Este artículo se publicó hace 15 años.
El enemigo de los mayores está algunas veces en casa
Han vivido más que el resto pero su experiencia pocas veces se tiene en cuenta y además de su invisibilidad, algunos mayores son víctimas de su propios cuidadores y familiares, que les sobremedican, abandonan, les obligan contra su voluntad a ingresar en residencias o modifican su testamento.
La situación de dependencia que caracteriza a la tercera edad permite que el agresor cometa su maltrato no alimentándole ni socorriéndole, situándole como blanco de insultos o amenazas o propinándole golpes, empujones o encierros.
En la tercera parte de los casos, el hogar es el escenario de estas agresiones mientras que el resto tiene lugar en las residencias, según ha explicado a EFE la profesora de Derecho Penal de la Universidad de Cádiz, María Acale, que ha estudiado una realidad que rara vez se aborda y que forma parte de esa "cifra negra" de criminalidad que no acaba en denuncia.
"Es difícil que estas personas den el paso de interponer una denuncia porque si lo hacen temen perder al hijo que se encarga de sus cuidados", sostiene Acale, quien ha añadido que el propio escenario en el que se desarrolla el maltrato impide que haya testigos y favorece la invención de "versiones paralelas".
"Se puede decir que el cardenal del abuelo se debe a que se ha caído por las escaleras o que suele autolesionarse", según la profesora, quien argumenta que muchas de las sentencias son favorables a los agresores porque, debido a su edad, los testimonios de los mayores caen en contradicciones.
Uno de los delitos más habituales es aquel que atenta contra su libertad ambulatoria, pues son internados en residencias "sin su consentimiento o con un consentimiento manipulado", lo que permite hablar -a juicio de Acale- de "delitos de coacciones, amenazas y detenciones ilegales".
Los mayores son también víctimas de delitos contra el patrimonio, pues se les presiona para que, por ejemplo, dicten un testamento que beneficie económicamente a algunos miembros de la familia o son coaccionados en las residencias para quedarse con sus pensiones y obtener un beneficio personal en su testamento.
A diferencia de otros países europeos como Italia, en España la sobremedicación no es delito, pero "esto no significa que no pueda ser castigada penalmente", ya que cuando se sobremedica a una persona para que no moleste, "se la reduce a la condición de cosa y se le niega su dignidad como persona", ha apuntado Acale.
La falta de denuncias por delitos contra la libertad sexual de mayores puede "esconder", según esta profesora, "una elevada cifra oculta de criminalidad" pues se trata de reconocer "una situación muy íntima y desagradable".
El abandono familiar es "el talón de aquiles" del Código Penal, según Acale, porque en caso de que se niegue la asistencia a un anciano la jurisprudencia no lo considera delito sino "que se limita a aplicar una falta con una pena inferior".
El perfil de la víctima es una mujer viuda de más de 75 años, que padece una grave enfermedad crónica o progresiva como alzheimer, o parkinson y depende de su cuidador para la mayoría de las actividades diarias.
Tienen además conductas anómalas como incontinencia, agresividad o agitación nocturna y presenta signos de malnutrición, deshidratación, mala higiene o intoxicación medicamentosa.
Los ancianos también "padecen" la falta de sensibilidad de los legisladores que, según Acale, no tienen en cuenta las características de estas víctimas a las que se les niega credibilidad porque, en algunas ocasiones, sus testimonios no concuerdan.
El maltrato, "cotidiano, silencioso y diario" hace mella en los mayores, que pierden su autoestima "durante una fase de su vida en la que además cargan con el peso de asumir el duro cambio generacional", concluye Acale.
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