Este artículo se publicó hace 15 años.
Esvásticas, armas y alusiones a Hitler enturbian el debate de salud en EE.UU.
El enconado debate sobre la reforma de salud en Estados Unidos da muestras de un extremismo que preocupa a los expertos, quienes están alarmados por la presencia de hombres armados en reuniones populares, las pintadas de esvásticas y las imágenes de Hitler.
Las situaciones más tensas se han producido en algunas de las asambleas populares convocadas por los legisladores demócratas para informar a sus votantes sobre la reforma y donde no ha faltado quien alce la voz para acusar al presidente estadounidense, Barack Obama, de defender el nacionalsocialismo.
Los expertos en crímenes de odio recomiendan vigilar de cerca a estos extremistas, y si bien muchos demócratas se han quedado apabullados ante las protestas otros han optado por plantar cara directamente a sus conciudadanos.
"¿En qué planeta pasas la mayoría del tiempo?", increpó esta semana el congresista demócrata Barney Frank a una joven que sugirió que la reforma que promueve el Gobierno no otorga valor a ciertas vidas, una filosofía que describió como "nazi".
Al igual que algunos de sus compatriotas, la joven en cuestión, que portaba una foto manipulada de Obama con un bigote al estilo Hitler, alimenta la teoría de que el mandatario crearía "paneles de la muerte" que respaldarían la eutanasia de ancianos desahuciados.
La Casa Blanca apoya en realidad que el seguro público para personas mayores cubra la consulta de los pacientes desahuciados que quieren conocer sus opciones para prolongar o terminar la vida.
Pero entre los opositores a la reforma, que busca ampliar la cobertura médica a los millones que no la tienen y reducir los costes de los seguros privados, hay quien hace oídos sordos y opta por mensajes de odio y extremismo, que el ex agente de la Oficina Federal de Investigación (FBI) Brad Garrett observa alarmado.
"Vivimos ciertamente tiempos que asustan", dijo Garrett la semana pasada a la cadena ABC, y añadió que los servicios secretos "temen que a Obama pueda pasarle algo".
Motivos para preocuparse desde luego no faltan.
El lunes, sin ir más lejos, unas doce personas exhibían airosas sus armas fuera del centro de Convenciones de Phoenix (Arizona), donde el gobernante pronunciaba un discurso ante veteranos de guerra en el que defendió, entre otras cosas, su reforma médica.
Una semana antes, en Nueva Hampshire, cerca de donde Obama participaba en un encuentro sobre salud, otro hombre portaba una pistola con el rótulo "ha llegado el momento de regar el árbol de la libertad", en alusión a la cita del presidente Thomas Jefferson (1801-1809) de que "la sangre de patriotas y tiranos" debería de regar el árbol de la libertad.
Algunos mensajes han sido todavía más explícitos al desear "la muerte a Obama, a Michelle y a sus dos estúpidas niñas".
Para Charles Davis, de la Universidad de Periodismo de Misuri, esos incidentes demuestran que el odio ha irrumpido en la política estadounidense con más fuerza que nunca.
De ahí que pidiera esta semana en un artículo en el periódico Columbia Daily Tribune que los medios analicen esas muestras de odio en lugar de ignorarlas.
Jerome Wiley, miembro del Partido Demócrata y activista de la red Organizing for America que contribuyó a la victoria de Obama, dice tener claro que hay un deseo intencional de "infundir miedo".
"Lo de ir armado a una discusión sobre la cobertura médica no tiene mucha lógica", dijo Wiley a Efe.
Larry Berman, de la Universidad de California en Davis y autor de una docena de libros sobre la Presidencia de EE.UU., considera que la libertad de expresión es un signo distintivo del país pero cree que este debate está resultando "vergonzoso".
"Estamos hablando de gente que grita, que porta fotografías de Obama caracterizándolo como nazi (...) y que utiliza despectivamente el término socialista", dijo a Efe Berman, quien atribuye parte de lo que está ocurriendo al legado latente del racismo.
La Casa Blanca parece haber optado por dejar que los extremistas se desacrediten por sí solos, una estrategia con la que discrepan expertos como Berman, que piensan que Obama debería de pasar a la ofensiva.
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