Este artículo se publicó hace 15 años.
Las esculturas ya se mueven en el museo
Cuando Manuel Borja-Villel planteó su proyecto para dirigir el Museo Reina Sofía de Madrid tenía un objetivo claro: corporeizar sus instalaciones. Que la carne, el músculo y el sudor también fueran materia para ser observada, junto a los Picassos o Miró, por el ojo voyeur del visitante. La Compañía de Danza de Merce Cunningham, que la semana pasada actuó en los Teatros del Canal de Madrid, le ha dado ahora al director la oportunidad de cumplir el objetivo con los Events que representará desde hoy hasta el día 9 de mayo en el edificio Sabatini.
La puesta en escena de este género, inventado por Cunningham en 1964, se realiza en este museo en tres estancias blancas cubiertas por tatamis, donde ejercen sus movimientos hasta 14 bailarines. En las paredes cuelgan tres enormes cuadros bicolores gris y blanco realizados a partir de ideas de partituras de John Cage. La música del compositor, que siempre acompaña a Cunningham, y que a veces resulta chirriante, otras ensordecedora y las menos, subyugante, está en esta ocasión interpretada por cinco músicos.
Lo mejor de estos events es la cercanía que el espectador tiene con los bailarines. Mientras escenifican sus movimientos se pueden sentir sus jadeos por el esfuerzo de tensar los músculos, incluso es posible que salpique el sudor. Muy cerca quedan también los gestos de los rostros y el sonido de los pies al pisar el tatami. Todo ello provoca la sensación de estar asistiendo a un encuentro íntimo, privado que rompe el pudor.
Demasiada gimnasiaLas coreografías de Cunningham juegan mucho con el estilo del ballet, la gimnasia y los cambios de ritmo. Los bailarines, enfundados en mallas como si fueran los hombres-bala de un circo, se comportan en el tatami como atletas calentando para su próximo número en las paralelas o en barra fija. No parecen seguir una coreografía clara, aunque eso forma parte del estilo Cunningham: la improvisación total de movimientos. El problema es que el espectador siente estar a la espera de que pase algo anormal, de que los bailarines dejen de mostrar y se dediquen más a bailar.
Aún así, es de agradecer que aunque la escultura lleva siglos en el museo, con estos events de 40 minutos ha alcanzado un nuevo significado. Los cuerpos estáticos han cobrado tensión y movimiento. Y esto, en España, es toda una innovación.
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