Este artículo se publicó hace 13 años.
Un exempleado revela que Nóos medió para la Copa del América
La declaración de Juan Pablo Molinero es anterior a que estallara la operación Babel', donde figura como uno de los investigados por el juez
Uno de los proyectos estrella de Francisco Camps al frente de la Generalitat, la Copa del América, ha emergido en la investigación de la trama de desvío de fondos públicos vinculada al Instituto Nóos. Juan Pablo Molinero, antiguo empleado de la ONG que presidió Iñaki Urdangarin e investigado en la operación Babel, reveló en octubre que el Instituto Nóos intervino en el contrato por el que Valencia obtuvo la organización de la XXXII edición de la competición de vela, celebrada en 2007.
Los investigadores tratan ahora de averiguar cuánto se embolsó el Instituto Nóos por esa mediación y si, como ocurrió con el importe de otros trabajos que realizó la organización teóricamente sin ánimo de lucro, el dinero fue a parar a empresas propiedad de Urdangarin y su socio Diego Torres. Los agentes ni siquiera tuvieron que interrogar al sospechoso para obtener este dato. Actual director de Marketing y Comunicación del equipo ciclista Movistar, Molinero concedió una entrevista a una web corporativa antes de que estallara el caso. En ella relata: "Estando en Nóos, una de las cosas que hacemos es negociar con ACM el contrato de la Copa del América cuando Valencia se lleva la Copa con su presidente Michel Bonnefous, con Michel Hodara...".
"Básicamente lo que hacíamos (en Nóos) era asesorar en patrocinios a grandes corporaciones"
ACM (America's Cup Management) es la empresa que gestiona el evento, se celebre en Estados Unidos o en cualquier otra parte del mundo, como ocurrió en Valencia en 2007 y 2009. En la citada entrevista, Molinero se jacta de su intervención en el acuerdo: "Y el tema, ¿cuál fue? Pues que la ciudad firma con ACM y ellos piensan: Todo este tinglado es mío, págame y hasta luego'. Y yo digo: ¡Un momento!' Una ciudad tendrá derecho a tener algo". Fuentes de la Conselleria de Turisme, sin embargo, negaron a este periódico cualquier intervención del Instituto Nóos en el contrato de la Copa del América.
El juez José Castro, que investiga el presunto desvío de fondos públicos desde Nóos, está analizando la presunta relación de Molinero con la intermediación que la ONG habría realizado para que el equipo ciclista Banesto cambiara en 2003 su nombre por el de Illes Balears. En este sentido, las explicaciones de Molinero resultan reveladoras: "Yo soy amigo de Eusebio (Unzué, antiguo director del Banesto) desde 2003 y cuando tras 14 años acaba el patrocinio del equipo por parte de Banesto había que buscar patrocinador (...) Yo estaba entonces en Price y empezamos a trabajar. Conseguimos el Gobierno de Illes Balears como patrocinador del equipo ciclista y eso coincide justo con mi salida de Price y mi llegada a Nóos". Molinero detalla que se marchó a trabajar a la ONG porque le llamó su presidente, Iñadi Urdangarin. "Era amigo mío y me insistió en lo de Nóos, que por aquel entonces se estaba montando. Y para mí, los amigos tienen un valor importante. Me dijo que le tenía que echar una mano y allí nos marchamos", asegura, en unas declaraciones incorporadas al sumario. En las mismas dice que Nóos contaba con 15 empleados
"Conseguimos el Gobierno de Illes como patrocinador del equipo ciclista"
El Instituto Nóos obtuvo más de 3,5 millones de euros de la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia entre 2004 y 2007 por las tres ediciones del Valencia Summit, así como por los Juegos Europeos que nunca llegaron a celebrarse. Según los investigadores, la totalidad del dinero acabó en manos de una madeja societaria tejida por Iñaki Urdangarin y Diego Torres para tal fin.
"Impuesto revolucionario"El presunto carácter altruista del Instituto Nóos es desmentido también por Juan Pablo Molinero cuando asegura que hacía "recomendaciones" a grandes corporaciones sobre patrocinio, pero que también iba más allá, realizando "la implementacíón de la recomendación".
Molinero explica sin tapujos cómo la empresa siderúrgica Aceralia acallaba las protestas de pequeñas poblaciones a las que contaminaba acústicamente pagando "fiestas patronales" y "carreras populares". Pero la empresa pensaba que había ayuntamientos que abusaban del patrocinio. "Era una especie de impuesto revolucionario", dice Molinero. Así que el instituto de Urdangarin desarrolló un software que determinaba si a esa población "había que patrocinarla o no". "No es una apreciación personal sino que era algo objetivo. Funcionó fantásticamente bien", añade Juan Pablo Molinero en su espontánea confesión.
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