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La eficacia empezó a patadas

Juande cumple una vuelta al frente del Madrid marcada por sus 17 victorias y el juego gris en la mayoría de ellas

LADISLAO JAVIER MOÑINO

Diecinueve partidos atrás, Juande repetía hasta la saciedad una máxima: 'Ser competitivos y agresivos'. Todo menos una humillación del Barça en su debut liguero. Por ahí pasaba parte de la reconstrucción anímica de un vestuario hundido y derrotado. 'Hay que reactivar la moral de los jugadores', anunció en su presentación. Juande ordenó en el Camp Nou pierna dura a discreción y señaló un objetivo: Messi. En menos de media hora, dos veces Gago, una Ramos y otra Sneijder firmaron los tobillos con sus tacos al habilidoso argentino. Le sacaron del partido por intimidación.

El Madrid perdió en Barcelona, jugó un encuentro bronco y sucio, de equipo pequeño, pero salió reforzado por haberle aguantado al Barça 80 minutos. Se vaticinaba una goleada y la derrota consumada a última hora generó una bolsa de optimismo entre los jugadores blancos. Se envalentonaron. Todavía retumban las palabras de Salgado en la zona mixta, con la sonrisa floja por la tensión acumulada: 'Seremos campeones'. Sonó a bravuconada.

La fórmula de la pierna dura ya la experimentó Juande en el Sevilla. El mismo Guti la sufrió la temporada pasada en el Pizjuán. La estadística dice que el número de faltas por partido que comete el Madrid no ha experimentado una subida notable [de 16,42, a 16,84]. Lo que sí cuentan los números es que en los partidos más comprometidos y reñidos, el Madrid ha pegado más que sus contrarios. Incluso jugando en casa como ante el Valencia, Villarreal o Getafe. De los 19 partido bajo la dirección de Ramos, en nueve su equipo cometió más faltas que el contrario y en dos realizó las mismas. El de Bilbao fue el partido más guerrillero y su casillero se disparó hasta las 27 faltas.

Le ha importado más a Juande en estos 19 encuentros el resultado que el juego. No hay entrenador de perfil bajo sin currículum en grandes equipos ni gran pasado como jugador que no tema el aura de las plantillas plagadas de figuras. Superegos que miden cada paso y cada palabra que pronuncian. Su única vía de penetración en el vestuario, de que los jugadores fueran permeables a su mensaje y no le devoraran eran las victorias. Y a ellas ha ceñido Juande su discurso público frente a los reproches por su estética .

Mantener la portería a cero fue la primera premisa para un equipo agujereado con Schuster. Al mes de aterrizar, Casillas exponía la nueva filosofía conservadora: 'Lo primero que nos pide en cada charla es mantener la portería a cero, porque dos o tres ocasiones siempre vamos a tener'.

La premisa de construir un equipo rocoso no dejó lugar a dudas cuando Juande tuvo que enfrentarse a su primera gran decisión por la torpeza del club en las inscripciones para la Liga de Campeones. Intentó disfrazar la elección con una Operación Triunfo entre Lass y Huntelaar, pero eligió al francés desde el primer día. 'Por la necesidad que tenía el equipo, precisábamos de Lass', explicó cuando se hizo oficial que Lass jugaría contra el Liverpool. El Madrid encajó cinco goles en el global de la eliminatoria y registró el cero en su propia cuenta.

La gestión del vestuario ha sido un intento de doma continuo desde su llegada. Una de sus primeras medidas fue ordenar que todos los jugadores debían entrenarse juntos y en la hierba. Nada de suplentes por un lado y titulares por otro. Nada de unos en el gimnasio y otros correteando por el verde. Nada que fomentara las camarillas. Abajo, en la hierba, ha sido donde Juande ha convencido a algunos de sus jugadores con la ayuda de su segundo, Marcos Álvarez.

Pero no a todos. Le puso la cruz a Guti, al que primero echó de menos y luego torturó. La búsqueda de un once estable es lo que más incendios le ha causado. Guti supo enseguida que era sólo un revulsivo. Los cambios en el Camp Nou y ante el Atlético en el Bernabéu y su suplencia en Anfield le encendieron hasta el punto de negarse a calentar en Málaga.

Otros, como Saviola y Van der Vaart, le mostraran su descontento en público. Hasta Huntelaar, por su suplencia inicial, amenazó con su marcha. Y Faubert se declaró engañado. Juande tiró de cinismo para negar en público los desencuentros. Pero hasta Salgado elevó la voz para exigirle que exhibiese de otra forma su autoridad con Guti.

Robben ha sido otro objeto de debate. Juande pasó de la Robbendependencia, 'no tenemos otro como él', a decir que 'colectivamente el Madrid juega mejor sin él'. Desde entonces, el Bernabéu se echa encima del extremo cada vez que dribla sin levantar la cabeza.

Con Higuaín y Gago dudó tras la debacle de Liverpool. Al primero lo mandó al banco, lo que nunca comprendió, y después al extremo. Raúl ha sido intocable en ese baile de puestos. A Gago, la baja forma de Sneijder le ha vuelto a situar junto a Lass. Marcelo ha vivido un constante viaje de ida y vuelta de cuestionado a importante. Pasó de definir a Ramos, Cannavaro, Pepe y Heinze como la mejor defensa, a rebajarla, Como nunca le abandonaron los resultados en Liga, los fuegos y las contradicciones se apagaron solos. En realidad, no ha habido otra premisa con Juande. Ha sido una vuelta entera de más números que fútbol. Era su vía para reconstruir a un grupo roto.

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