Este artículo se publicó hace 16 años.
El Ejército libanés extiende su control y dice que reprimirá los disturbios
El Ejército libanés está imponiendo su control en todo el país, después de anunciar que reprimirá, incluso por la fuerza, cualquier presencia armada o disturbio en las calles.
Desde las 06.00 hora local (03.00 GMT) columnas de transportes de tropas penetran poco a poco en las áreas sensibles del Líbano, donde los cruentos combates de los últimos días han enfrentado a simpatizantes de la oposición y a partidarios del Gobierno, causando 62 muertos y más de 200 heridos.
El avance de las Fuerzas Armadas libanesas se hace, hasta ahora, sin inconvenientes, y anoche anunciaron en un comunicado que sus "unidades militares reprimirán cualquier infracción individual o colectiva conforme a la ley, incluso si eso implica recurrir a la fuerza".
También instaron a todas las partes a "cooperar", ya que son "el garante de la seguridad".
Hasta ahora, el Ejército es la única autoridad en pie en el Líbano. La presidencia está vacante desde noviembre pasado, el Parlamento paralizado desde hace mas de 17 meses y el Gobierno es sólo reconocido por una parte de la población.
Pocas horas antes de que las Fuerzas Armadas asumiesen el control de la seguridad se registraron enfrentamientos en Trípoli, la principal ciudad del norte del país, después de los del lunes, en los que siete personas resultaron heridas, según fuentes policiales.
Los enfrentamientos de esta pasada madrugada, con armas automáticas, lanzagranadas y morteros, duraron más de una hora.
Beirut y las regiones montañosas del sureste del Líbano como Chuf y Aley, escenarios también de cruentos combates, han recibido refuerzos militares, según medios locales.
En la capital libanesa, la vida poco a poco vuelve a la normalidad y el tráfico vuelve a las principales avenidas, aunque siguen cerradas muchas calles así como el acceso al aeropuerto.
Casi todos los negocios han abierto sus puertas, pero están vacíos. Solo se aprecia actividad en almacenes y supermercados, así como cafés que reciben a su clientela habitual, entre ellos muchos jóvenes, entre los que las discusiones vuelven una y otra vez a la situación actual en el país.
Una expresión de tensión se observa entre la gente que camina por las calles, algunas para hacer compras y otras para trasladarse a su trabajo, y en algunas partes persiste aun el olor de pólvora y de quemado.
No se ven casi policías de tráfico, y tampoco milicianos armados, aunque se pueden observar grupos de jóvenes en las puertas de algunos edificios, aparentemente preparados para la acción.
Muchos beirutíes, cansados de estar en sus casas encerrados ya que no pueden trasladarse a su lugar de trabajo, han decidido ir a la playa, como dice Akram: "Necesito cambiar de ambiente. No soporto más estar encerrado, creo que me volveré loco".
Para Nasrat Neameh, un dentista, "ningún político piensa en la población civil y en las proezas que debe hacer para sobrevivir a causa de la grave situación económica que atraviesa el país".
"Si pensaran en el pueblo, nada de lo que hemos vivido hubiese ocurrido", afirmó, señalando que no cree que habrá una paz duradera. "Solo será temporal para permitir a la gente que respire un poco", aseveró.
La guerra de la última semana ha paralizado también el sector de la construcción, mayormente en manos de trabajadores sirios, que han decidido regresar a su país hasta que haya una verdadera calma y disminuya la hostilidad hacia ellos.
Medios locales aseguran que el puesto fronterizo de Aridi, en el norte del país, está abarrotado con estos trabajadores y con libaneses y extranjeros que tratan de huir el país, mientras que el de Masna, en el este, abre y cierra según las circunstancias.
Nada se sabe con seguridad de la eventual reapertura del aeropuerto.
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