El dolor de las malqueridas en la obra de Gina Arizpe
Sofia Chiabolotti
Madrid-Actualizado a
De pequeña soñaba con ser corresponsal de guerra, hacer preguntas y encontrar respuestas. La artista visual mexicana Gina Arizpe no entró a formar parte del gremio, mucho mejor: porque con su obra da voz a todas las mujeres asesinadas cuya voz ha sido brutalmente silenciada.
Arde la sangre viendo las instalaciones de Gina Arizpe que la Galería Freijo expuso en la Feria de ARCO 2022. Viene a la mente el dolor de la letanía de la Malquerida en la versión de la cantante veracruzana Natalia Lafourcade. "Me llaman la malquerida / mujer que llegó del campo / que guarda bajo el vientre / la semilla de vida. / Me llaman la malquerida / algunos me han maltratado / otros sin mirar mis ojos / mis palabras silenciaron".
Trazos migratorios (2014-2017), Nombres y coordenadas (2016-2019) y Empleo Temporal/La trampa (2022), son las tres piezas en las que a partir del hilo de algodón Gina pasa del tejido tradicional que traza el recorrido de las mujeres desde sus pueblos hacia el trabajo (Trazos migratorios). Al tejido social hecho por las coordenadas de los nombres de las mujeres asesinadas, aquellos cuerpos dejados en los viejos campos algodoneros de Ciudad Juárez (Nombres y coordenadas). Mientras que Empleo temporal, sobre la violencia y el trabajo precario, nos ofrece otra perspectiva de la realidad: los ponchallantas, que los narcos usan como arma en las carreteras de México, reivindican la belleza del trabajo artesanal.
¿Cuándo decidiste empezar a investigar los feminicidios y por qué?
La primera vez fue cuando visité Ciudad Juárez, la investigación tenía que ver con el cultivo de algodón que era la actividad primordial de la ciudad. Cuando se hizo el Tratado de Libre Comercio una orden del Estado decidió convertir toda la frontera de México en fábricas manufactureras. Un cambio radical que se vio reflejado también en el tipo de migración, y por consecuencia en la participación económica de las mujeres. Antes, los hombres eran los que iban a la frontera a trabajar en el campo, cuando abren las fábricas la migración se convierte en femenina y los hombres se quedan sin chamba.
Ya había como un resentimiento por esa situación, y comienzo a registrar ese cambio de paisaje y a trabajar con la fibra de algodón de los campos que aún quedaban en la periferia de Ciudad Juárez. El algodón me ayudó a referirme al feminicidio, y ahí empecé a hacer una serie de obras donde un bulbo de algodón se transformaba en hilo. Un hilo que se hace estructura y tejido social no necesariamente enclavado en Ciudad Juárez sino diseminado en todo el país. A partir de ahí, hice un conteo del número de mujeres que habían sido asesinadas en Ciudad Juárez desde 1994 hasta 2014, pero me di cuenta de que el gobierno tenía una estadística y los familiares otra.
Eso te iba a preguntar: ¿qué hacer cuando las cifras oficiales no se corresponden a la realidad?
Empezando a investigar en 2014 encontré varias bases de datos, una que es una página muy conocida que se llama Feminicidios en México, es un mapa que ha hecho María Salguero. Al analizarlo encontré que ahí estaban los nombres de todas las mujeres y se me cruza la idea del tejido visual, dejo el algodón por un lado y me concentro en esta nueva materialidad. Esta materia prima representada por los nombres de todas las mujeres que han sido asesinadas en este país.
El caso de las primeras chicas, como [Claudia Ivette] González y otras, mediáticamente se llamó Campo de algodón contra México. Es de los primeros casos en donde familiares de víctimas de feminicidios lograron ganarle al gobierno mexicano en el seno de la Corte Iberoamericana de Derechos Humanos. Hicieron que el gobierno reconociera que ellos no habían hecho nada para investigar, nadie hizo absolutamente nada.
¿Crees que con el actual gobierno la presencia de los narcotraficantes en el territorio ha cobrado terreno?
Aquí las cosas no cambian, yo creo que es peor. Insisto: si en Ciudad Juárez asesinaron a 2.000 mujeres entre 1985 y 2019, en el estado de México mataron a 500. No hay gobierno —ni siquiera este— que haya hecho algo en relación a los feminicidios o a la violencia en general de los narcos.
Viendo la pieza de los ponchallantas me acordé de la matanza en Michoacán de hace unos días cuando unos hombres armados fusilaron a doce personas. ¿Cómo es vivir a diario este tipo de violencia y cómo se inserta la creación artística?
Empleo temporal empezó con una pregunta: quiénes son esas personas que, haciendo un oficio totalmente honesto y honorable, caen en las cadenas laborales del narco produciendo objetos artesanales. Encontré a don Tomás que es mi colaborador en la serie de los ponchallantas, que tiene un pequeño negocio de herrería, y me di cuenta de que muchas son personas que necesitan de un ingreso y que por eso empiezan a trabajar con el crimen organizado de manera tangente, por una necesidad totalmente económica.
¿Nunca has vivido alguna situación de riesgo?
Digamos que tomo mis precauciones, generalmente. Pero la última vez que fui a Ciudad Juárez tuve un encuentro con los capos y desde entonces no regreso. Me robaron todo lo que tenía, me dejaron con lo que traía puesto, fue muy fuerte. Creo que ahí empezó la idea de Nombres y coordenadas, porque cuando fui a hacer mi denuncia como no tenía con que identificarme, la denuncia decía: "Se presentó una mujer que dice llamarse".
De pronto sentí el riesgo de desaparecer y entendí la importancia del nombre y de nombrar a quien ha sido sujeto de un acto violento y fatal —no como el que me sucedió a mí—, la importancia de registrarlo y de tenerlo marcado en un espacio.
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