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Englund crea un mosaico sobre la Gran Guerra a partir de pequeñas historias

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El historiador y secretario de la Academia Sueca, Peter Englund, no esconde que a la hora de abordar su libro "La belleza y el dolor de la batalla" se inspiró en la manera de escribir de Mario Vargas Llosa, creando un gran mosaico sobre cómo fue la Gran Guerra a partir de pequeñas historias.

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En una entrevista con Efe en su despacho de la Academia, Englund explica que este título de prosa envolvente que llega ahora a España de la mano de Rocaeditorial le ha llevado más de cuatro años de trabajo, basándose en lo que dejaron escrito una veintena de personas anónimas, desde una colegiala alemana de doce años a un funcionario francés de 45.

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A su juicio, todavía hoy se desconocen muchos testimonios de esa época, a pesar de que es quizá la guerra "más literaria", porque muchas personas dejaron escritos diarios o cartas y, por tanto, hay mucho material para consultar.

Precisamente, reconoce que su ambición a la hora de construir este volumen de historia, de casi 800 páginas, era demostrar "las múltiples facetas de una guerra, a partir de personas muy distintas, de diferentes procedencias, edades y niveles sociales para poder ofrecer una visión global".

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Al igual que su admirado Tolstoi, Englund ha querido recrear pequeños detalles de la vida cotidiana de todos estos personajes y a la vez mostrar cómo era el fragor de la batalla. "La descripción que hace Tolstoi de la batalla de Borodino -asevera- debería ser leída por todos los historiadores, porque se hace desde la perspectiva del participante".

Los historiadores, prosigue, "construyen las situaciones y, en ocasiones, tienen la tentación de poner orden, cuando originalmente sólo hay azar. Muchas veces, algo que parece el caos es el caos, y, por tanto, lo que deberíamos preguntarnos es si debemos utilizar nuestras herramientas para organizarlo".

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Asimismo, a pesar del tono literario que tienen los 227 fragmentos en los que divide su obra, remarca que todo lo que cuenta es "historia cien por cien" y agrega que no hay nada inventado.

Para reafirmarse en ello, incluso coge un lápiz y un papel para volver a hacer un croquis de la matriz de fechas y personajes que creó para no perderse en el laberinto de testimonios que acumuló durante la elaboración del libro.

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No esconde, por otra parte, que con todo lo aprendido todavía tiene la incertidumbre moral "de no saber quiénes eran los buenos y los malos en la Primera Guerra Mundial, a diferencia de lo que ocurre en la Segunda, en la que está mucho muy claro".

También destaca este exreportero en las guerras de los países Bálticos, Afganistán e Iraq que el conflicto que describe en su libro retrata la desaparición de un mundo más civilizado aunque, agrega, no quiere tampoco "glorificar un mundo anterior a esa guerra que provocó diez millones de muertos, porque en según qué clase social se nacía la vida era muy dura".

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"Nosotros -indica- somos los hijos de un período muy oscuro en el que la muerte a gran escala era lo corriente".

Dedicado a su lejano pariente Carl Englund, muerto en combate a las afueras de Amiens en 1918, sin que se conozca el lugar de su sepultura, Peter Englund es consciente, por otra parte, de que el título "La belleza y el dolor de la batalla" tiene sus riesgos.

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Cuando se le comenta, asiente, pero remite a un capítulo de la obra en el que explica que hay algo en el conflicto bélico que al principio siempre atrae a la gente e incluso lo lleva a vitorearlo.

Sin embargo, explica que en Alemania, cuando se ha traducido, se ha optado por otro título y en Estados Unidos se conoce sólo por "La belleza y el dolor".

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Nacido en el norte de Suecia en 1957, Peter Englund se doctoró en Historia en la Universidad de Uppsala en 1988 y debutó como escritor de éxito ese mismo año con su libro "Poltava".

Con varios premios en su haber, sus libros han sido traducidos a diversos idiomas y aplaudidos por autores como Antony Beevor y Simon Sebag Montefiore.

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En el año 2002 fue elegido miembro de la Academia Sueca y desde junio de 2009 es el secretario perpetuo de la misma, por lo que, entre otras funciones, tiene el encargo de anunciar al mundo el ganador del Premio Nobel de Literatura.

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