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Drama y silencio

Las esculturas mudas de Juan Muñoz llegan al Museo Guggenheim de Bilbao con mucho más espacio que en el montaje original, en la Tate

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Los personajes mudos del escultor Juan Muñoz (Madrid, 1953-Ibiza, 2001) dialogan ya con los espacios del Museo Guggenheim Bilbao, que hasta el próximo 5 de octubre acoge la mayor retrospectiva dedicada al artista madrileño, considerado una de las referencias esenciales del arte contemporáneo español.

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La muestra, que fue inaugurada a principios de año en la Tate Modern de Londres, podrá verse también en Oporto y Madrid, pero en cada plaza, será diferente.

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13 pequeños personajes, con rasgos asiáticos y riéndose los unos de los otros, dan la bienvenida a los visitantes en las escalinatas de la entrada. Comisariada por Sheena Wagstaff, conservadora de la Tate Modern, la muestra reúne cerca de 80 piezas de arte entre esculturas, instalaciones, dibujos, obras radiofónicas y escritos que llenan la segunda sala del museo.

El público podrá ver Muchas veces (1999), uno de los trabajos más famosos del artista, compuesto por un centenar de personajes sonrientes que parecen inmersos en animadas charlas... pero en realidad no se relacionan.

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En las salas más luminosas del museo aparecen sus célebres Escenas de conversación (1994), donde varios seres anodinos interactúan entre sí. Además, están las Figuras sentadas con cinco tambores (1999), un elemento que se repite en la obra de Muñoz.

"El tambor es la metáfora con la que el artista se refiere al oído", explica Wagstaff.

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Ahí están los dos pequeños seres sentados en un rincón del Guggenheim. Destacan porque se encuentran frente a la gran sala en la que se exponen las monumentales esculturas del estadounidense Richard Serra, con el que el artista español mantenía amistad.

La muestra incluye, a diferencia de la exposición de Londres, las primeras piezas arquitectónicas del artista, como escaleras y balcones que no llegan a ninguna parte.

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Fue precisamente con una escalera de caracol apoyada en una pared con la que Muñoz presentó en Madrid en 1984 su primera exposición individual. Más de dos décadas después, una pequeña escalera de caracol relacionada directamente con aquella abre su primera gran retrospectiva, vigilada por su mujer, la artista Cristina Iglesias.

Según ha explicado Wagstall, el artista se catalogaba a sí mismo como "un mago que engañaba al público y creaba realidades en paralelo", haciendo que el espectador se cuestione la realidad en la que vive. A su juicio, Juan Muñoz comparte con Borges la capacidad de crear historias en las que se mezcla la realidad y la fantasía.

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El ejemplo perfecto de esta confusión es la pieza titulada Descarrilamiento, obra que no pudo verse en la exposición de Londres y que llegó justo a tiempo a Bilbao gracias a las gestiones realizadas por la viuda del artista y autora de la monumental puerta de acceso al Museo del Prado de Madrid.

La exposición dedicada a Juan Muñoz descubre también el interés del artista por el cine y la influencia que éste tuvo en su obra plástica.

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Para tratar esta relación con otros medios, se incluyen algunas de sus obras sonoras y radiofónicas creadas en colaboración con destacadas figuras como el novelista e historiador John Berger o el compositor Alberto Iglesias, así como algunos ejemplos de su obra literaria.

La visita es mucho más tranquila que en la Tate, porque se han dejado obras en el tintero conscientemente.

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De ahí que la comisaria de la muestra anime al público fiel del artista a hacer un recorrido por las sedes en las siguientes sedes en las que se mostrará la retrospectiva, porque todas ellas "son diferentes pero mantienen su vitalidad".

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