Este artículo se publicó hace 15 años.
Englander retrata el lado más grotesco de la represión argentina
El escritor estadounidense publica 'Ministerio de casos especiales'
Nathan Englander quiere romper con sus raíces. Tras el éxito de los cuentos Para el alivio de insoportables impulsos (Lumen), publicado hace casi una década, la prensa de Estados Unidos catalogó a este neoyorquino como uno de los "grandes escritores judíos", junto a Isaac B. Singer o Philip Roth. Mucha presión para un autor que no tiene 40 años y que pretende escribir una literatura "universal, sin etiquetas". Por eso, para su primera novela, Ministerio de casos especiales (Mondadori), Englander se fue lejos de Nueva York y de Israel: a la Argentina de 1976.
En Ministerio de casos especiales, Kadish Poznan es un hombre mediocre que trabaja en un cementerio. Quita de las lápidas el nombre de familias ricas judías que temen la llegada al poder de la Junta militar. Le acompaña su hijo, Pato, idealista y crítico con la actitud de su padre. En plena Guerra sucia, Pato desaparece, como los decenas de miles de personas que fueron detenidas y torturadas entre 1976 y 1983. Lilian, su madre, lo buscará por todas partes, incluso en los kafkianos pasillos del llamado Ministerio de Casos Especiales, que siempre tiene la misma respuesta: "No es de nuestra responsabilidad". "Quería entender cómo los argentinos se declararon la guerra a sí mismos", dice Englander.
La crítica de una sociedad dictatorial es obvia, aunque el autor también cuestiona su propia identidad. Y lo hace con lo que mejor conoce: las tradiciones judías. Kadish es el nombre de un rezo y el protagonista está obsesionado con su nariz, "la hija de puta". "Cuando tienes una educación muy religiosa, o sales muy practicante o pasas de Dios", explica el escritor. Englander pasó de Dios e insiste: "Vale, soy judío, pero no escribo de una manera determinada por mi religión".
La narración es fluida y descriptiva como un filme de Daniel Burman. Lo absurdo y lo grotesco matizan la dureza de un sistema totalitario, como en Bananas, de Woody Allen. Difícil es de quitar a Englander la etiqueta de "escritor judío", aunque el neoyorquino consigue en su libro crear un mundo en el que Dios no es un protagonista.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.