado con las ayudas directas que impulsen la demanda, por los suelos en los últimos meses.
España mira a Europa con envidia indisimulada por las ayudas que los gobiernos de países como Alemania (2.500 euros), Francia e Italia (1.000 euros) han arbitrado para mejorar sus mercados automovilísticos, con resultados visibles desde los primeros movimientos.
En sentido contrario, desde Europa se mira a España con la inevitable preocupación que sugieren esos desplomes de ventas del 50% como constante de los últimos meses.
Unanimidad también ha concitado que la crisis se superará, pero que ese hito tendrá el precio de dejar en el camino, marcas y redes comerciales.
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