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La fiesta de Ricardo Costa sólo duró 12 horas

Rompe a llorar en la reunión con los diputados en la que se comunicó su destitución como portavoz

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Ricardo Costa asistió ayer a su propio funeral político sólo 12 horas después de asegurar que, en contra de los deseos de la dirección nacional del partido, la fiesta en el PP valenciano "no acabaría nunca". Costa contó durante su rebelión con el apoyo de Francisco Camps, preocupado por el efecto dominó que podría generar la caída de su número dos. Sin embargo, la alianza se deshizo al cabo de las horas a medida que la presión de Génova arreciaba.

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Fue el mismo Camps el encargado de oficiar el sepelio y de contravenir los deseos del Comité Ejecutivo Regional de la víspera. Ni se respetó su cargo como portavoz parlamentario ni quedaron vacantes este puesto y el de secretario general, a la espera de que se consume la investigación interna que pidió el propio Costa.

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A primera hora de la mañana Camps y Costa se reunieron en el despacho de este último en Les Corts. Tras la notificación del cese en privado, Camps se lo comunicó a sus diputados. Algunos de los asistentes calificaron el encuentro de "humillante y triste". Camps instó a los presentes a hacer las preguntas que consideraran oportunas, después de que ayer algunos asistentes al Comité Ejecutivo criticaran que no les dejaron intervenir. Pero nadie intervino. El propio Costa rompió a llorar, según algunos de los presentes, y le pidió que acabara la reunión exclamando: "¡Ya está bien, presidente!"

Minutos después, Camps se dirigió a los periodistas que le esperaban a las puertas del grupo parlamentario con un confuso "ya está, el PP ha tomado las decisiones en relación a lo que propuso por unanimidad". Afirmación que es incierta, ya que el PP decidió ayer exactamente lo contrario de lo que acordó anteayer.

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Al otro lado de la puerta, Costa sólo era ya un cadáver político y sus compañeros de partido se afanaban por redactar el comunicado donde anunciaban a Rafael Maluenda, hasta ahora portavoz adjunto, como sucesor.

Costa abandonó Les Corts por la puerta trasera unos minutos después. Una nutrida presencia de periodistas se interpuso entre él y su coche oficial, el último vestigio de sus galones en el partido. "No es cuestión de aferrarse a ningún cargo y lo que pretendo es que quede bien claro que mi gestión ha sido correcta y que no se ponga nunca en duda mi honradez", aseguró Costa, que se negó a aceptar preguntas.

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Paralelamente, César Augusto Asencio, vicesecretario de Política Autonómica del PP valenciano, asumía la Secretaría General del partido. Asencio declaró que deseaba que su responsabilidad fuera "lo más breve posible", a la espera "de que se resuelva el expediente de investigación abierto en Madrid acerca de la situación personal y patrimonial de Costa". Asencio calificó como "un encargo especial" esta nueva obligación y que la había aceptado "por vocación de servicioal partido".

Por su parte el PSPV-PSOE calificó de "triste estampa" la imagen ofrecida por Camps con la destitución de Costa. Según el portavoz socialista, Ángel Luna, el presidente de la Generalitat es como "un capitán que abandona en el fragor de la batalla a su más fiel lugarteniente". También calificó la política de Camps de "mentira" y vaticinó que el caso Gürtel "le va a llevar a la tumba política".

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En el mismo sentido se pronunció la portavoz de Compromís, Mònica Oltra, que describió la situación del PP valenciano como "un tebeo de Mortadelo y Filemón".

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